El inspector Antonio Parras, de homicidios, entró en el edificio en ruinas que había sido el matadero dando una patada a los tablones que había en el hueco de una de las puertas de entrada. Casi se cae por el impulso de la patada, un esfuerzo muy superior al necesario para romper unos tablones medio podridos. Uno de los confidentes habituales le había dicho que muchas prostitutas utilizaban el antiguo matadero como picadero, así se ahorraban la habitación. El sitio era cutre, estaba sucio y olía a orines. El inspector no se hacía a la idea de cómo alguien podía realizar allí actos sexuales. Pero, claro, la prostitución de la zona tampoco era de lujo, los clientes no eran precisamente ricos. A veces ni siquiera tenían un trabajo.
Avanzó temiéndose lo peor. Hacía dos días que nadie veía a Laura. Había objetos por todos los lados, algunos inverosímiles. El inspector tuvo cuidado de no pisar ninguna jeringuilla. Después de recorrer la planta baja subió una altura más. Había transcurrido media hora cuando el inspector se topó con un zapato rojo de tacón. Unos minutos después vio un pie desnudo asomando por debajo de una puerta que había en el suelo. La apartó y contempló la espalda desnuda de una mujer. El espectáculo no era agradable. El cuerpo de la chica estaba desnudo y presentaba mordeduras que presuntamente serían de las ratas que habitaban el edificio. Extrajo unos guantes de látex de su bolsillo, se enfundó las manos y dio la vuelta al cuerpo. Las cuencas de los ojos estaban vacías. Por más que se fijó, la chica no presentaba ningún orificio de bala ni de arma blanca. La causa de la muerte estaba más que clara. Después de un leve reconocimiento advirtió que la tráquea de Laura estaba rota. El cabrón que hubiera hecho eso la había apretado el cuello con todas sus fuerzas.
Sacó su cámara digital de alta resolución y realizó algunas fotos. Laura le observaba con la mirada vacía. Y vacía estaba su alma también de sentimientos, única forma de realizar su trabajo sin enloquecer.
Al cabo de quince minutos llamó a la central. Después se sentó en una caja de madera cochambrosa a unos diez metros del cadáver y se encendió un cigarrillo. En breves instantes aquello estaría lleno de pasmas y de forenses, momento en el que él se retiraría a emborracharse, una vez más, en el silencio y en la penumbra del salón de su diminuto apartamento.
23 comentarios:
Como tengo fobia a las ratas, me impresionó lo de las mordeduras. También lo de los ojos que, inevitablemente, me hizo pensar en Edipo.
Me gustó la narración, y me reafirma las ganas de leer alguna de tus novelas.
Un saludo, Maestro.
Muchas veces, mientras veía alguna de esas series americanas policíacas, he pensado en la vida de los inspectores de policía. No alcanzo a comprender cómo sobreviven a tanta miseria, no a contemplar la muerte en sí, un cuerpo sin alma, como dice tu relato, es mera materia muerta, sino a la huella que deja la maldad humana. ¿Cómo se puede seguir confiando en tu prójimo lo suficiente para no suicidarse? Acostarse cada día con la imagen de la cara más oscura del alma humana debe ser insoportable sin unas cuantas copas en el cuerpo.
Un relato fuerte, que se ha mostrado intenso y vivo.
Un abrazo.
Siento la impresión, Guido, no era mi intención. Gracias por tus palabras, qué más quisiera yo que publicar para que tú y todos los que quisiesen leyeran.
La verdad que sí, Mercedes, creo que yo no podría ser inspector de policía. Hay que estar hecho de otra pasta o acabas loco o alcohólico o las dos cosas. Gracias.
Abrazo para los dos.
Muy prometedor ¿forma parte de alguna de tus novelas inéditas o es un microrrelato? Sea como sea, tiene mucha fuerte. Un abrazo.
Pues es parte de una novela, aunque bien podría valer como relato, José Miguel, por eso lo he extractado. Gracias por tus palabras. Un abrazo.
Impresionante historia policial.
Describes los detallescada parrafo es una fotografía para el lector.
¡Muy bueno!
María
Muy bueno el texto: puede ser tomado como la introducción a un caso, o como un texto total que muestra lo que comentáis aquí: verdaderamente la vida de policía debe de ser muy desagradable.
Llamativo las cuencas vacías de los ojos y el cuerpo sin alma. No hay mirada, no hay espíritu.
Muy, muy bueno, Paco. Me ha encantado (a pesar de la dureza).
Saludos.
S. Cid
Motivaciones en azul:
Muchas gracias por tus palabras, de verdad. Mola que alguien te diga lo que tú me dices. Gracias.
S. Cid:
Te digo lo mismo que a Motivaciones en azul. Muchas gracias. La verdad es que animáis a que siga escribiendo a pesar de que lo de publicar se demora cada vez más.
Un abrazo a todos.
Ya me parecía a mí que este retazo era parte de algo más grande. Por cierto, tampoco soy tan sensible para impresionarme tanto...así que, robándole el término a S.Cid; me restultó "llamativo".
Un saludo
¿Es el comienzo de una novela? Lo parece. Invita a seguir leyendo
Ok, Guido, correcto lo de llamativo entonces.
Miguel, gracias por tus palabras. Es el comienzo de una novela, aunque un poco cambiado.
Un abrazo a los dos.
Impresionante y muy buen poder de síntesis. Felicitaciones! Un abrazo.
Muy bueno, Paco, me ha encantado. Serie negra pura y con mucho sabor de aqui. Al leerlo parece que llevaras toda tu vida entre polis y maleantes, es todo muy creible, muy bien descrito. Encuentro muy sugerente y original (y sordido) que el lugar sea un antiguo matadero, es un detalle que deja su huella en todo el relato. Que entiendo que puede ser perfectamente el comienzo de una novela, pero que se lee tambien como relato, entre otras cosas por la forma en que esta rematado. Enhorabuena.
Un saludo
Ya decía yo que a mí me sonaba esto, Paco. Claro y es que ya lo he leído en tu novela. Pero lleva razón la gente. Bien puede ser el empiece de una novela o un relato independiente. Venga, Paco, un abrazo y paciencia, que ya llegará esa editorial.
Alma:
Gracias y bienvenida al blog.
Antonio de Castro:
Claro, lo del matadero está puesto adrede. Es el comienzo de una novela, aunque en la novela es un poco más largo. Gracias por tus palabras.
Carlos:
Claro que tú lo has leído. Seguimos esperando noticias de la editorial. Ten cuidado, tío.
Un abrazo a los tres.
Dicen que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen, estare atento a la continuación y ver como el inspector es arrestado.
Sie pre pasar por tu blog me gusta mucho leer tus escritos peero con las ratas.... no , te deseo "Feliz Semana Santa"
Todo lo que trate con las miserias humanas, hay que tener un fuerte caracter, y ser de "pasta especial", para poder separar trabajo, de vida privada.
Y aún asi, afecta en el día a día.
Máxime cuando encima, hay que aparentar que no afecta.
Un abrazo y mis felicitaciones.
mariola
Felices vacaciones, Paco, para cuando leas esto. Un abrazo.
Hola Paco, vengo sólo a saludar y a preguntar: ¿tú sabes algo de Carlos? Me tiene preocupada. A ver si se ha metido en un lío...
Ya me contarás.
eltauromquico:
No van por ahí los tiros. Pero podría ser, perfectamente. Bienvenido.
Angela:
Gracias. Igualmente.
Mariola:
Llevas toda la razón. Siempre admiré a los detectives de homicidios, quizá por influencias del cine. Porque vivir con todas esas miserias debe de ser un calvario.
José Miguel:
Mis vacaciones han sido estupendas. Espero que las tuyas también lo hayan sido.
Mercedes:
Yo tenía un mosqueo considerable porque no sabía nada de él. No obstante, ayer me llamó y hablé con él. Está bien, jugándose el tipo, como siempre, pero bien.
Muy bueno, a medida que lo leía lo iba visualizando..., y reconozco que me impresionó lo que vi, se ve que mi alma no esta vacía de sentimentos...ni la del inspector Antonio..., porque despues se va a emborrachar. ¿Para no pensar...?
Un saludo.
Claro, Campoazul. El inspector tiene el alma vacía de sentimientos durante el tiempo que trabaja para poder realizar bien su trabajo. Pero luego, se ve que tiene su corazoncito. Y sí, se emborracha para no pensar.
Gracias y bienvenid@.
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