“Narcolepsia” (Editorial
Alrevés, 2012) es la primera novela de Jordi Ledesma. Su
calidad la ha llevado a ser finalista del Premio Silverio Cañada
a la mejor primera novela negra escrita de la presente edición de la Semana
Negra de Gijón. Con este aval y el de la editorial Alrevés, que está
publicando muchos de los títulos más interesantes del género, se presenta en
sociedad este escritor cuyo éxito seguramente ha rebasado sus más optimistas
expectativas.
La novela comienza con un
flashback que es continuación de uno de los capítulos finales. A partir de
aquí, nos cuenta la historia de Julio Perla, un chaval de la
Barceloneta que pasa de jugar partidos de fútbol en el barrio al menudeo,
convirtiéndose poco a poco gracias a su sagacidad en un camello importante del
clan gitano de los Heredia. Del jachís pasa a la coca y a partir
de ese momento empieza a manejar grandes cantidades de dinero que le
proporcionan de golpe un nivel de vida impensable para un chaval de su edad. La
narración de sus andanzas y las de sus colaboradores, amigos del barrio, nos
lleva a un ritmo vertiginoso hacia el primer conflicto, sin el cual, no existe
ninguna novela que se precie, resuelto por el autor, dicho sea de paso, de
forma magistral. Esto constituye la primera parte de la novela.
En la segunda se nos muestra a un
Julio más maduro como consecuencia de los años transcurridos y de las duras
experiencias pasadas. Convertido en “el Perla” y aleccionado por John
Claudio, un secundario de lujo curtido en mil batallas en las calles de
Medellín, entra a trabajar para el clan de Sinaloa, que acaba de
triunfar en una guerra de cárteles y a ejercer la hegemonía que antes portaba
el clan de Juárez. La vida de “el Perla” se convierte en una
sucesión de altibajos a través de la importación de toneladas de coca que
introduce en España por diversos canales. Pero pronto se dará cuenta de la
codicia de los que le rodean, dispuestos a todo con el fin de lucrarse de su
“trabajo”. La trama camina a través de un ritmo trepidante hacia el desenlace.
El lector logra identificarse con el protagonista y al igual que él, en su
mente se va formando una palabra: vendetta.
La novela está narrada con la
técnica del narrador omnisciente, aunque parece escrita en primera persona, ya que
el Perla aparece en casi todos los escenarios, pero con la ventaja de que el
lector puede saber más cosas que el protagonista. “El Perla” recuerda por
momentos al “Pijoaparte” de Marsé o al “JW” de Jens
Lapidus, personajes entrañables le la Literatura Negra. Pero Jordi
imprime a su protagonista una originalidad especial, un realismo demoledor que
es consecuencia de la titánica labor de documentación del autor, que profundiza
en el mundo del narcotráfico como nadie. “Narcolepsia” es también una novela de
sentimientos, ya que nos muestra con bastante poesía las andanzas de un
adolescente de barrio. Un chico que a una temprana edad se va a dar cuenta de
golpe de las consecuencias de haberse introducido en un mundo de adultos al
margen de la ley y que adquirirá una frialdad atípica para un chaval de
veintipocos años. Frialdad que inexorablemente le va a ayudar en los
tejemanejes que lleva a cabo, pero que también le va a ir destruyendo como
persona.
La abundante documentación del
autor hace que por momentos parece que estemos leyendo un ensayo, viendo un
documental. El mérito de Jordi está en no contarlo de manera aséptica, ya que
no pierde en ningún momento la perspectiva de los personajes y la trama. Si yo
fuera novelista novel, desde luego querría ser como Jordi Ledesma.
El leer esta novela ha sido un
placer por lo aprendido sobre un submundo con el que habitualmente solo tenemos
relación a través de los medios de comunicación. Y por lo que, en mi opinión,
debe hacer una buena novela con el lector: hacerle reflexionar.
Recuerdo compré la novela en FNAC
Castellana, en donde tuve la suerte de conocer al autor y charlar con él. Mi
despiste crónico hice que me la dejara en el asiento del vagón del Metro. Cuál
no sería mi sorpresa cuando al llegar a casa recibí un mensaje privado por
Facebook del chaval que la había encontrado. Como iba dedicada, me buscó en la
red social y me la devolvió. Al contarle la anécdota a Jordi, le hicieron
llegar un ejemplar. Lo que está claro, y eso que parece que los elementos se
alinearon para todo lo contrario, es que “Narcolepsia” y yo estábamos
destinados a encontrarnos. Y os aseguro que ha sido un grato encuentro.
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