Por lo demás, todo como siempre. Bueno, mejor sería decir como últimamente, con una mezcla de gentes de diferentes zonas del mundo como en pocas capitales se ve. Las terrazas a tope, las bravitas de Sol de rigor, paseíto por el Rastro, los paseos por la Plaza Mayor y el Palacio Real, etc; los mismos dos heavys cincuentones de siempre que cita Reverte en su artículo de “El Semanal” del finde, con sus litros del Mahou y estacionados en el mismo sitio de siempre, es decir, en la Gran Vía, frente al edificio de Telefónica; las librerías, incluyendo una grandísima que he descubierto en la calle Luchana en este viaje y en donde me he agenciado dos títulos en bolsillo de Chandler. Y un fenómeno que, al parecer, no conoce fronteras. En el Metro, en las cafeterías, en los parques, siempre hay gente leyendo. Pero jamás había visto a tanta gente con el mismo libro en sus manos. ¿Adivinan cuál es? Pues claro, sí el que se estaban imaginando, el de Larsson.
Y como anécdota, la frustración de un municipal que tomaba anoche un café en el mismo pub irlandés en el que yo degustaba una Murphy’s roja de barril. El hombre, de unos cuarenta, contaba a un escéptico barman veinteañero que sonreía con indiferencia lo harto que estaba de ser policía municipal, trabajo, siempre según sus propias palabras, rutinario y falto de motivación y creatividad. Estaba harto de los compañeros “rambitos”, de los licenciados que entraban en el cuerpo por la estabilidad laboral, de los que lo hacían por tradición familiar y de un trabajo, en definitiva, en el que había una fuerte jerarquía que impedía las actuaciones individuales. Al final terminó diciendo que iba a pedir excedencia y que se iba a ir a Fuerteventura a buscarse la vida pescando. Eso, mejor que acabar deprimido o divorciado, como la mayoría de sus compañeros. Pues atentos los mandos, que digo yo que no será nada bueno tener a una policía desmotivada.
En fin, que aquí estoy de nuevo, en Algeciras, sin tantos matices, pero en donde aún uno se puede comer un borriquete o un pargo recién cogido de las aguas de la Bahía. Y en donde, de igual forma, siempre se puede leer una novela de Chandler (ya me leí las de Larsson), como en Madrid, pero mirando al mar y mecido por su agradable brisa.
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