Sombras tenebrosas que me seguís,
sombras que me acosáis y me acecháis allá donde voy,
¿es que no me vais a dar ni un respiro?
¿es que no conocéis la piedad?
¿es que nadie os ha contado nada?
¿es que no podéis escuchar?
Un día aprenderé a burlaros,
y ese día no sabréis encontrarme,
salvo que moréis en mi espíritu
y nunca pueda huir de vosotras,
salvo que surjáis de mi alma
y yo todavía no sepa nada.
Dadme un respiro de sombras dormidas,
para que pueda sentir lo que sienten los demás hombres,
sólo por un momento, un sólo momento,
apartad de mí el Infierno, no quiero el Cielo,
sólo quiero unos momentos
para que me presenten a la cordura.
Dejad de clavarme esas frías cuchillas
que me van desgarrando por dentro,
cada vez que siento el frío metal
un escalofrío me recorre el cuerpo,
y a continuación, esos empellones
que llagan mi alma a cada momento.
¡Malditas sombras espectrales y abyectas!
¡Qué delito cometí para que me acoséis!
¡Sufrid, malditas, sufrid como me hacéis sufrir a mí!
Y no volváis a seguirme, porque, un día,
un día encontraré el camino de la luz,
y ese día, moriréis en el intento de seguirme.
En ese día final y fatídico para vosotras,
entonaré un canto desconocido y bello,
será vuestro epitafio maldito de sombras muertas,
habréis desaparecido para siempre,
y yo ya podré vivir y morir,
morir y vivir de gozo perenne y perverso.
Y me reiré, me reiré tanto que me escucharán en todas partes.
Hasta entonces, seguid esclavizadas a mí, detestables, malditas.
sombras que me acosáis y me acecháis allá donde voy,
¿es que no me vais a dar ni un respiro?
¿es que no conocéis la piedad?
¿es que nadie os ha contado nada?
¿es que no podéis escuchar?
Un día aprenderé a burlaros,
y ese día no sabréis encontrarme,
salvo que moréis en mi espíritu
y nunca pueda huir de vosotras,
salvo que surjáis de mi alma
y yo todavía no sepa nada.
Dadme un respiro de sombras dormidas,
para que pueda sentir lo que sienten los demás hombres,
sólo por un momento, un sólo momento,
apartad de mí el Infierno, no quiero el Cielo,
sólo quiero unos momentos
para que me presenten a la cordura.
Dejad de clavarme esas frías cuchillas
que me van desgarrando por dentro,
cada vez que siento el frío metal
un escalofrío me recorre el cuerpo,
y a continuación, esos empellones
que llagan mi alma a cada momento.
¡Malditas sombras espectrales y abyectas!
¡Qué delito cometí para que me acoséis!
¡Sufrid, malditas, sufrid como me hacéis sufrir a mí!
Y no volváis a seguirme, porque, un día,
un día encontraré el camino de la luz,
y ese día, moriréis en el intento de seguirme.
En ese día final y fatídico para vosotras,
entonaré un canto desconocido y bello,
será vuestro epitafio maldito de sombras muertas,
habréis desaparecido para siempre,
y yo ya podré vivir y morir,
morir y vivir de gozo perenne y perverso.
Y me reiré, me reiré tanto que me escucharán en todas partes.
Hasta entonces, seguid esclavizadas a mí, detestables, malditas.
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