Acabo de llegar,
y todo me aborda,
todo me desborda.
la simple caricia
de una mirada aterciopelada,
el rayo de luz,
que alcanza sutilmente mi rostro,
y todo parece sin importancia.
“Nada es importante”.
Aunque la conciencia divaga,
en el mar de las mil flores,
y mi alma busca el jazmín,
perdido en las callejuelas cordobesas.
sólo a mi paso,
encuentro abanicos de colores,
desde el blanco azahar,
hasta el marrón de mis lágrimas,
que riegan mi interior, a falta de sangre.
Esencias perdidas,
esencias rescatadas y heredadas,
tal vez mejoradas,
esencias sin título,
de algún alquimista que cree que lo fue,
o quizás cree que lo es,
o sin más lo será,
siempre nos quedará la duda,
o tal vez no,
será la excusa para volver,
será la excusa para preguntar una vez más,
sin el permiso del guionista.
Y mis sentidos se abandonan,
en el momento en el que cruzo
la barrera y los límites del tiempo,
un pie tras otro,
acercándome al olvido de lo vivido,
y abriéndome al fluir del Guadalquivir,
en el desorden de los aromas,
que con el antojo aparecen por la tarde,
sin avisar,
para que no dé tiempo a cogerlos,
para que no dé tiempo de hacerlos míos.
A traición siento el escalofrío que nadie percibe,
y miro el cielo,
y miro la rivera,
y miro la sonrisa de un molino en ruinas,
y sólo siento que no quiero perder la memoria,
que el destino no me haga recordar,
lo que soy,
lo que percibo,
lo que fuí,
o lo que quedará de mí.
Ahora que estoy lejos,
que la perspectiva de la distancia,
deja mella en mis ojos,
busco una puerta,
tal vez la Puerta de Sevilla,
para sentir más magia,
para coleccionar sonrisas,
deshojando una maceta,
evocando la nostalgia,
bajo arcos de sabiduría,
buscando hueco,
en un alcázar,
o en la sinagoga,
donde las fotos del tiempo,
no quieren ser eternas.
Ahora que estoy lejos,
experimento la risa exteriorizada,
y el llanto interior emocionado,
un semicírculo de sensaciones
siempre almizcladas,que me hacen retornar a ese lugar del cual no quisiera irme.
y todo me aborda,
todo me desborda.
la simple caricia
de una mirada aterciopelada,
el rayo de luz,
que alcanza sutilmente mi rostro,
y todo parece sin importancia.
“Nada es importante”.
Aunque la conciencia divaga,
en el mar de las mil flores,
y mi alma busca el jazmín,
perdido en las callejuelas cordobesas.
sólo a mi paso,
encuentro abanicos de colores,
desde el blanco azahar,
hasta el marrón de mis lágrimas,
que riegan mi interior, a falta de sangre.
Esencias perdidas,
esencias rescatadas y heredadas,
tal vez mejoradas,
esencias sin título,
de algún alquimista que cree que lo fue,
o quizás cree que lo es,
o sin más lo será,
siempre nos quedará la duda,
o tal vez no,
será la excusa para volver,
será la excusa para preguntar una vez más,
sin el permiso del guionista.
Y mis sentidos se abandonan,
en el momento en el que cruzo
la barrera y los límites del tiempo,
un pie tras otro,
acercándome al olvido de lo vivido,
y abriéndome al fluir del Guadalquivir,
en el desorden de los aromas,
que con el antojo aparecen por la tarde,
sin avisar,
para que no dé tiempo a cogerlos,
para que no dé tiempo de hacerlos míos.
A traición siento el escalofrío que nadie percibe,
y miro el cielo,
y miro la rivera,
y miro la sonrisa de un molino en ruinas,
y sólo siento que no quiero perder la memoria,
que el destino no me haga recordar,
lo que soy,
lo que percibo,
lo que fuí,
o lo que quedará de mí.
Ahora que estoy lejos,
que la perspectiva de la distancia,
deja mella en mis ojos,
busco una puerta,
tal vez la Puerta de Sevilla,
para sentir más magia,
para coleccionar sonrisas,
deshojando una maceta,
evocando la nostalgia,
bajo arcos de sabiduría,
buscando hueco,
en un alcázar,
o en la sinagoga,
donde las fotos del tiempo,
no quieren ser eternas.
Ahora que estoy lejos,
experimento la risa exteriorizada,
y el llanto interior emocionado,
un semicírculo de sensaciones
siempre almizcladas,que me hacen retornar a ese lugar del cual no quisiera irme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario