Los anaqueles de mi inventario están llenos de experiencias que han ido conformando mi personalidad a base de cincel. No siempre sigo pautas derivadas de este a veces absurdo almacén, pero esas vivencias acaban igualmente en esos anaqueles en los que se acumula el polvo. Un bagaje absurdo si pensamos que solo existe el presente, si sabemos que lo único cierto es la muerte, si creemos, como es mi caso, que la vida nos ata con riendas a veces no deseadas, pero necesarias para conservar la cordura.
Lo que queda cuando alguien ya no está son recuerdos. Hologramas que reaparecen en nuestra memoria de acceso aleatorio e inoportuno a veces. Imágenes veladas de vivencias que quedan indelebles en algún rincón de la complejidad de nuestros sentimientos. Y también palabras, palabras que no se llevó el vientos y quedaron aprisionadas para reverberar eternamente en las mentes de quienes tuvieron relación con la persona desaparecida.
4 comentarios:
Paco,en este escrito te siento perdido,espero que solo sea en ese banco.Dices tanto en tan poco.
Un beso,gualda.
Has descrito la vida tal cual. ¿Quién sabe adónde le llevará el destino?
Besos!
Blanca
No soy yo, Gualda, es mi personaje. Aunque todo personaje tiene algo de su creador, claro. He iniciado una serie de reflexiones que, bajo el título de "Mi banco del parque", hace este personaje y que colgaré a diario. Espero que te gusten.
Quién sabe, Blanca, quién sabe.
Besos a las dos.
Uno vive con mucha pasión, ideales y sueños luego, luego de un largo rato de vivir, la vida se construye día a día.
Saludos
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