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Al otro lado

Al otro lado
"Al otro lado", de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-15352-66-2.
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Presentaciones:

Sábado, 27 de abril a las 12 h. en la Feria del libro de Granada, en el Centro de Exposiciones de CajaGRANADA Puerta Real. Me acompañará en la presentación el compañero de Granada Jesús Lens. Y a las 13 horas firma de ejemplares en la Caseta de Firmas.

Sábado, 20 de abril, de 11 a 13 h. y de 17 a 20 h. en la Feria del Libro de Fuente el saz de Jarama.

Sábado, 26 de enero a las 20 h. en el Museo Municipal de Alcázar de San Juan. Me acompañará en la presentación el compañero de Ciudad Real José Ramón Gómez Cabezas, autor de "Réquiem por la bailarina de una caja de música", de la Editorial Ledoria.

Martes, 23 de octubre a las 19.30 h. en la librería Estudio en Escarlata (Guzmán el Bueno 46, Madrid). Si no puedes acudir y queréis un ejemplar firmado, ponte en contacto con ellos y pídeselo (91 543 0534). Te lo enviarán por correo.

Miércoles, 24 de octubre a las 18 h. en Getafe Negro (Carpa de la Feria del Libro). A las 20 h. participaré en una mesa redonda con otros compañeros de la Editorial Ledoria titulada "En los arrabales de la Novela Negra.

miércoles, 17 de abril de 2013

Un jodido fiordo noruego



Desde mi ventana, el barrio presentaba ese jodido paisaje gris de todos los días. Podía ver a los chavales jugar al fútbol en el descampado. Otros estaban sentados en los terraplenes, fumando y con cara de malas ideas. Yo había jugado a sustituir la resaca esnifando de un bote de pegamento como si me fuera la vida en ello. Cuando terminé, el mismo paisaje gris me pareció un jodido fiordo noruego, y eso que jamás había visto uno.
Cuando se me pasó el pedo, bajé a la calle. En la puerta de la bodega me encontré con el Botas y el Chino, dos colegas de toda la vida. Decir “de toda la vida” en este caso suena a extravagancia pensando que solo teníamos dieciséis años, pero es una forma de hablar, ya me entienden. Compré un litro de cerveza y ellos se hicieron un porro.
-¿Cómo lo llevas, Lucky? -dijo el Botas.
-De puta pena, tronco. ¿Nos hacemos unas cabinas?
-Puta madre -dijo el Chino-. Pero nos vamos a otro barrio, aquí ya nos tienen más vistos que el tebeo.
Nos fuimos hasta la carretera de Vicálvaro. Fichamos un GS nuevecito. Abrimos la puerta con una tonta y le hice el puente. Salimos a toda hostia y no paramos hasta la primera cabina en Vicálvaro. Nos hicimos cinco. El Chino tenía un sistema infalible: Maza y cortafríos. El Botas vigilaba y yo les esperaba con el carro en marcha. Nos hicimos con mil duros, compramos un pack de cervezas y nos fuimos al Canciller. Dejamos el carro abandonado cerca de Ventas. Estuvimos escuchando música y bebiendo. Buscamos al Brujo, que era el camello del Canci, y pillamos anfetas y jachís. Después pillamos un taxi y nos fuimos a la Gran Vía a ver a las putas. Cuando doblamos por Ballesta vi a la Charo. Llevaba minifalda, medias de rejilla e iba pintarrajeada como cualquiera de las putas. La Charo era del barrio.
¡Joder! La Charo era mi novia. Bueno, o algo parecido.
El Botas y el Chino se quedaron pasmados. Más que por ver a la Charo, por ver el careto que puse. Y el que puso ella.
Me fui hacia la esquina con una mala hostia que pa qué. La trinqué del brazo y la zarandeé.
-¿Qué coño haces aquí, me lo quieres explicar?
-¡Déjame, Lucky, vete a la mierda!
-¿Cómo que me vaya a la mierda? ¿Qué hay de lo nuestro?
-Lo nuestro es una mierda, igual que todo. Mi madre está enferma y mi hermano es un yonki de mierda. ¿Me vas a dar tú todo el dinero que necesito?
-¡Sabes que siempre te he ayudado en lo que he podido, joder. Lo último que esperaba era verte aquí!
Las voces habían alarmado al personal, así que pronto nos vimos rodeados de las otras putas y de gente morbosa cuyas vidas están vacías. No le vi venir, pero un nota gigante me cogió de la cabeza y me alzó a pulso. Yo pataleaba y de vez en cuando le acertaba una patada en el pecho. Fue el Chino el que sacó el estilete y le empezó a dar puñaladas en los costados. Me metí una hostia contra el suelo en cuanto me soltó. Me incorporé y le metí una patada en los huevos. El Chino seguía clavándole el estilete. Finalmente, el nota cayó al suelo sobre un charco de sangre. A esas alturas, la gente y las putas gritaban como si las puñaladas se las dieran a ellos.
-¡Le habéis mataohijoputas, le habéis matao! -gritaba la Charo.
-¿Era tu chulo? -le pregunté.
-¡Estáis como una puta regadera, joder!
-Agua, Lucky -dijo el Botas.
Salimos corriendo y solo paramos cuando nos hubimos alejado lo suficiente. Yo llevaba a la Charo agarrada del brazo. Se le había corrido el rímel y la pintura de los labios. Estaba preciosa. Vale, era una puta, pero estaba preciosa. Al menos no podría volver a la misma esquina.
Cogimos un taxi y nos fuimos al barrio. La Charo dijo que no podía plantarse en el barrio con esas pintas, pero no la hicimos caso. Me llamó hijo de puta. Le di un par de hostias. Ella se echó a llorar. Le metí dos talegos en el bolsillo de la minifalda sin que se diera cuenta. La llevamos hasta el portal de su casa. Después engañamos al taxista y le quitamos la recaudación en una calle apartada. Se quiso hacer el valiente, aunque se le bajaron los humos en cuanto vio al Chino con el estilete en una mano y el cortafríos en la otra. Al final se fue y nosotros nos comimos las anfetas que nos quedaban. Después, compramos un litro en la bodega y nos hicimos un peta en un banco del descampado.
-Vaya putada, Lucky -dijo el Botas.
-¿Vosotros lo sabíais?
El Chino y el Botas se miraron y bajaron la mirada. No hizo falta que me contestaran.
-Pasa de ella -dijo el Chino.
-Voy a por una papelina de caballo -dijo el Botas.
Al rato estábamos calentando la cucharilla. El primer pico se lo dio el Botas. Antes nos había comentado que solo había una chuta y nosotros sabíamos que pincharnos con la misma tenía sus riesgos. Pero eran las dos de la mañana, a ver dónde coño conseguíamos otras dos. En esos momentos no piensas en lo que te pueda pasar. Solo piensas en el jodido caballo entrando por las venas. Y en que eso es lo que hay. Eso o nada. Así que me até la goma al brazo y me metí el pico. Cuando el caballo entró por la vena ya no había Charo. No había barrio, no había nada, ni miseria ni desesperanza. Flipé como solía hacerlo y después me quedé dormido. Soñé que vivía en una casa grande, en una montaña nevada con vistas a un lago enorme. Otra vez el jodido fiordo noruego. Lo mismo en otra vida había sido vikingo, vaya usted a saber.
Cuando desperté, el Botas estaba zarandeando al Chino.
-¿Qué pasa tronco?
-¿Que qué pasa? Este no se despierta, tío. ¡La hemos cagao, joder, la hemos cagao!
No soy médico, nunca llegaría a serlo. Pero no hacía falta ser muy listo. El Chino estaba blanco, con los ojos abiertos y frío como el mármol.
A su entierro fuimos el Botas, la madre del Chino, sus dos hermanas y yo. También iba a ir la Charo, pero más tarde me enteré de que tenía un servicio.
El Botas me dijo que le acompañara a dar un palo, pero me fui a mi casa. Me abrí un bote de cerveza y me fumé un porro. Después estuve un buen rato esnifando pegamento. Al mirar por la ventana, el barrio volvió a parecerme un jodido fiordo noruego.

viernes, 5 de abril de 2013

Respirar por la herida, de Víctor del Árbol



             Una novela es buena si te hace sentir. Da igual el género literario y da igual el sentimiento, que puede ser amor, desamor, celos, venganza, etc., todos ellos temas recurrentes de la literatura desde la noche de los tiempos. Si además te lo cuentan bien y cada párrafo destila belleza en el estilo, es que estamos ante una obra a tener en cuenta. Detecté y experimenté todo esto en “La tristeza del samurai”, anterior novela de Víctor del Árbol, y he vuelto a encontrarlo en “Respirar por la herida”, la más reciente. Ambas han sido publicadas por la editorial Alrevés.

            Hay escritores de historias y hay escritores de estilo. Y luego están aquellos elegidos como Víctor que te cuentan una buena historia con un estilo impecable. Si con la anterior novela cosechó más de un éxito (Ganador de Le Prix du Polar Européen y ahora finalista del Premio de Novela Policíaca SNCF, otorgado por los ferrocarriles de Francia), con esta no se va a quedar atrás, porque, créanme, nos encontramos ante una novela con una trama compleja sin una sola fisura, muy bien resuelta, una novela de las de sentarte en el sillón para ir paseando tranquilamente sobre cada una de sus líneas.

            Al principio, la voz del narrador omnisciente nos presenta a Eduardo, un pintor venido a menos que recibe a través de Olga, su representante, el extraño encargo de pintar un retrato de Arthur. La clienta es Gloria. Y lo extraño del caso, es que Arthur atropelló con resultado de muerte al hijo de esta. Con estos antecedentes, ya desde las primeras páginas, el autor atrapa la atención del lector que espera que la novela se desarrolle en base a este suceso. Pero en “Respirar por la herida” hay más, mucho más. Tanto que el lector se encuentra de pronto ante otros personajes muy diversos que protagonizan lo que en principio parecen ser otras tramas paralelas que de paralelas no tienen nada. Víctor se preocupa mucho de dejarnos claro el pasado de todos y cada uno de los personajes, de todos y cada uno de los paisajes que alberga cada historia  para que vayamos  haciéndonos  a la idea del porqué, a medida que nos acercamos al desenlace, las tramas van a converger hacia un final descarnado igual que las aristas de una pirámide se aproximan hacia su vértice.

            “Respirar por la herida” es una historia de venganzas, de círculos dantescos, de Caínes y Abeles que se transmutan para adoptar roles recíprocos inversos en los momentos menos esperados, de amor y desamor, de egoísmos homicidas y de bajas pasiones que afloran en los momentos más inadecuados. Uno de los placeres de su lectura es ir descubriendo poco a poco el resto de tramas y la implicación de cada una de ellas en el desenlace, por tanto mal haría yo en destapar aquí ni siquiera uno de sus misterios. Lo que sí puedo decir es que todas las historias tienen su peso a la hora de confeccionar el edificio único de la novela, un edificio compartimentado y cuyos cubículos se comunican entre sí a través de pasadizos vertiginosos de un torrente narrativo sagaz y certero.

            Desconozco si Víctor del Árbol tiene conocimientos de Psicología y si digo esto es porque desmenuza pormenorizadamente la psiquis de cada uno de los personajes. Porque también es verdad que hay novelas de personajes, y “Respirar por la herida” es una de ellas. Hay que tener un gran conocimiento del comportamiento humano para diseñar unos personajes tan distintos, tan alejados socialmente unos de otros y a la vez tan parecidos en sus motivaciones y en sus obsesiones. Y creo que en el fondo la historia es también un homenaje a miles de mujeres atrapadas en redes clandestinas y en episodios que desembocan en sucesos propiciados por hombres.

            Nos encontramos ante una novela apacible por su estilo, vertiginosa por su trama y demasiado interesante por los personajes, santísima trinidad de la literatura. Y ante un autor muy conocido ya en los círculos literarios y bien tratado en general por la crítica nacional e internacional, por algo será. Los que no la habéis leído todavía contáis con la suerte de poder empezar a deleitaros por sus páginas. Y los que ya hemos pasado por ese trance, tendremos que esperar a que este escritor sensacional resulte prolífico y nos obsequie más pronto que tarde con otra obra, por más que los actos de promoción le tengan paseando por aeropuertos y estaciones de tren de todas las latitudes.

El autor (Datos tomados de Alrevés editorial):

(Barcelona, 1968) es escritor de nacimiento. Es el mayor de seis hermanos y su madre le dejaba en la biblioteca desde la salida del colegio hasta la hora de cenar para poder acudir a su trabajo de limpiadora. Esto le permitió leer multitud de libros que alimentaron su vocación de escritor. Fue seminarista durante cinco años, en el seminario de Ntra. Sra. de Montealegre, para más tarde cursar estudios de Historia en la Universidad de Barcelona y trabajar (actualmente en excedencia) de Mosso d´esquadra para la Generalitat, trabajo que le ha permitido acercarse, desde 1992, al aspecto más humano de las personas, a las que describe de forma magistral en sus obras. Recibió el Premio Tiflos por su primera novela, El peso de los muertos, con un prestigioso jurado formado, entre otros, por Luis Mateo Díez, Soledad Puértolas y Manuel Longares. Con esta nueva novela Víctor del Árbol se situará, sin duda, entre los mejores escritores españoles de la actualidad.