Pero “Estudio en escarlata” también es el nombre elegido por unos libreros entrañables y simpatiquísimos para bautizar su librería, que lleva abierta desde el año 2004 en la madrileña calle de Guzmán el Bueno. Es una librería temática de género negro aunque el cliente puede comprar cualquier novela que esté en el mercado de cualquier otro género. El establecimiento no es muy grande pero el espacio está optimizado y las obras clasificadas de forma que el cliente encuentra lo que busca sin dar muchas vueltas. Y si no lo encuentra, basta con preguntar a los libreros, que te atienden con una sonrisa y una erudición fuera de lo común. En la planta baja, al fondo, y enmarcada por las portadas de dos pastiches de Sherlock Holmes, podemos ver una estantería dividida en tres partes: Damas del crimen, Policíaca y Negra. Al lado, todos los casos de Maigret de Simenon. Y, en general, se puede recorrer la estancia para, de un vistazo, encontrar a todos los autores agrupados por géneros.
Pero la librería, aparte de vender, es un museo de libros en el que en poco más de diez minutos uno puede cursar un máster sobre el género y adivinar los clásicos que se entremezclan con los modernos. Se puede pasear entre los estantes y automáticamente varios nombres van resonando en la mente del visitante: John Connolly, Michael Connelly, Ágata Christie, Bukowsky, Craig Russell, José Carlos Somoza, Juan Madrid, Fred Vargas, Raymond Chandler, Hammett, Andrea Camilleri, Domingo Villar...
Quizá lo mejor de la librería es que presenta eventos de forma cíclica y regular: Clubs de Lectura y presentaciones, acompañadas de un vinito con patatas o tortilla. Cada sábado o viernes hay una lo que nos permite a los lectores contactar y charlar con los autores. La última, ayer mismo: presentación de “La mano izquierda del diablo”, de Paolo Roversi, con presencia del autor y acompañado por uno de los escritores españoles del género más laureados, David Torres. Como no había mucha gente, cosas del puente del Pilar, estuvimos como en familia, y pude charlar con Paolo. Aunque sinceramente, lo que más ilusión me hizo fue conocer y charlar con David, padre de la saga de Roberto Esteban. David nace en el 66, como yo, y hay otra afinidad. El territorio de su personaje es el barrio de San Blas, patria chica de David, y yo soy de al lado, Canillejas. Cuando leí “El gran silencio” y “Niños de tiza” me pareció estar leyendo a Chandler y a Juan Madrid, pero el escenario no era Los Ángeles ni el Madrid de Juan, sino el Madrid periférico que había sido mi hábitat en mi adolescencia y juventud. No pude evitar preguntarle si habría otra novela protagonizada por Roberto Esteban, a lo que me respondió que sí, pero que entre medias habría otra cosa.
Después del acto, los libreros nos invitaron a una copita de Lambrusco, en homenaje a Paolo Roversi y a otra de Peñascal, para que el italiano probara un vino español.
Después abandoné la librería entre apretones de manos y me marché hacia Andrés Mellado. Mientras degustaba un Rioja y un bocadillo de jamón ibérico en “El barril de Argüelles” pude comprobar la dedicatoria que me hizo David en su novela de “El gran silencio”: “Para Paco, con cariño, este puñetazo al hígado. Y un abrazo”. Antes de irme a casa me tomé un café irlandés en el pub “El tambor”. Casi lo hacen tan bien como en el “Seis Peniques”. Aunque hay que reconocer que quienes lo hacen bien son los de “Estudio en Escarlata”.
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