Muestro mis manos a la vida muerta,
veo las sombras que me acechan pertinaces,
capto los sonidos espectrales del averno,
que me susurran cantos de miserias,
y cuando me retiro a mis aposentos,
todo se viene conmigo perturbando mis sueños.
Me despierto cada hora creyendo en el amanecer,
pero el amanecer no llega nunca,
sueño con trombas de lluvia negra,
con relámpagos y truenos grises,
con ruidos ensordecedores,
y me tapo todo el cuerpo con las sábanas.
¡Quiero que acabe la pesadilla!
me creo que no voy a volver a verte,
observo el filo de mi navaja al encender la luz,
y escapo de la habitación entre espesas tinieblas.
Bajo a la calle y no hay nadie, tengo miedo,
camino unos metros para comprobar que no hay nada.
Al volver a la habitación estoy sucio y mojado,
pero ya no hay oscuridad,
los demonios se han desvanecido,
de las pesadillas no queda nada,
marco el número de tu teléfono,
y cuando nadie lo coge,
me doy cuenta de que no existes.
¿Cómo he podido olvidarlo, Ángel Negro?
Ya sé, la pesadilla es recurrente,
y estoy seguro de volver a olvidarlo esta noche.
Volveré a inventarte, regocijándome en tu sonrisa,
de porcelana, de brillo cerúleo, aterciopelada,
y volveré a creer que existes.
Te echaré mucho de menos,
gritaré que no te vayas, aunque no existes,
pero apareces, te muestras y me controlas,
y, en el amanecer, los rasgos de tu rostro se esfuman,
dejan el vacío en mi alma negra,
y me desgañito buscándote, Ángel Negro.
Dime, ¿qué puedo hacer?
veo las sombras que me acechan pertinaces,
capto los sonidos espectrales del averno,
que me susurran cantos de miserias,
y cuando me retiro a mis aposentos,
todo se viene conmigo perturbando mis sueños.
Me despierto cada hora creyendo en el amanecer,
pero el amanecer no llega nunca,
sueño con trombas de lluvia negra,
con relámpagos y truenos grises,
con ruidos ensordecedores,
y me tapo todo el cuerpo con las sábanas.
¡Quiero que acabe la pesadilla!
me creo que no voy a volver a verte,
observo el filo de mi navaja al encender la luz,
y escapo de la habitación entre espesas tinieblas.
Bajo a la calle y no hay nadie, tengo miedo,
camino unos metros para comprobar que no hay nada.
Al volver a la habitación estoy sucio y mojado,
pero ya no hay oscuridad,
los demonios se han desvanecido,
de las pesadillas no queda nada,
marco el número de tu teléfono,
y cuando nadie lo coge,
me doy cuenta de que no existes.
¿Cómo he podido olvidarlo, Ángel Negro?
Ya sé, la pesadilla es recurrente,
y estoy seguro de volver a olvidarlo esta noche.
Volveré a inventarte, regocijándome en tu sonrisa,
de porcelana, de brillo cerúleo, aterciopelada,
y volveré a creer que existes.
Te echaré mucho de menos,
gritaré que no te vayas, aunque no existes,
pero apareces, te muestras y me controlas,
y, en el amanecer, los rasgos de tu rostro se esfuman,
dejan el vacío en mi alma negra,
y me desgañito buscándote, Ángel Negro.
Dime, ¿qué puedo hacer?
¿Qué es lo que vas a hacer?
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