Pues anda, que no le ha quedado bonito el artículo sobre el silencio a mi amiga Virtudes, la Niña Poeta, la niña de Algeciras. Y la ilustración, una fotografía que sacamos en la Almoraima, es tremendamente significativa, por lo simbólico de los puentes. A mí no se me había ocurrido ver el asunto desde esa perspectiva, la del maltrato del silencio, pero ella es así de original y talentosa. Y lleva mucha razón, en todo lo que dice. Seguramente, todos hemos sufrido alguna vez ese maltrato: de un amigo, de un conocido, de un compañero, de la pareja... Y qué mal se pasa, como me decía ella ayer mismo, cuando llamas a alguien a quien quieres y no te cogen el teléfono, o cuando notas que te hacen el vacío, o que te dan de lado.
Veo la fotografía del puente como eso, como un puente entre dos percepciones, entre dos sensibilidades, entre dos personas. A veces, nadie cruza el puente, pero otras, alguien da el paso. Si no se cruza es por miedo, miedo a ser ignorado, como ocurre en tantas ocasiones, miedo al maltrato del silencio. Pero opto por arriesgar. Prefiero dar el paso a quedarme preguntándome toda la vida “qué habría pasado si...”, salvo que sepa positivamente que aunque dé el paso voy a encontrarme con el mencionado maltrato, tampoco soy tendente a hacer el ridículo.
Un puente simboliza muchas cosas. También puede significar el espacio que se abre entre dos personas con el paso del tiempo, un puente de incomunicación del que ni siquiera sabes cuándo empezó a tenderse ni por qué y que, a veces, resulta ya insalvable.
Pero también puede simbolizar el paso a otra vida, una vida nueva después de una vida monótona e insostenible.
Me quedo con esta última visión, la más optimista de las que he descrito. Y espero que tú, Niña, hagas lo propio. Lo dicho, nunca pierdas mi número de móvil.
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