La velada se prolongó después en la ínclita terraza. Básicamente, charlé con Pedro de Paz, con Armando Rodera (autor del interesante proyecto novelístico “El color de la maldad”, editado en Internet) y Arantza y con Paco Balbuena. Más tarde y, a pesar de los propósitos de irme pronto a casa por el tema del madrugón, acabé cenando en la calle Alcalá con Pedro de Paz, Carlos Salem y Marta Ávila, Kike Ferrari y Marcelo Luján. Interesantes y jugosas las conversaciones. Juiciosa la decisión de optar por una retirada a tiempo.
Al día siguiente, me planté con la maleta en la puerta del Hotel Chamartín y encendí un cigarrillo. Inmediatamente salió a la calle Paco Ignacio Taibo II, preocupado en las labores propias de un fumador que no puede fumar en espacios cerrados. Dejé las maletas en recepción y me acerqué a la estación a echar un cafelito. Allí me encontré a Javier Márquez acompañado de María Zaragoza y Carmen Moreno. Una vez terminados los cafés, nos dirigimos al vestíbulo del hotel, atiborrado ya a esas horas de escritores. Y Paco Ignacio, después de una breve arenga de bienvenida, condujo a toda la banda hacia la estación. Antes, tuve el placer de saludar a Cristina Macía, a la que solo conocía virtualmente.
El TALGO arrancó a las 8.10 h. Paco declaró territorio liberado el primer vagón. No se lo digáis a nadie, pero qué placer volver a fumar en un tren. Las más de cinco horas que quedaban por delante se pasaron en un santiamén, ya que en el tren negro se establecen conversaciones interminables con otros compañeros que ya conoces y lógicamente haces nuevas amistades. A lo largo del trayecto hubo dos ruedas de prensa y varias mesas redondas. A las dos llegamos a Mieres. Como curiosidad, he de decir que la organización nos repartió las acreditaciones e hizo que todos nos sintiéramos iguales. Me refiero a que en ese tren viajan tanto escritores consagrados, como escritores con una sola novela publicada por una editorial modesta, como es mi caso. Y es agradable comprobar que gente como Carmen Posadas o Fernando Marías (quien, por cierto, me retó a competir por ver quién hace la mejor tortilla de patatas, propuesta que generó un concurso que se celebrará mañana), estaban por allí charlando con todos nosotros.
Ya en el andén de Mieres, nos recibió el alcalde y dos gaiteros, uno de ellos rasta. Y al son de las gaitas, como si ellos fueran los flautistas y nosotros las ratas de Hamelín, terminamos en el patio de un instituto en donde nos dieron de comer. Después de consolar nuestros estómagos y de probar los bollus preñaus con sidra, tomamos unos cafés en un garito de al lado y unos chupitos, y vuelta al tren. A las cinco y algo llegábamos a Gijón y nos fuimos a los hoteles, en teoría a dormir un rato. Pero al entrar en Facebook, comprobé que todos los del tren estaban por ese espacio virtual sin el que ya no sabemos vivir, colgando fotos y dando sus impresiones.
A las 20.30 horas el primer teniente de alcalde nos recibió en el Ayuntamiento. Primero habló Paco Ignacio Taibo II. Cosechó un aplauso que se prolongó durante minutos y digo bien. Los que allí estábamos, quisimos así agradecerle que este año se volviera a celebrar el festival a pesar de los incomprensibles impedimentos, a pesar de que la Universidad se haya gastado un pastón en vallar el perímetro de su recinto no fuera a ser que asaltáramos sus instalaciones. A pesar de que, como dijo alguien en la Casa América, mucha gente en el mundo sepa de la existencia de una ciudad como Gijón (que tiene otras muchas cosas, sin duda) por la celebración de la Semana Negra.
Después, la organización nos llevó en dos autocares hasta el recinto. Rápidamente, alguien me colocó un sombrero negro. Después, Elena (de Anika entre libros y a quien debo el placer de estar aquí –junto a la librera Patricia- como invitado) me propuso ir a conocer a Patricia Rubiera, librera de “35 Baker Street”. Tanto Elena como Patricia son un encanto, y allí estuvimos junto a las amigas de Elena charlando de libros casi una hora. Más tarde nos fuimos a cenar a uno de los múltiples chiringuitos que pueblan la feria. Y después, al cabo de media hora me despedí y me retiré. Estaba reventado de estar todo el santo día sin parar desde tempranas horas. No obstante, de la mano de la soledad, me di una vuelta tranquilamente observando los puestos y las casetas de libros. Me crucé con Paco Camarasa, el librero negrocriminal, a quien ya había saludado anteriormente.
La cosa terminó metiéndome en un taxi, no estaba yo ya para ponerme a buscar autobuses. Ya en el casco urbano, con un ambiente que me sorprendió, me tomé una cerveza charlando con la soledad, y ella y yo nos fuimos al hotel a dormir tras unos breves momentos de observar al personal. Día intenso, pero agotador.
7 comentarios:
Gracias por esa crónica!!! Maravillosa!! Haces que los que estamos alejados de ese mundillo, podamos estar a vuestra lado, compartiendo esas sidras, esos cafés y esas conversaciones.
Muchas gracias por esas letrillas tuyas, por compartirlas con nosotros.
Veo que sabes rodearte siempre de buena gente, Paco. Sigo la Semana Negra desde tu blog, que los periodistas no saben darle "sabor local". Un abrazo.
Gracia a ti, Violeta, por visitar mi casa que es tuya. Un beso.
Gracias, Antonio. Ya sabes que siempre me lían. Un abrazo.
A una le encanta levantarse y leer crónicas como la tuya.
Es como si te hubieramos acompañado en cada uno de los pasos que has dado durante el día.
Cuando leo cosas así me doy cuenta de que es mejor seguir un buen blog que las noticias impresas en los periódicos.
Un saludo desde el Delta del Ebro!
Pues muchas gracias, Nuria. Lo que es un placer es tener lectoras como tú. Un beso.
Genial la entrada, Paco, menos mal que estás allí para contárnoslo con detalle.
Gracias a las redes sociales veo que lo estáis pasando de fábula, Paco. Envidia poco sana es lo que tenemos, ja, ja...
Esperamos tus próximas crónicas para ver con tus ojos lo que nos perdemos al no haber podido acudir a Gijón.
Disfrutad todo lo que podáis y cuidadín con los procesos arduos de documentación.
Un abrazo.
Gracias, Armando. Y sí, seguimos disfrutando. Un abrazo.
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