José Luis López Vázquez se ha ido para siempre. Hacía tiempo que no estaba bien, ya lo pudimos ver en aquella gala de los Goya del 2004 en la que le premiaron por su carrera. Una trayectoria difícilmente igualable y un actor genialmente versátil, capaz de interpretar el papel más dramático, como el que protagonizó en “Mi querida señorita”, o ser un personaje de comedia hilarante, como el padrino de “La familia, bien gracias”. Pero es que también fue hombre lobo, ladrón de atracos a las tres o el terror de las suecas en las comedias de la transición. Por no hablar de sus papeles en innumerables en obras de teatro o apariciones televisivas.
No fue un galán, más bien parecía un señor normal de los que te encuentras en el Metro. Tampoco se vendía en las revistas del corazón. No le hacía falta ni una cosa ni la otra. Llevaba dentro lo que muy pocas personas tienen: arte y genialidad. Ni siquiera era hijo de actores. Era hijo de modista y de un funcionario que abandonó el hogar obligando a todos los miembros de la familia a buscarse la vida. Y perteneció a una generación a la que le tocó vivir la Guerra Civil y sus consecuencias.
Nos hizo reír hasta la extenuación y también llorar. Hasta nos hizo pasar miedo. Nos hizo experimentar todas las sensaciones que diversos tipos de actores hacen sentir a su público. Pero él sólo era uno, un actor polifacético dotado con un don, el de interpretar cualquier tipo de papel en cualquier época y lugar.
Gracias, amigo. Y..., buen viaje.
1 comentario:
Es curioso, a mí me pasó algo similar, después de ver la cabina tuve varias pesadillas con ese tema. Era un actor estupendo.
Saludos
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