Casa Julio es un bar situado en la calle Madera, en pleno barrio de Malasaña de Madrid. No dejaría de ser un pequeño bar del montón, si los caprichosos músicos de U2 no lo hubieran elegido como escenario para una sesión fotográfica en el 2000. Sí, allí estuvieron Bono, The Edge y los demás tomando unas croquetas y unos vinos, departiendo con Maite Gil, de 68 años, y su hijo José Torres. Y se fotografiaron con ellos; y los U2 están colgados en sendas fotografías que penden de escarpias clavadas en la columna del local. Y José, si le preguntas, cuenta anécdotas. Y Maite dice que Bono le besó las dos manos con ternura.
Como mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, acababa de llegar a Madrid y yo le conté la historia de Casa Julio, y como quiera que tanto ella como yo somos fans del grupo irlandés, decidimos darnos una vuelta por la calle Madera. Al llegar, a Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, le llamó la atención la portada del local, y la verdad que era preciosa. Foto va y foto viene. Y yo que le entro a un nota que fisgoneaba por allí para que nos haga una foto juntos. Y que veo que habla igual que yo, me refiero al acento. Y el menda que me dice que me conoce, que si soy de Canillejas. Y le digo que sí, vamos que vivíamos hace años calle con calle. Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, se sorprendió de que en Madrid supiéramos reconocer los acentos de los diversos barrios, pues sí, hasta ahí llegamos.
Entré con mi amiga al bar después de las fotos y nos sentamos en la mesa de la esquina. No había gente, era un día de diario, aunque los dueños aseguran que los viernes por la noche, si no reservas mesa no hay nada que hacer. Que vienen italianos, franceses y hasta australianos a ver el bar en el que estuvieron los U2. Y Maite y José tan contentos, porque así venden vino y croquetas. Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, y yo tomamos croquetas y vermús y, créanme, delicioso. Lo bueno es que Maite no hace las croquetas en la cocina, sino en una de las mesas, al lado de los clientes. Y el perro, que supongo que es de los dueños, a su bola. Lo mismo olisqueando la parte baja de la barra que sentado en una silla frente a una mesa.
Pero lo mejor, tengo que decirlo, no fueron las fotos, ni las croquetas, ni el perro, ni mi colega de Canillejas. Lo mejor fue la colección de sonrisas que me llevé de mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, que a cada sensación, toma, sonrisa que te crió, y es experta en experimentar sensaciones. Qué alegría, niña. Nunca pierdas mi número de móvil.
Como mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, acababa de llegar a Madrid y yo le conté la historia de Casa Julio, y como quiera que tanto ella como yo somos fans del grupo irlandés, decidimos darnos una vuelta por la calle Madera. Al llegar, a Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, le llamó la atención la portada del local, y la verdad que era preciosa. Foto va y foto viene. Y yo que le entro a un nota que fisgoneaba por allí para que nos haga una foto juntos. Y que veo que habla igual que yo, me refiero al acento. Y el menda que me dice que me conoce, que si soy de Canillejas. Y le digo que sí, vamos que vivíamos hace años calle con calle. Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, se sorprendió de que en Madrid supiéramos reconocer los acentos de los diversos barrios, pues sí, hasta ahí llegamos.
Entré con mi amiga al bar después de las fotos y nos sentamos en la mesa de la esquina. No había gente, era un día de diario, aunque los dueños aseguran que los viernes por la noche, si no reservas mesa no hay nada que hacer. Que vienen italianos, franceses y hasta australianos a ver el bar en el que estuvieron los U2. Y Maite y José tan contentos, porque así venden vino y croquetas. Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, y yo tomamos croquetas y vermús y, créanme, delicioso. Lo bueno es que Maite no hace las croquetas en la cocina, sino en una de las mesas, al lado de los clientes. Y el perro, que supongo que es de los dueños, a su bola. Lo mismo olisqueando la parte baja de la barra que sentado en una silla frente a una mesa.
Pero lo mejor, tengo que decirlo, no fueron las fotos, ni las croquetas, ni el perro, ni mi colega de Canillejas. Lo mejor fue la colección de sonrisas que me llevé de mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras, que a cada sensación, toma, sonrisa que te crió, y es experta en experimentar sensaciones. Qué alegría, niña. Nunca pierdas mi número de móvil.
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