Negros nubarrones se ciñen a mi alma podrida,
y arrastro mis desgracias por la vida infortunada,
tirito de frío aun habiendo buena temperatura,
si no te veo me muero, y se te veo me desvanezco,
observo en los espejos el despojo humano en el que me he convertido,
y concluyo que mi desgracia fue el haberte conocido.
Espío desde las esquinas de los callejones del puerto,
y sólo veo podredumbre en el ambiente.
Cuando no puedo soportar más cuota de desgracia,
enfilo la escalera del sucio y maloliente portal,
y vuelvo a recordarte mientras subo las escaleras,
me siento en el salón y, a la luz de una vela, escribo poemas malditos.
¡Poemas malditos! ¡Versos retorcidos! ¡Estrofas explosivas!
Poemas hirientes, amargos, vacíos, solitarios y heridos,
poemas sangrantes que crean una atmósfera de vacío,
olor a cera corrompida, aromas de perfumes malditos,
incienso reparador que calma mis sentidos,
cigarros humeantes que cargan aun más el ambiente.
Hoy te vi de lejos y en vez de acercarme me quedé paralizado,
mis piernas no respondían y me desmayé.
Al despertar no estabas y yo estaba sucio y compungido,
me fui a casa y otra vez, una y otra vez, más poemas malditos,
la vela, el cigarro el incienso y miserias, sólo miserias,
y más y más versos retorcidos y estrofas explosivas.
¡Maldita seas, por siempre! Y que maldita sea tu sonrisa.
Y que mi alma no se recupere nunca, ya sólo gozo escribiendo,
y para eso tengo que estar maldito, para escribir poemas malditos,
para escupir versos retorcidos que hablen de tu maldad estudiada,
y escucho a Eric Clapton y sus canciones malditas,
y me emborracho hasta caer fulminado.
A la mañana siguiente despierto aturdido,
y en mi mano hay una hoja arrugada y manchada,
llena de poemas malditos de versos retorcidos
versos insultantes, versos podridos, versos prostituidos,
versos que hablan de ti, sólo de ti,
versos malditos que airean tu rostro maldito.
y arrastro mis desgracias por la vida infortunada,
tirito de frío aun habiendo buena temperatura,
si no te veo me muero, y se te veo me desvanezco,
observo en los espejos el despojo humano en el que me he convertido,
y concluyo que mi desgracia fue el haberte conocido.
Espío desde las esquinas de los callejones del puerto,
y sólo veo podredumbre en el ambiente.
Cuando no puedo soportar más cuota de desgracia,
enfilo la escalera del sucio y maloliente portal,
y vuelvo a recordarte mientras subo las escaleras,
me siento en el salón y, a la luz de una vela, escribo poemas malditos.
¡Poemas malditos! ¡Versos retorcidos! ¡Estrofas explosivas!
Poemas hirientes, amargos, vacíos, solitarios y heridos,
poemas sangrantes que crean una atmósfera de vacío,
olor a cera corrompida, aromas de perfumes malditos,
incienso reparador que calma mis sentidos,
cigarros humeantes que cargan aun más el ambiente.
Hoy te vi de lejos y en vez de acercarme me quedé paralizado,
mis piernas no respondían y me desmayé.
Al despertar no estabas y yo estaba sucio y compungido,
me fui a casa y otra vez, una y otra vez, más poemas malditos,
la vela, el cigarro el incienso y miserias, sólo miserias,
y más y más versos retorcidos y estrofas explosivas.
¡Maldita seas, por siempre! Y que maldita sea tu sonrisa.
Y que mi alma no se recupere nunca, ya sólo gozo escribiendo,
y para eso tengo que estar maldito, para escribir poemas malditos,
para escupir versos retorcidos que hablen de tu maldad estudiada,
y escucho a Eric Clapton y sus canciones malditas,
y me emborracho hasta caer fulminado.
A la mañana siguiente despierto aturdido,
y en mi mano hay una hoja arrugada y manchada,
llena de poemas malditos de versos retorcidos
versos insultantes, versos podridos, versos prostituidos,
versos que hablan de ti, sólo de ti,
versos malditos que airean tu rostro maldito.
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