Al salir del Metro de Latina, no llegué a caminar ni 100 metros cuando ya tenía la punta de la nariz helada. Me quité un guante para encender un cigarro y me volví a enfundar la mano como si me fuera la vida en ello. Nada más andar un trecho de la calle Embajadores me metí en un bar y me pedí un café con leche caliente y me calenté las manos con el vaso.
Volví a encaminar mis pasos hacia la librería Traficantes de sueños y nada más llegar fui consciente del frío que iba a pasar durante dos horas y media, ya que la librería adolece de calefacción. ¡Cuántas gripes se habrán incubado en ese templo de lo negro! Yo mismo cogí una el año pasado. Pero aun así, a los que nos gusta esto, damos por buena cualquier contingencia con tal de nutrirnos de los actos programados por Manolo Rodríguez, culpable de que estemos enganchados a estos eventos. Al llegar nos saludamos y estuvimos hablando un rato junto a otra contertulia habitual. Manolo estuvo muy atento al preguntarme por mi novela y por el resultado de mi presentación. Se quedó bastante sorprendido cuando le regalé un ejemplar.
También pude saludar a Enrique Bienzobas y a David G. Panadero, ambos hombres de sombrero en lo alto. Y todavía me dio tiempo a fumarme medio cigarro fuera antes de acomodarme comprobando que la temperatura iba bajando.
La velada comenzó con los toque de jazz de Bennie Moten que nos amenizaron la espera. Después, Manolo nos presentó a David G. Panadero, habitual de los saraos literarios de Traficantes, que en esta ocasión venía a hablarnos sobre las novelas populares de kiosco que durante las décadas de los sesenta y setenta, sobre todo, hicieron las delicias de un público que, a falta de televisión y, en muchos casos, incluso de radio, se entregaba a la lectura. Eran las novelas rosas de Corín Tellado, las del Oeste de Silver Kane o Estefanía, las de Terror de Peter Kapra, las de marcianos de George H. White... , e incluso las de espías. La erudición de David dejó paso a la presentación de su novela “Los viejos papeles”. Una novela que ya ha sido presentada en Estudio en escarlata y en la Casa del libro de Madrid. Nos contó que ha querido hacer un homenaje a la novela popular de las mencionadas décadas y doy fe de que lo ha conseguido. El libro tiene 170 páginas y el formato de aquellas novelitas de kiosko. Los personajes son un joven periodista y un viejo escritor que escribió cientos de novelas en el pasado, de esas que la gente compraba, cambiaba o, sencillamente, las dejaba abandonadas en un retrete o en un banco público. Según nos comentó y, por lo que se pudo leer entre líneas, tanto los personajes como sus vivencias tienen mucho de autobiográfico y de paralelismos con ciertos amigos del autor. La novela empieza justamente con el encuentro entre esos dos personajes tan aparentemente distintos entre sí pero con más cosas en común de lo que se pueda pensar al principio. Y el ritmo narrativo, la caracterización de personajes y la construcción de las tramas son excelentes para un novelista novel como David.
A continuación, Blas, el librero de Traficantes, nos habló de la vida de Edward Bunker, un hombre que empezó a entrar y salir de los reformatorios siendo un crío para pasar a ser un habitual “inquilino” de las cárceles estadounidenses. Rebelde hasta más no poder, este hombre siempre se interesó en participar de las revistas que se hacían en los penales en los que cumplió condena. Le gustaba leer y, como le sobraba tiempo, se convirtió en lector compulsivo y más tarde en novelista. Alabado por escritores de la talla de James Ellroy, publicó varias novelas hasta su muerte en 2005. Atrapado en una vorágine de condenas, huidas y libertades condicionales, acabó reformándose y llegó a participar como actor y guionista en más de una veintena de películas. Quizá la más recordada es la aparición de Bunker en “Reservoir dogs”, de Quintin Tarantino, como el señor azul. Publicó siete novelas que incomprensiblemente estaban sin traducir en España hasta que la editorial Sajalín puso remedio a este fallo publicando en 2009 “No hay bestia tan feroz”, aunque bien es cierto que la editorial Argos Vergara la había publicado en 1978 con el título de “Libertad condicional”, coincidiendo con el estreno de la película protagonizada por Dustin Hoffman. Sajalín, una editorial pequeña, ante el éxito de la novela traducida, ha publicado en 2010 “Stark” y “Perro come perro”, novela en la que Blas se centró para concluir su disertación, ya que ha sido la última publicada. Una historia de ex presidiarios, como todas las de Bunker. En este caso con Troy como principal protagonista, un hombre inteligente procedente de una familia bien, pero dedicado toda su vida al crimen; y acompañado por Mad Dog, un psicópata que pierde el control cuando menos se espera, y Diesel, un gigantón cuya principal habilidad es trabajar de matón.
Después de la presentación de Blas, tomo asiento junto a Manolo la recientemente galardonada con el Premio LH confidencial, Cristina Fallarás, por su novela “Mis niñas muertas”, un libro que verá la luz próximamente. En este caso venía a hablarnos de su novela “Así murió el poeta Guadalupe”. Aunque por la intervención de una chica del público que hizo la observación de que muchos periodistas se estaban metiendo a novelistas y que preguntó que si en los periódicos se hacía Literatura, Cristina empezó hablando de los medios de comunicación. Y lo hizo de forma tajante con un categórico “no” a lo literario de los periódicos. Es más, renegó de las actuales normas que rigen las redacciones de los diarios, que si antaño dedicaban fondos para pagar una investigación periodística, durase lo que durara, hoy en día quieren columnistas que hablen cada día de un tema, lo que ha hecho disminuir la calidad en la información. También nos habló de Wilileaks y de cómo los periódicos han obviado sistemáticamente las informaciones vertidas por este canal. Asimismo vaticinó la desaparición de los periódicos tal y cómo los conocemos dando dos razones: 1) que los jóvenes de hoy en día no leen periódicos; y 2) que la información que suministran los diarios por la mañana, al quedar prisionera de forma impresa, ya está muerta a la hora de consumirla.
También nos habló de lo deleznable de las torturas, especificando que no se refería a un mamporro ocasional propinado por un policía a un delincuente, sino a la tortura sistematizada en determinados regímenes de todo el globo y a los torturadores formados meticulosamente en esta “disciplina” según diversos manuales. La tortura, un tema recurrente en sus novelas, la inquieta personalmente ya que, según confesó públicamente, su propio marido padeció la tortura en los pabellones de la muerte.
Para concluir, nos habló de la novela que venía a presentar. Una historia que comienza en la redacción de un periódico a la que llegan unas cintas de una entrevista realizada a una enferma en un sanatorio mental, pero a la que deliberadamente se le han borrado las preguntas. El contenido de las cintas, rebela la fascinación de esa mujer por unos sudamericanos recién desembarcados en pleno régimen franquista, rodeados de boleros, mariachis, mujeres y ademanes mundanos. Pero que sin embargo llevan consigo una historia de torturas y de muerte.
Al término de su intervención, esta zaragozana afincada en Barcelona desde hace muchos años, un terremoto de mujer, apasionada en sus aseveraciones, fue largamente aplaudida. Me sorprendí de que se viniera para mí y me diera un abrazo porque no tenía el placer de conocerla personalmente, aunque sabíamos el uno del otro por Internet. Aproveché para que me firmara el libro y mientras ella continuaba hablando con sus lectores, me acerqué a David G. Panadero para felicitarle por su novela, ya que la estoy leyendo ahora y me está gustando mucho. También me despedí de Manolo, quien me prometió leer mi novela. Y, finalmente, me despedí de Cristina. Lástima que tuviera la cena comprometida, porque le dije que me iba a tomar un pincho y un vino por la Plaza Mayor y me dijo que le hubiese gustado acompañarme.
Así que terminé solo, aunque lleno, por una tarde maravillosa, comiéndome unas croquetas de cocido caliente y una copa de Rioja en la Taberna de San Isidro, entrando por fin en calor. Que no solo de Literatura vive el hombre.
2 comentarios:
Eres un monstruo, Paco. Tus reseñas son excepcionales.
Abrazos.
Gracias, Pedro. Sabes que considero que, viniendo de ti, el halago es doble. Un abrazo.
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