Ayer escuchaba en un programa de radio testimonios espeluznantes, de padres (sobre todo madres) cuyos hijos eran tiranos. El síndrome del emperador lo llaman los psicólogos modernos. Son niños egoístas que incluso llegan a pegar a sus padres. Decía una señora que su hijo destrozó un día la habitación porque no encontraba el cable del emepetrés. Otro niño (de 22 años) había agredido a la madre primero y después al padre porque éste le había dicho que se levantara para acudir a una entrevista de trabajo. El angelito había acabado en la cárcel y sus papás le iban a ver regularmente (encima).
Hablamos de niños (hechos hombres o mejor dicho monstruos), que no quieren estudiar ni trabajar. Que no tienen otras inquietudes que no sean escuchar música estrambótica, jugar a la consola o chatear. Que en muchos casos acaban delinquiendo. Recuerdo a un alumno que ya con 12 años en el Instituto era un coñazo. Tras repetidas llamadas de atención y medidas destinadas a su reeducación no quedó otra que la expulsión del Centro. Siempre que le echábamos, la madre nos ponía verdes y nos decía que le teníamos manía, era imposible razonar con ella. Al final, le compraron un quad a plazos. El niño lo tuvo una semana y lo vendió a escondidas. Unos días más tarde, robó un coche y pilló a un policía municipal. Su destino: el centro de menores, como no podía ser de otra manera. La madre vino al Centro y nos lo contó. No quise ser cruel, pero era para haberle dicho: “Señora, nosotros se lo estábamos avisando. ¿Dónde estaba usted entonces?”. Pues estaba donde se encuentran muchos padres, defendiendo lo indefendible.
Esto es una cuestión de roles. Los padres deben ser padres y no “amigos” de sus hijos. Lo mismo digo de los profesores, no se puede ser “amigo” de los alumnos. A los niños hay que educarlos con autoridad y disciplina, enseñándoles lo que está bien y lo que está mal. Hay que educarlos para ser personas y no príncipes o emperadores como hacen muchos padres. Me inquieta la facilidad de muchas personas para tener hijos, en muchos casos, a una edad precoz. Como me inquieta la facilidad con que esas personas echan a perder las vidas de esos niños que en un contexto de sensatez y sentido común serían personas de bien.
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