Pájaros oscuros que voláis sin rumbo,
que me atormentáis sin tregua,
que hincáis vuestras garras en mi alma,
que picáis las migajas de mi espíritu,
y desgarráis mis entrañas,
y me insufláis pensamientos malignos,
abandonad vuestra labor,
poned fin a la caza de mi ser,
dejadme pensar en el descanso eterno,
¡volad! ¡Sobrevolad el Infierno!
Pero no me lo traigáis,
yo, ya, bastante tengo.
Pájaros oscuros del profundo Averno,
ya no os temo, pero estoy cansado,
ya no soporto las recurrentes pesadillas,
las noches negras de insomnio,
la oscura luna de plata,
los filamentos secretos,
que guían vuestra malvada ruta,
vuestros perversos planes de vuelo,
lo he perdido todo,
mi vida y mi reposo perpetuo,
desclavadme las astillas,
de mi corazón sempiterno.
Medito sobre el fuego,
ya no me quemo,
mi alma es de amianto,
mi cerebro está hueco,
vacío de pensamientos ostentosos,
inundado de canales fétidos,
medito con la mente soliviantada,
camino levitando sobre el asfalto espeso,
humeante y maloliente,
y no me encuentro,
sólo alcanzo a ver vuestro siniestro vuelo
de pájaros de mal agüero.
Pájaros oscuros de aciagas sombras,
que proyectáis sobre mí la podredumbre,
que me hacéis sudar sangre,
dadme una licencia,
licencia para transgredir esta infausta existencia,
y traspasar el umbral de lo banal, de lo ingrato.
Avanzar por senderos de miseria
no me reporta nada
sino más putrefacción, más hedor,
más tormento infructuoso,
¿dónde está la luz?
Ya no lo recuerdo.
Pájaros oscuros del negro cielo,
que descendéis sobre mí como posesos
ávidos de mi carne y de mi espíritu,
ya no me que da ni un gota de cordura,
no hablemos de la razón,
olvidada en alguna esquina
de este sendero de lágrimas,
ojalá encuentre pronto mi destino,
ojalá aún esté a tiempo de entrar en el túnel
y ver el halo luminoso de la escapatoria indemne,
libre, libre por fin,
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