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Al otro lado

Al otro lado
"Al otro lado", de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-15352-66-2.
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Presentaciones:

Sábado, 27 de abril a las 12 h. en la Feria del libro de Granada, en el Centro de Exposiciones de CajaGRANADA Puerta Real. Me acompañará en la presentación el compañero de Granada Jesús Lens. Y a las 13 horas firma de ejemplares en la Caseta de Firmas.

Sábado, 20 de abril, de 11 a 13 h. y de 17 a 20 h. en la Feria del Libro de Fuente el saz de Jarama.

Sábado, 26 de enero a las 20 h. en el Museo Municipal de Alcázar de San Juan. Me acompañará en la presentación el compañero de Ciudad Real José Ramón Gómez Cabezas, autor de "Réquiem por la bailarina de una caja de música", de la Editorial Ledoria.

Martes, 23 de octubre a las 19.30 h. en la librería Estudio en Escarlata (Guzmán el Bueno 46, Madrid). Si no puedes acudir y queréis un ejemplar firmado, ponte en contacto con ellos y pídeselo (91 543 0534). Te lo enviarán por correo.

Miércoles, 24 de octubre a las 18 h. en Getafe Negro (Carpa de la Feria del Libro). A las 20 h. participaré en una mesa redonda con otros compañeros de la Editorial Ledoria titulada "En los arrabales de la Novela Negra.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Presentación y Firma de ejemplares de "Al otro lado" en Navalagamella (Madrid)


Sábado, 21 de septiembre a las 19.30 h. en la Casa de la Cultura. Después habrá actuación de mis grupos: "Rock & Books y "Ochentacos".

lunes, 6 de mayo de 2013

Un insólito día para Silvestre Mendo, de Gonzalo Martín Parra


             La vida te lleva por caminos insospechados. También la Literatura. A Gonzalo tuve el gusto de conocerlo porque coincidí con él en la caseta de firmas de Fuente el Saz, un pueblo del Este de Madrid. Me llamó la atención su juventud y ese aire de Quentin Tarantino que lucía con una despreocupación muy espontánea. Durante el fin de semana tuvimos tiempo de compartir charlas y cervezas. Enseguida conectamos a pesar de la diferencia generacional, por lo literario y por lo musical, ya que es bajista de un conjunto de rock.
            No recuerdo si fue por la tarde, creo que sí, cuando yo llegué antes. Y para matar el rato, en ausencia de lectores que me pidieran que les firmara mi novela, agarré la suya y me puse a leer. Lo primero que llama la atención de “Un insólito día para Silvestre Mendo” (Araña editorial) es su formato de novela de kiosko. Después, como ya he dicho, la insultante juventud del autor (el relevo está garantizado), y por último, la calidad de sus párrafos.
            La historia empieza mostrándonos al protagonista tirado en la cama de un hostal con una resaca del quince. Y el manager del establecimiento, un pakistaní lacayo del dueño, le descubre. Silvestre, harto de trabajar en ese tugurio, planea su venganza y roba unas cuantas cosas. A partir de ahí se lanza a la calle, a vivir su particular día entre un mundo entre lo real y lo imaginario.
            Los sucesivos capítulos nos van mostrando la personalidad del protagonista, un tipo escéptico y desclasado que, como don Quijote, huye de la realidad a través de una escapada hacia ninguna parte. Va transitando por paisajes, siempre urbanos, que una y otra vez le involucrarán en situaciones no escogidas, escenarios teñidos de mucho surrealismo onírico vivido en una realidad más que ordinaria, la de Silvestre, que se topa con un mendigo antropófago y con un perro que habla, por citar dos de los extravagantes personajes que pueblan esta historia.


            Silvestre, no obstante y pese a la marginalidad reinante, es un tipo que se expresa con un lenguaje muy cuidado a través del cual nos va explicando sus pautas ideológicas que, básicamente son: desencanto con el sistema y desprecio por la vida aburguesada de los demás, incluso por la de él mismo.

              
            Las andanzas de nuestro protagonista están rodeadas por el alcohol y por las drogas en un incesante carrusel de vivencias que recuerdan a la filosofía punk de los 70: “vivir hoy y no pensar en el mañana”. La prosa de Gonzalo recuerda al realismo social de los clásicos, con toques continuos de Bukowski, y con remembranzas del Holden Caulfield de Salinger y su lenguaje provocador, ya digo, siempre a través de un ambiente onírico que raya el surrealismo.
            La novela se lee del tirón no solo por su brevedad, sino porque el autor nos lleva a hacer un viaje vertiginoso a través de unos capítulos que en cierta medida también están plagados de ese buen género negro que la situación actual de crisis propicia, ese desencanto en todos los sectores de la sociedad, principalmente entre los jóvenes, a los que el sistema les ha cerrado las puertas de cuajo. Y Gonzalo lo plasma de manera magistral desde el fondo de su juventud, desde las entrañas de un autor que, si sigue escribiendo, dará que hablar.

Facebook del autor: https://www.facebook.com/gonzalo.l.martin.5?fref=ts

miércoles, 17 de abril de 2013

Un jodido fiordo noruego



Desde mi ventana, el barrio presentaba ese jodido paisaje gris de todos los días. Podía ver a los chavales jugar al fútbol en el descampado. Otros estaban sentados en los terraplenes, fumando y con cara de malas ideas. Yo había jugado a sustituir la resaca esnifando de un bote de pegamento como si me fuera la vida en ello. Cuando terminé, el mismo paisaje gris me pareció un jodido fiordo noruego, y eso que jamás había visto uno.
Cuando se me pasó el pedo, bajé a la calle. En la puerta de la bodega me encontré con el Botas y el Chino, dos colegas de toda la vida. Decir “de toda la vida” en este caso suena a extravagancia pensando que solo teníamos dieciséis años, pero es una forma de hablar, ya me entienden. Compré un litro de cerveza y ellos se hicieron un porro.
-¿Cómo lo llevas, Lucky? -dijo el Botas.
-De puta pena, tronco. ¿Nos hacemos unas cabinas?
-Puta madre -dijo el Chino-. Pero nos vamos a otro barrio, aquí ya nos tienen más vistos que el tebeo.
Nos fuimos hasta la carretera de Vicálvaro. Fichamos un GS nuevecito. Abrimos la puerta con una tonta y le hice el puente. Salimos a toda hostia y no paramos hasta la primera cabina en Vicálvaro. Nos hicimos cinco. El Chino tenía un sistema infalible: Maza y cortafríos. El Botas vigilaba y yo les esperaba con el carro en marcha. Nos hicimos con mil duros, compramos un pack de cervezas y nos fuimos al Canciller. Dejamos el carro abandonado cerca de Ventas. Estuvimos escuchando música y bebiendo. Buscamos al Brujo, que era el camello del Canci, y pillamos anfetas y jachís. Después pillamos un taxi y nos fuimos a la Gran Vía a ver a las putas. Cuando doblamos por Ballesta vi a la Charo. Llevaba minifalda, medias de rejilla e iba pintarrajeada como cualquiera de las putas. La Charo era del barrio.
¡Joder! La Charo era mi novia. Bueno, o algo parecido.
El Botas y el Chino se quedaron pasmados. Más que por ver a la Charo, por ver el careto que puse. Y el que puso ella.
Me fui hacia la esquina con una mala hostia que pa qué. La trinqué del brazo y la zarandeé.
-¿Qué coño haces aquí, me lo quieres explicar?
-¡Déjame, Lucky, vete a la mierda!
-¿Cómo que me vaya a la mierda? ¿Qué hay de lo nuestro?
-Lo nuestro es una mierda, igual que todo. Mi madre está enferma y mi hermano es un yonki de mierda. ¿Me vas a dar tú todo el dinero que necesito?
-¡Sabes que siempre te he ayudado en lo que he podido, joder. Lo último que esperaba era verte aquí!
Las voces habían alarmado al personal, así que pronto nos vimos rodeados de las otras putas y de gente morbosa cuyas vidas están vacías. No le vi venir, pero un nota gigante me cogió de la cabeza y me alzó a pulso. Yo pataleaba y de vez en cuando le acertaba una patada en el pecho. Fue el Chino el que sacó el estilete y le empezó a dar puñaladas en los costados. Me metí una hostia contra el suelo en cuanto me soltó. Me incorporé y le metí una patada en los huevos. El Chino seguía clavándole el estilete. Finalmente, el nota cayó al suelo sobre un charco de sangre. A esas alturas, la gente y las putas gritaban como si las puñaladas se las dieran a ellos.
-¡Le habéis mataohijoputas, le habéis matao! -gritaba la Charo.
-¿Era tu chulo? -le pregunté.
-¡Estáis como una puta regadera, joder!
-Agua, Lucky -dijo el Botas.
Salimos corriendo y solo paramos cuando nos hubimos alejado lo suficiente. Yo llevaba a la Charo agarrada del brazo. Se le había corrido el rímel y la pintura de los labios. Estaba preciosa. Vale, era una puta, pero estaba preciosa. Al menos no podría volver a la misma esquina.
Cogimos un taxi y nos fuimos al barrio. La Charo dijo que no podía plantarse en el barrio con esas pintas, pero no la hicimos caso. Me llamó hijo de puta. Le di un par de hostias. Ella se echó a llorar. Le metí dos talegos en el bolsillo de la minifalda sin que se diera cuenta. La llevamos hasta el portal de su casa. Después engañamos al taxista y le quitamos la recaudación en una calle apartada. Se quiso hacer el valiente, aunque se le bajaron los humos en cuanto vio al Chino con el estilete en una mano y el cortafríos en la otra. Al final se fue y nosotros nos comimos las anfetas que nos quedaban. Después, compramos un litro en la bodega y nos hicimos un peta en un banco del descampado.
-Vaya putada, Lucky -dijo el Botas.
-¿Vosotros lo sabíais?
El Chino y el Botas se miraron y bajaron la mirada. No hizo falta que me contestaran.
-Pasa de ella -dijo el Chino.
-Voy a por una papelina de caballo -dijo el Botas.
Al rato estábamos calentando la cucharilla. El primer pico se lo dio el Botas. Antes nos había comentado que solo había una chuta y nosotros sabíamos que pincharnos con la misma tenía sus riesgos. Pero eran las dos de la mañana, a ver dónde coño conseguíamos otras dos. En esos momentos no piensas en lo que te pueda pasar. Solo piensas en el jodido caballo entrando por las venas. Y en que eso es lo que hay. Eso o nada. Así que me até la goma al brazo y me metí el pico. Cuando el caballo entró por la vena ya no había Charo. No había barrio, no había nada, ni miseria ni desesperanza. Flipé como solía hacerlo y después me quedé dormido. Soñé que vivía en una casa grande, en una montaña nevada con vistas a un lago enorme. Otra vez el jodido fiordo noruego. Lo mismo en otra vida había sido vikingo, vaya usted a saber.
Cuando desperté, el Botas estaba zarandeando al Chino.
-¿Qué pasa tronco?
-¿Que qué pasa? Este no se despierta, tío. ¡La hemos cagao, joder, la hemos cagao!
No soy médico, nunca llegaría a serlo. Pero no hacía falta ser muy listo. El Chino estaba blanco, con los ojos abiertos y frío como el mármol.
A su entierro fuimos el Botas, la madre del Chino, sus dos hermanas y yo. También iba a ir la Charo, pero más tarde me enteré de que tenía un servicio.
El Botas me dijo que le acompañara a dar un palo, pero me fui a mi casa. Me abrí un bote de cerveza y me fumé un porro. Después estuve un buen rato esnifando pegamento. Al mirar por la ventana, el barrio volvió a parecerme un jodido fiordo noruego.

viernes, 5 de abril de 2013

Respirar por la herida, de Víctor del Árbol



             Una novela es buena si te hace sentir. Da igual el género literario y da igual el sentimiento, que puede ser amor, desamor, celos, venganza, etc., todos ellos temas recurrentes de la literatura desde la noche de los tiempos. Si además te lo cuentan bien y cada párrafo destila belleza en el estilo, es que estamos ante una obra a tener en cuenta. Detecté y experimenté todo esto en “La tristeza del samurai”, anterior novela de Víctor del Árbol, y he vuelto a encontrarlo en “Respirar por la herida”, la más reciente. Ambas han sido publicadas por la editorial Alrevés.

            Hay escritores de historias y hay escritores de estilo. Y luego están aquellos elegidos como Víctor que te cuentan una buena historia con un estilo impecable. Si con la anterior novela cosechó más de un éxito (Ganador de Le Prix du Polar Européen y ahora finalista del Premio de Novela Policíaca SNCF, otorgado por los ferrocarriles de Francia), con esta no se va a quedar atrás, porque, créanme, nos encontramos ante una novela con una trama compleja sin una sola fisura, muy bien resuelta, una novela de las de sentarte en el sillón para ir paseando tranquilamente sobre cada una de sus líneas.

            Al principio, la voz del narrador omnisciente nos presenta a Eduardo, un pintor venido a menos que recibe a través de Olga, su representante, el extraño encargo de pintar un retrato de Arthur. La clienta es Gloria. Y lo extraño del caso, es que Arthur atropelló con resultado de muerte al hijo de esta. Con estos antecedentes, ya desde las primeras páginas, el autor atrapa la atención del lector que espera que la novela se desarrolle en base a este suceso. Pero en “Respirar por la herida” hay más, mucho más. Tanto que el lector se encuentra de pronto ante otros personajes muy diversos que protagonizan lo que en principio parecen ser otras tramas paralelas que de paralelas no tienen nada. Víctor se preocupa mucho de dejarnos claro el pasado de todos y cada uno de los personajes, de todos y cada uno de los paisajes que alberga cada historia  para que vayamos  haciéndonos  a la idea del porqué, a medida que nos acercamos al desenlace, las tramas van a converger hacia un final descarnado igual que las aristas de una pirámide se aproximan hacia su vértice.

            “Respirar por la herida” es una historia de venganzas, de círculos dantescos, de Caínes y Abeles que se transmutan para adoptar roles recíprocos inversos en los momentos menos esperados, de amor y desamor, de egoísmos homicidas y de bajas pasiones que afloran en los momentos más inadecuados. Uno de los placeres de su lectura es ir descubriendo poco a poco el resto de tramas y la implicación de cada una de ellas en el desenlace, por tanto mal haría yo en destapar aquí ni siquiera uno de sus misterios. Lo que sí puedo decir es que todas las historias tienen su peso a la hora de confeccionar el edificio único de la novela, un edificio compartimentado y cuyos cubículos se comunican entre sí a través de pasadizos vertiginosos de un torrente narrativo sagaz y certero.

            Desconozco si Víctor del Árbol tiene conocimientos de Psicología y si digo esto es porque desmenuza pormenorizadamente la psiquis de cada uno de los personajes. Porque también es verdad que hay novelas de personajes, y “Respirar por la herida” es una de ellas. Hay que tener un gran conocimiento del comportamiento humano para diseñar unos personajes tan distintos, tan alejados socialmente unos de otros y a la vez tan parecidos en sus motivaciones y en sus obsesiones. Y creo que en el fondo la historia es también un homenaje a miles de mujeres atrapadas en redes clandestinas y en episodios que desembocan en sucesos propiciados por hombres.

            Nos encontramos ante una novela apacible por su estilo, vertiginosa por su trama y demasiado interesante por los personajes, santísima trinidad de la literatura. Y ante un autor muy conocido ya en los círculos literarios y bien tratado en general por la crítica nacional e internacional, por algo será. Los que no la habéis leído todavía contáis con la suerte de poder empezar a deleitaros por sus páginas. Y los que ya hemos pasado por ese trance, tendremos que esperar a que este escritor sensacional resulte prolífico y nos obsequie más pronto que tarde con otra obra, por más que los actos de promoción le tengan paseando por aeropuertos y estaciones de tren de todas las latitudes.

El autor (Datos tomados de Alrevés editorial):

(Barcelona, 1968) es escritor de nacimiento. Es el mayor de seis hermanos y su madre le dejaba en la biblioteca desde la salida del colegio hasta la hora de cenar para poder acudir a su trabajo de limpiadora. Esto le permitió leer multitud de libros que alimentaron su vocación de escritor. Fue seminarista durante cinco años, en el seminario de Ntra. Sra. de Montealegre, para más tarde cursar estudios de Historia en la Universidad de Barcelona y trabajar (actualmente en excedencia) de Mosso d´esquadra para la Generalitat, trabajo que le ha permitido acercarse, desde 1992, al aspecto más humano de las personas, a las que describe de forma magistral en sus obras. Recibió el Premio Tiflos por su primera novela, El peso de los muertos, con un prestigioso jurado formado, entre otros, por Luis Mateo Díez, Soledad Puértolas y Manuel Longares. Con esta nueva novela Víctor del Árbol se situará, sin duda, entre los mejores escritores españoles de la actualidad.


sábado, 30 de marzo de 2013

La estrategia del pequinés, de Alexis Ravelo



            Cuando una novela no te deja vivir tu vida normal porque estás deseando tener un rato libre para continuar con su lectura, esa novela es una jodida obra maestra, sobre todo si miras atrás y ves que tu vida ha sido muchas cosas, pero que ha estado marcada por la escritura y la lectura. Si vas a adquirir la novela, cosa que te recomiendo encarecidamente, prepárate para buscarte tiempo libre, lo necesitarás para sumergirte en sus páginas.

            La estrategia del pequinés (Alrevés Editorial) no es la primera novela del canario Alexis Ravelo, pero su carrera como escritor va a dar un salto cualitativo sin ninguna duda. Primero, porque le ha quedado una novela redonda en la que se ha despojado de la sombra de Eladio Monroy, el protagonista de una tetralogía de novelas (hasta ahora, esperamos que haya más) negras de mucha calidad. Y segundo, porque ha entrado en la selecta nómina de la Editorial Alrevés (un selecto club con autores como Luis Gutiérrez Maluenda, Víctor del Árbol, Susana Hernández, Jordi Ledesma o Carlos Quílez), que desde su aureola de editorial independiente ha terminado por entrar en todos los circuitos y festivales de novela negra gracias a la buena gestión de la gente que allí trabaja.

            Alex nos plantea una novela, sobre el eje temático de la trama de un atraco que, sin embargo, es algo más. La acción podría haber transcurrido en cualquier parte, ya que hoy en día los tentáculos de la crisis (paro, recortes, desahucios, miseria y desesperanza) llegan a cualquier punto de la geografía nacional. Pero es bien cierto que el que transcurra en Las Palmas de Gran Canaria le añade un punto exótico para el resto de españoles, es decir, los lectores godos, que entiendo que vamos a ser mayoría dada la buena distribución de la editorial. Como decía, la base de la trama es un robo, pero no un robo al uso. La historia empieza presentándonos a Junior, un macarra encargado de distribuir la cocaína en la isla por cuenta del Turco, el verdadero narcotraficante que maneja sus negocios desde un pisazo en el Eixample barcelonés. Junior la caga en una entrega, ya que elige a la persona equivocada para recoger la coca. En vez de ir al puerto, el secuaz se va de farra y el cargamento es interceptado. El tipo lo paga con su vida en el primer capítulo, que hace prometer al lector una novela intensa.

            Junior ya la jodió en otra ocasión y el Turco le cubrió. Pero ahora le dice que pague y Junior no tiene pasta. Este es el planteamiento de una novela prometedora desde los primeros lances. El lugarteniente del Turco empieza a pensar de dónde sacar dinero y es entonces cuando decide pegarle el palo al Larry, un abogado pijo de Porsche y chavalas que, en realidad, es el encargado de lavar todo el dinero negro que le entrega Junior procedente del tráfico de cocaína. Para el atraco, que evidentemente no va a ser denunciado, elige al Rubio, un tipo duro que abandonó el oficio cuando se casó con Estela y que lleva quince años trabajando como jefe de seguridad de un hotel de lujo. El Rubio acepta el trabajo porque Estela está muy enferma y calcula que con su parte del botín va a poder llevarla a los mejores médicos. Es él el encargado de seleccionar a los otros dos compinches que le ayudarán con el trabajo. Por un lado, contacta con Tito el Palmera, un tipo que hizo la mili en regulares y se dedicó al menudeo, en trámites de divorcio, cincuentón, sin un pavo, y cuyo sueño es lograr el suficiente dinero para pagar el traspaso de una cafetería con la que vivir una vida tranquila. Por otro, elige a Cora, una mujer cañón que sospecha que sus encantos tienen una fecha próxima de caducidad y que actúa por su cuenta como prostituta intentando pescar clientes ricos con su cuerpo de escándalo, para actuar como gancho con el Larry.

            Con estos mimbres, la función está servida. Podríamos decir que hay una primera parte en la novela en la que se narra el atraco y momentos posteriores, y una segunda parte en la que los protagonistas emprenden una huída sembrada de muertes. Porque, claro, si bien en un primer momento todo parece perfecto, hay una traición, lo que hace que el plan posterior al robo salga mal.

            En la novela hay traición, amistad y amor, tres ingredientes fundamentales en cualquier tipo de novela, pero que en novela negra adquieren una intensidad sin límites. Pero también hay tango, cuyos lamentos se dejan oír más allá de la puerta de El Quilombo, garito regentado por un argentino y frecuentado habitualmente por Tito el Palmera. La narración transita por los vertederos de barrios bajos en donde habita la miseria y es protagonizada por tipos sin escrúpulos que no dudan en obtener beneficios de la desesperación. Los personajes son duros, pero sin embargo los protagonistas derrochan ternura, una ternura que no pueden exhibir más allá de sus seres queridos porque si no, están muertos. Si al paisaje canario añadimos algunos localismos del lenguaje, tenemos ese punto exótico del que hablaba al principio, que deja de serlo cuando por deducción aprendemos lo que es una panza de burro, bajo la cual caminan unos personajes en un ambiente gris a los que acabamos tomándoles cariño.

La historia es narrada desde la perspectiva del narrador omnisciente porque supongo que Alexis quería mostrar a la vez diferentes paisajes, marco que se acota si se utiliza la primera persona. Pero el autor logra de forma magistral hacer que la narración contenga el lirismo y la proximidad sentimental que da la primera persona, conduciendo al lector hacia un desenlace brillante a toda velocidad, de forma que parece que es el que lee el que viaja en Porsche y no el Larry.

Canarias siempre ha tenido muy buenos escritores. Y en cuestión de novela negra actual, tanto Alexis Ravelo como José Luis Correa, siguen manteniendo el pabellón bien alto. Felicidades, amigo. Y felicidades de nuevo a los de Alrevés por su buen hacer.
 

Alexis Ravelo (Biografía tomada de la web de Alrevés Editorial):

Alexis Ravelo (1971) es un escritor calvo que nació y sobrevive a régimen de cervezas y bocadillos de chopped en Las Palmas de Gran Canaria. De procedencia humilde, su primera novela, Tres funerales para Eladio Monroy, supuso un inesperado éxito que le ha llevado a escribir otros tres libros con el mismo personaje: Solo los muertos, Los tipos duros no leen poesía y Morir despacio. Ha perpetrado, además, otras dos novelas de semen y sangre: La noche de piedra y Los días de mercurio. Tres libros de relatos (Segundas personas, Ceremonias de interior y Algunos textículos) y media docena de libros infantiles completan hasta ahora su bibliografía, si exceptuamos volúmenes colectivos y antologías, como Relato español actual, de Fondo de Cultura Económica, y Por favor, sea breve 2, de Páginas de Espuma. 

Imparte talleres de escritura en centros educativos, bibliotecas y prisiones, diseña y coordina actividades de animación a la lectura y colabora semanalmente en programas radiofónicos.

Ocupa un lugar relevante en la narrativa canaria actual y se ha destacado, de su estilo, su eficiencia narrativa y su habilidad para combinar la amenidad y la reflexión en argumentos de claro compromiso ético.

Sospecha que Dios está de vacaciones.


domingo, 10 de marzo de 2013

Periodismo prostituido

El periodismo nunca es libre. Los poderosos, sabedores de la repercusión mediática que provocan las noticias en los medios de comunicación, siempre se adueñaron de los mismos porque se aseguraban poder y dinero. Esto ha sido siempre así y es difícil cambiarlo.
La carrera de periodismo es preciosa y el oficio es quizá uno de los más nobles, muy vocacional. Pero el periodista de vocación se estrella una y otra vez con los intereses particulares del el medio para el que trabaja. Unos y otros no se diferencian mucho entre sí, ya que cada uno sirve a unos intereses. Por tanto, cambiar de empresa no es la solución.
Durante la época de Zapatero, por poner un ejemplo, daba bastante asco escuchar la SER o cualquier otro medio de Prysa. Ahora, sin embargo, da gusto. Sabido es que Prysa siempre fue afín al PSOE, como El Mundo y la COPE son fieles al PP. Pero la cosa no es tan simple, ya que los intereses se diversifican. Se deben demasiadas pleitesías.
Así, un periódico, nunca permitirá publicar una noticia negativa que ataña a una institución con la que “convenga” llevarse bien. Tampoco difundirá malas noticias de empresas que son anunciantes y, por tanto, buenos clientes. Por tanto, la información que nos llega a los ciudadanos está bastante sesgada y teledirigida. En la mayoría de los casos, no nos enteramos ni de la mitad de las cosas que pasan.
Ante este panorama son muchos los periodistas que abandonan la profesión y se dedican a otras cosas. Conozco a bastantes que se han pasado a la ficción e intentan dedicarse a ser novelistas, ya que en una novela se puede poner lo que se quiera, se pueden cambiar nombres y, en definitiva, tomarse las licencias literarias que se precisen. Claro, que vivir de la Literatura en este país en el que la gente apenas lee, es una quimera bastante guapa.
Pero también son muchos los que, a pesar de cómo está el patio, permanecen en sus puestos de trabajo, asegurando las lentejas, y en muchos casos el caviar, al grito de “sí, mi amo”. Son los prostituidos del oficio. Son los que cambian ese concepto tan extraño de “libertad de expresión” por ese otro tan manido de “ande yo caliente, ríase la gente”. Llegan a hacerse verdaderos expertos en retórica para terminar siendo más papistas que el Papa. Y los ciudadanos, una vez más, tan contentos, creyendo a pies juntillas en la libertad y en la democracia, cuando la verdad es que estamos más controlados que en una novela de Orwell.
No somos na…

viernes, 1 de marzo de 2013

La fiesta, de Luis Gutiérrez Maluenda


Cuando un autor te inspira confianza, procuras hacerte con todo lo que publica, independientemente de tramas, personajes o de tu predisposición a comprar libros. “La fiesta” (Editorial Alrevés) es la última novela de Luis Gutiérrez Maluenda. Y si bien todas sus novelas publicadas por la editorial hasta ahora correspondían a la serie del detective Atila, en esta, el autor nos ofrece una historia diferente, pero una historia de género negro al más puro estilo Maluenda.


Los protagonistas principales son Susana, Marta, Salvio y Raúl. Acuden a una fiesta en la que Susana descubre a una chica degollada en la bañera. La fiesta la organiza Pablo, que es el jefe de Marta. Marta y Raúl están casados, pero en proceso de separación. Salvio es el amante de Marta y la ha acompañado a la fiesta. Y Raúl, que es médico, es el encargado de atender el shock de Susana. La investigación corre a cargo del inspector Colomer, un policía incisivo con un ojo que va a su bola y emite destellos intimidatorios, cuyo principal pasatiempo es desmantelar refranes. A lo largo de la investigación, el obstinado inspector se empeña en tratar a los cuatro personajes como una unidad y estos se organizan para seguir una estrategia común, a pesar del odio existente entre Marta y Raúl, los constantes enfrentamientos de Susana y Marta y el escepticismo de Salvio.


La novela está narrada en primera persona, pero de una forma muy especial, ya que son los cuatro protagonistas quienes nos cuentan la historia alternativamente, lo que propicia una riqueza de perspectivas. El lector debe hacerse una idea de lo que sucede a través de testimonios que muchas veces son contradictorios y que están marcados por las propias relaciones de los personajes, que destilan cinismo, envidia, celos… Y todo ello aderezado por unos secundarios cuyas peculiaridades especiales hacen de la historia una delicia. Para los lectores antiguos, hay un guiño del autor, ya que introduce como secundario a un personaje entrañable que ha protagonizado muchas de sus novelas, y hasta aquí puedo decir.


El desenlace es totalmente inesperado, ya que uno de los personajes no ha dicho toda la verdad y la cuenta al final. Pero la forma en que Maluenda nos conduce hasta él, podríamos decir que es bastante heterodoxa, ya que nos hace pasar por un epílogo del autor en el que es él el que de repente nos habla en primera persona . Después, los personajes se le rebelan. En definitiva, un final espectacular en cuanto a la resolución de la trama y en cuanto a la forma.


Una novela totalmente recomendable plagada de sentido del humor y llena de fuerza. Desde mi punto de vista, una virguería narrativa del autor que profundiza en los sentimientos humanos, poniéndose en la piel de mujeres y de hombres, diferenciando lo masculino y lo femenino y sus intereses encontrados, resolviendo todas las situaciones con éxito.
Valga una muestra del buen humor que destila esta novela:

Frente a la ventana de mi dormitorio hay un solar vallado en el que un día u otro construirán pisos o cualquier otra cosa. Una de las vallas que lo cercan es una superficie lisa y blanca, en ella se entretienen los poetas urbanos, los Van Gogh del espray y os que no tienen otra cosa que hacer que expresar allí sus enloquecidas ideas, debido a que en otro lugar los echarían a patadas. Hay un pequeño espacio que por alguna razón que desconozco parece reservado a mensajes que inciten a la meditación. Cada dos o tres días cambia el mensaje, alguien borra cuidadosamente el antiguo y al poco aparece uno nuevo. Me he acostumbrado a leerlos, en ocasiones tienen mérito. El de aquel sábado decía: “Para vivir fuera de la ley hay que ser honrado. Bob Dylan”.

Debajo estaba la respuesta de alguien que pensaba que él también tenía derecho para emborronar la valla; decía: “Y para ser un psicópata hay que lavarse el pelo tres veces por semana”. Firmaba: “El estilista de Bob Dylan, probablemente tan borracho como él mismo”.

Era posible que Dylan fuera el autor de la primera frase, de lo que no me cabía duda era de que Dylan no tenía estilista.

Se hubiese suicidado.

Al estilista, me refiero.


El autor nos ha hecho descansar de Atila, pero nos ha regalado a ese personaje tan peculiar, el inspector Colomer, que estoy seguro de que volverá a aparecer en alguna de sus futuras novelas. Porque de Luis Gutiérrez Maluenda, siempre queremos más.

(Biografía obtenida de Al revés editorial)

El autor:  Después de dedicarse buena parte de su vida a ejercer de ejecutivo informático, decide abandonar para escribir novelas de género negro. Su primera novela, Putas, Diamantes y Cante Jondo, fue finalista del premio Mejor Primera Novela de 2005 otorgado por la Asociación de Novela Negra y Policíaca Brigada 21. Otras de sus novelas son 806 Solo para adultos, finalista del premio Yoescribo.com, Música para los muertos (2007) y Una Anciana Obesa Tranquila (2009). Ha publicado también ensayos y cuentos en diferentes medios culturales, como las revistas El coloquio de los perros y Prótesis o el fanzine LH’ Confidential; su cuento «Harlem» figura en la antología La Lista Negra que reúne a los nuevos valores de la novela policíaca española. Asimismo, su conferencia sobre la importancia del jazz y el blues en la novela negra, se incluye en el libro Geografías en Negro. Complementa su tiempo asistiendo como invitado a conferencias y mesas redondas en torno a su tema preferido, novela negra, jazz y blues.

Novelas:
La fiesta, (2013)
Ruido de cañerías, (2012)
Un buen lugar para reposar, (2012)
Un caniche blanco muerto, (2012)
Los muertos no tienen amigos, (2011)
Mala hostia, (2011)
El árbol bajo el que siempre llueve, (2011)
Un origen salvaje, (2011)
Una anciana obesa y tranquila, (2009)
Música para los muertos, (2007)
Putas, diamantes y cante jondo, (2005)

lunes, 25 de febrero de 2013

Novela Negra


Al hilo del encuentro literario del pasado jueves 21 de febrero en la Escuela Julián Besteiro, en el que se presentaba la antología de relatos “La ciudad vestida de negro”, hoy me apetece reflexionar sobre el género. En la mesa redonda, magistralmente conducida por la tradicional diligencia del amigo David G. Panadero, los escritores Pedro de Paz y Manolo Nonídez charlaron sobre el género, expresando sus opiniones al respecto, concluyendo que la novela negra no terminará nunca. Que pueden cambiar las condiciones sociales, los formatos, pero que el género no desaparecerá. Estoy de acuerdo.


El crimen es algo inherente al ser humano, al igual que las pasiones. Por tanto, siendo este género el que recoge las pasiones más bajas relacionadas con la conducta criminal, tiene asegurada su continuidad.

Ahora bien, ¿qué es exactamente la novela negra? ¿Hay una definición concreta? Desde mi punto de vista, no, con matices. Dicen los estudiosos que el género debe el nombre a que originalmente fue publicada en la revista Black Mask de Estados Unidos y en la colección Série Noire de la editorial francesa Gallimard. Pero también lo negro califica perfectamente a los ambientes oscuros y a veces asfixiantes de las tramas.

Al igual que un poeta escribe sus mejores composiciones cuando su estado de ánimo está por los suelos, las crisis económicas y el aumento de hechos delictivos son el terreno abonado para la novela negra que, según los expertos, es la mejor manera de hacer crítica social.
Antes de seguir, me gustaría hacer algunas distinciones y voy a mojarme. Generalmente, se tiende a clasificar como novela negra todas aquellas novelas en las que hay un delito y un investigador. Perteneciendo las novelas de Conan Doyle o Agata Christie a esta categoría, según mi opinión, estos textos no tienen nada que ver con los de Chandler o Hammett. Por eso es bastante común hacer unas clasificaciones más específicas y hablar de novela policíaca, novela de intriga, novela detectivesca o novela carcelaria (aquí Edward Bunker y Malcolm Braly lo clavan por tener además de la condición de escritores la de ex convictos). Y atendiendo al lugar en donde se produce el delito, también se puede hablar de otras clasificaciones, como “crimen de habitación cerrada”, típico en las novelas de Christie.


En cuanto a sus orígenes, muchos consideran a Poe el padre del género y a su relato ”Los crímenes de la calle Morgue” (1841) el primer relato policial, y aquí nadie se pone de acuerdo. Desde mi punto de vista, la literatura negra ha existido siempre, porque ¿qué es la narración de Caín y Abel en el Génesis? ¿Acaso no es un relato negro? Por no hablar de los clásicos griegos y los libros religiosos de todas las culturas.

Para mí, la clave del género tal y como lo conocemos hoy está en el crack del 29 y su posterior crisis, donde la novela negra se reinventa debido al inigualable ambiente depresivo como caldo de cultivo, y se populariza. Y el gran maestro en el que se han basado casi todos es Raymond Chandler. También lo es Hammett, pero particularmente prefiero al primero por su estilo ácido. Su detective Philip Marlowe es escéptico y especialmente cínico, con un sentido del humor bastante particular que podríamos calificar de “negro”.

En cuanto a la eterna pregunta sobre si se puede hacer novela negra al estilo del canon en España la respuesta es sí con mayúsculas. El modelo chandleriano es transportable allí donde haya desheredados. Buena muestra de ello son Andreu Martín, González Ledesma y Manuel Vázquez Montalbán en Barcelona, que ha creado escuela no solo en España. Qué decir de Juan Madrid. Particularmente a mí me gustan más los españoles, me pilla más de cerca. Y hay mucha calidad. Particularmente, la situación de crisis actual es el caldo de cultivo ideal para hacer novela negra.

 
No falta talento en las nuevas generaciones que actualmente llenan los anaqueles de las librerías: David Torres, Pedro de Paz, Javier Abasolo, Cristina Fallarás, Jon Arretxe, Montero González, Manuel Nonídez, Javier Márquez, Domingo Villar, Juan Ramón Biedma, Carlos Salem…, etc. Ni editoriales que apuesten por el género: las grandes, como RBA y su premio, Planeta (el último premio a Lorenzo Silva así lo atestigua) o Plaza; y las independientes, como Salto de Página o Al Revés. Esta última ha conseguido una nómina de nuevos escritores que están triunfando: Jordi Ledesma, Carlos Quílez, Víctor del Árbol, Susana Hernández, Alexis Ravelo…, sin olvidar mencionar al maestro, Luis Gutiérrez Maluenda, desde mi punto de vista uno de los mejores narradores del género.


En cuanto a la localización geográfica, Barcelona siempre se ha llevado la palma dentro del mapa negro seguida de Madrid. Pero últimamente, narradores los hay en cualquier parte y buenos. Pongamos como ejemplo Canarias con José Luis Correa y el propio Ravelo entre otros.

martes, 5 de febrero de 2013

Las cartas robadas, de Lorenzo de Médici


Muchas son las ocasiones en las que se habla de géneros, que en el fondo, no es sino una forma de intentar catalogar una novela, dada la costumbre cerebral de inventariar todo lo que nos rodea. Los autores solemos opinar que no pensamos en ello cuando escribimos una novela, que eso de catalogar es más cosa de libreros, aunque solo sea por situar las novelas en una sección o en otra. Y puede ser que así sea en algunos casos, pero yo no estoy del todo de acuerdo. Cuando se acomete un proyecto novelístico, el autor tiene en la cabeza o sobre el papel un esquema y lógicamente, ya que el escritor es antes lector, aunque sea de forma inconsciente, es el primero en catalogar su propio proyecto.


Las cartas robadas (ed. Espasa, 2012), es la cuarta novela de Lorenzo de Médici (también ha escrito ensayos). Para orientar al lector, podríamos decir que es una novela que cabalga entre el siglo XVII y la actualidad. Podemos decir que es una novela histórica, ya que narra hechos relacionados con María de Médicis, conocida como la reina madre y antepasada del propio autor. Pero a la vez es una novela negra, ya que los hechos que se narran en la actualidad tienen que ver con una intriga alrededor de un asesinato con investigación policial. Son varios los autores que están conjugando el género negro con el histórico cosechando un más que merecido éxito.


Las cartas robadas comienza con el viaje de Ann Carrington, profesora de historia de la Universidad de Brown en Estados Unidos, hasta Italia. El motivo del viaje es la relación por carta de la profesora con Gianni Scopetta, un erudito profesor de la universidad de Florencia que asegura tener documentos históricos relativos a unas cartas secretas de María de Médicis que nunca han visto la luz. Ann decide viajar a Italia a pesar de que la relación con el profesor se ha producido única y exclusivamente por correo electrónico, pero puede más su necesidad de documentarse sobre la reina madre para un ensayo que está escribiendo. Cuando llega a Italia, el profesor no acude a la cita. Más tarde, se entera de que el profesor ha sido asesinado en plena calle. A partir de aquí, junto al inspector de Policía y la viuda del profesor, Ann se verá involucrada en una investigación en la que poco a poco se darán cuenta de que no están solos y en donde nada es lo que parece.

Lorenzo va encajando con habilidad capítulos que nos remontan al año 1623, en donde María de Médicis planea un proyecto secreto para volver al poder. Aleccionada sobre toda clase de intrigas palaciegas, sabe que no puede fiarse de nadie, ni siquiera de las personas de su entorno. Además es víctima de un chantaje por parte de un misterioso personaje y vigilada de cerca por el cardenal Richelieu. Por una serie de circunstancias, confía en Rubens, a quien ha encargado la decoración de la galería del palacio de Luxemburgo. El pintor idea un código criptográfico que le servirá en las comunicaciones con la reina, pero esta desconoce que Rubens es a su vez espía de la infanta Isabel Clara Eugenia, que bierna los Países Bajos en nombre de su sobrino, el rey Felipe IV de España.
 
 
Las dos tramas caminan hacia un desenlace inesperado, resuelto con soltura por el autor, en el que presente y pasado se entremezclan para abordar temas recurrentes en la historia de la literatura: amor, odio, codicia, envidia... El autor utiliza para narrar los hechos la técnica del narrador omnisciente, así que conoce todos los hechos y los va dosificando componiendo un ritmo de lectura ameno y ágil, incrementando las dosis de intriga y haciendo que el lector quiera saber más y desee en cada capítulo relacionar los hechos que suceden en la actualidad con los que ocurren en el pasado.
Si os gusta la novela histórica y el género negro, aquí tenéis una novela altamente recomendable que no os decepcionará.

Libros del autor:

1          Las cartas robadas
2          El amante Español
3          El secreto de Sofonisba
4          La conjura de la reina
5          Guias de viaje Lorenzo de' Medici · Florencia y Toscana
6          Guias de viaje Lorenzo de' Medici · Campos de gof de España
7          Los Médicis - Nuestra historia

El autor:

Lorenzo de Médicis es descendiente directo de la familia Médicis, una de las más importantes de la Historia, cuyo mecenazgo impulsó la creación de las más grandes obras del Renacimiento. nació en Milán (Italia) y pasó su infancia en Suiza. Ha vivido en Estados Unidos y en varios países europeos, residiendo en España desde hace más de una década. Habla seis idiomas.

En la actualidad, presenta una serie de documentales televisivos en Alemania sobre temas históricos. También colabora en prensa y radio.