Me apunté al curso porque soy admirador de su obra, para ver qué es lo que tenía que decir el padre de Toni Romano, su personaje, un antihéroe que trabaja en cobro de impagados y que, entre medias, resuelve casos propiciando cada una de las novelas de Juan. Un personaje chandleriano que no vive en Los Ángeles sino en Madrid, en la calle Esparteros, y cuyas andanzas nos llevan por la calle Toledo, la Plaza Mayor, la calle Postas, la calle Carretas y un sinfín de lugares como restaurantes baratos y clubs de alterne, mostrándonos una variedad de personajes nobles, héroes y villanos que transitan por inframundos que se hallan en las lindes de la razón.
Juan Madrid nos ha enseñado en esta semana como afrontar la escritura de una novela. Nos ha enseñado la teoría clásica que está en los libros, pero que carece de importancia si no te la cuenta alguien como Juan, con sus gestos, con el énfasis característico de sus explicaciones, con los ejemplos prácticos que han ido surgiendo de su inagotable imaginación y con los trucos de escritor viejo y experimentado que nos ha regalado.
Al definir la Literatura no recurrió a las definiciones clásicas. Nos dijo que la Literatura es amor, amor por el oficio de escribir, dedicación a documentarse, a leer y a escribir. Contestó a nuestras preguntas y resolvió nuestras dudas entre explicaciones y más explicaciones. Su forma de enseñar es un tanto anárquica, porque creo que sabe tanto que cuando está explicando una cosa se le viene otra a la cabeza. La anécdota fue que se apostó con una alumna un libro a que no había un monólogo de Chéjov en contra del tabaco.
Al terminar el curso quisimos aplaudirle, pero nos lo impidió mostrándonos su modestia y su timidez. Minutos más tarde en el Paraíso del Jamón nos habló de novelas, de escritores, de agentes literarios, de editoriales, de anécdotas de cuando era redactor de Cambio 16 y de Historia de España. Fue todo un placer escucharle. Y no fueron diez minutos, nos regaló más de una hora alrededor de una mesa en la que él parecía un maestro y nosotros sus alumnos que escuchábamos como chiquillos ensimismados el repertorio de historias y de anécdotas. A mí hasta me dio tiempo a cumplir una promesa, porque después de cinco días tomando café en el mesón rodeado de jamones, me pedí un bocadillo de jamón de bellota y un Rioja que estaba riquísimo, mucho más rico en tanto que fue degustado acompañado por el delicioso sonido de las palabras de Juan Madrid. Un escritor español como la copa de un pino, un maestro excelente que, al salir del mesón nos dio la mano a todos, se despidió y le preguntó el nombre y el apellido a la compañera que se había apostado con él un libro. Después le dijo que pasara cuando quisiera por la librería Fuentetaja a recoger la novela de “Adiós, princesa”, que se la había ganado, y que estaría esperándola en la librería. Gratis.
Gracias, maestro.
4 comentarios:
Buena semblanza, Paco. Y qué envidia. Un saludo.
Un abrazo, José Manuel.
Estás en todo lo tuyo. Me alegro por ti, Paco.
Un saludo murciano.
Gracias, Ginés. Otro saludo para ti desde Madrid. Un abrazo.
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