Había oído hablar mucho de esta novela publicada por la editorial Alrevés, que últimamente está sacando títulos muy interesantes. Y tuve el placer de conocer a Víctor del Árbol en la Semana Negra de Gijón. Acudí a su presentación, me firmó mi ejemplar y mantuvimos una breve, pero intensa conversación. Tenía ganas de leerla, ya digo, en estos casos la editorial es una referencia. Pero es que además, este libro ha ganado el prestigioso premio Le Prix Polar Européen, concedido por la revista francesa Le Point, y si no me equivoco es el primer español que lo gana. Y no será el último, ya que está o estará nominado a otros cuantos, nacionales e internacionales.
Comencé con
la lectura de la novela en la soledad de mis vacaciones en Estaca de Bares.
Allí, sentado en los acantilados y con el ruido del mar de fondo, me di cuenta
de que tenía entre mis manos algo excepcional. Una trama y unos personajes
complejos, pero a la vez accesibles al lector, que en ningún momento pierde la
perspectiva de la historia. La novela comienza en la Extremadura de 1941, en
plena posguerra, describiéndonos un ambiente deprimente y rancio en donde la
nueva clase política dominante hace lo que quiere a costa del pueblo. De
pronto, Víctor nos sumerge en la Barcelona de 1981, contándonos otra historia
con diferentes personajes. El lector no tarda en intuir que las dos tramas
paralelas, como no podía ser de otra forma, están relacionadas.
Un crimen
cometido en el pasado va a traer consecuencias a tres generaciones de la familia
Alcalá y a todos los que por algún motivo se han cruzado con ellos. Nos
encontramos con asesinatos, conspiraciones, secuestros, extorsiones y con toda
clase de delitos aderezados en todo momento por sentimientos de odio, pasión y
amor. Los personajes y los sucesos se van entrelazando poco a poco para dar
paso a situaciones impensables, pero Víctor con su estilo narrativo las viste
de la credibilidad que falta en tantas novelas que circulan por ahí. La tensión
narrativa va aumentando en progresión geométrica hasta llegar al desenlace, del
todo inesperado.
El autor se
atreve a fantasear metiendo en la trama el intento de golpe de estado de Tejero,
y son varios de los implicados los que aparecen como personajes secundarios. Pero
independiente de todo esto, me gustaría hacer hincapié en uno de los platos
fuertes de esta historia: la caracterización de los personajes, dotados todos y
cada uno de ellos con toda la gama de sentimientos que puede experimentar el
ser humano.
Como utiliza
la técnica del narrador omnisciente, el lector viaja a velocidad de vértigo por
una variedad de escenarios que, sin duda, enriquecen la obra. En mi caso, no
fueron pocas las veces que llegué a estremecerme por la variedad de situaciones
y por el dramatismo impreso a ambientes y a personajes. Me hizo reflexionar en
cada capítulo, al respecto, por ejemplo, de si la culpa puede transmitirse de
padres a hijos, o sobre si los hijos pueden o no pedir cuentas a sus padres por
su pasado. Una novela que no puede dejar indiferente a nadie, sin duda.
Y así
parece que ha sido, ya que novela y autor, han aparecido en todos los
periódicos nacionales y en las principales publicaciones internacionales. Ha
sido traducido a varios idiomas y publicado en muchos países. Y a día de hoy,
me consta que sigue firmando contratos para que la novela vea la luz en otras
latitudes. Víctor del Árbol, a pesar de que ya había ganado el premio
Tiflos con su primera novela, “El peso de los muertos”,
ha pasado del anonimato al estrellato y de repente ha tenido que hacer las
maletas e ir a presentaciones, conferencias y mesas redondas allá en donde le
requieren. Y sin embargo, el bueno de Víctor, siempre está ahí para atender a
las inquietudes de un lector. No todas las buenas novelas con siguen el éxito,
ya que en muchos casos hay factores que dependen mucho del azar. Pero “La
tristeza del samurai” lo ha conseguido, de lo cual yo me alegro,
compañero. Un abrazo, enhorabuena y que siga la racha.
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