¡Tenebrosos perros que todo lo abarcáis!
¡Que no dejáis nada al azar!
Maldito el día en que descubristeis que éramos mortales,
y os erigisteis en capitanes de las naves,
sin que nadie os diera la venia,
sin que os diéramos permiso para quemar las claves.
¡Mortales, sí! Somos mortales.
Y aunque vayamos pasando desapercibidos,
somos dianas de distintas clases,
susceptibles de vuestros caprichos banales,
indefensos ante semejantes cónclaves,
adheridos a vuestros dislates infames.
Esclavos de los inmortales, sí,
eso es lo que somos,
briznas de humanidad cosidas a los portales,
portales de infamia y de ingenuos males,
atentos a otras cosas, a nuestras preciosas vidas formales,
de existencias puras y de silencios remotos e inocentes males.
¡De eso os aprovecháis!
De que somos simples e inocentes mortales,
de la energía que derrochamos cuando actuamos,
de la simplicidad de nuestros actos exentos de jugadas tales,
que alimentan vuestro egoísmo a base de inmundos retales,
que son puros actos de vitales esencias construidas de retales.
¡Mortales, sí, mortales!
Semejantes por género, pero no iguales,
piel, cabeza tronco y extremidades,
por lo demás, una sarta de desigualdades,
pagaréis, malditos, claro que pagaréis,
pero no podéis sentirlo ahora, presos de vuestras maldades.
¡Mortales contra inmortales!
¡Bondad, ingenuidad, contra perversos chacales!
¡Temblad cuando se extinga vuestro tiempo!
Porque sólo recibiréis cortes de sucios cristales,
y tendréis que soportar sufrimientos a caudales,
que os cercenarán hasta que reventéis como tormentas bestiales.
¡Que no dejáis nada al azar!
Maldito el día en que descubristeis que éramos mortales,
y os erigisteis en capitanes de las naves,
sin que nadie os diera la venia,
sin que os diéramos permiso para quemar las claves.
¡Mortales, sí! Somos mortales.
Y aunque vayamos pasando desapercibidos,
somos dianas de distintas clases,
susceptibles de vuestros caprichos banales,
indefensos ante semejantes cónclaves,
adheridos a vuestros dislates infames.
Esclavos de los inmortales, sí,
eso es lo que somos,
briznas de humanidad cosidas a los portales,
portales de infamia y de ingenuos males,
atentos a otras cosas, a nuestras preciosas vidas formales,
de existencias puras y de silencios remotos e inocentes males.
¡De eso os aprovecháis!
De que somos simples e inocentes mortales,
de la energía que derrochamos cuando actuamos,
de la simplicidad de nuestros actos exentos de jugadas tales,
que alimentan vuestro egoísmo a base de inmundos retales,
que son puros actos de vitales esencias construidas de retales.
¡Mortales, sí, mortales!
Semejantes por género, pero no iguales,
piel, cabeza tronco y extremidades,
por lo demás, una sarta de desigualdades,
pagaréis, malditos, claro que pagaréis,
pero no podéis sentirlo ahora, presos de vuestras maldades.
¡Mortales contra inmortales!
¡Bondad, ingenuidad, contra perversos chacales!
¡Temblad cuando se extinga vuestro tiempo!
Porque sólo recibiréis cortes de sucios cristales,
y tendréis que soportar sufrimientos a caudales,
que os cercenarán hasta que reventéis como tormentas bestiales.
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