Llevo en esta bendita profesión la friolera de diecisiete años. Empecé a dar clase bien joven y, como todo el mundo que empieza, tenía afinidad con los alumnos, la diferencia generacional era mínima. Los jóvenes de entonces tenían inquietudes. Una de las cosas que más recuerdo son las diferencias entre el alumnado que, bien por ideología o por simpatía a diversas tribus urbanas, generalmente relacionadas con la música, hacían de la clase un mosaico. Siempre di clases en barriadas obreras y los niños tenían ganas. Tantas, que por las tardes tenía que ponerme en casa a preparar clases y ejercicios y a aprender programas informáticos para que no se me quedaran parados. Hoy las clases son homogéneas. Oigo hablar a los críos y no opinan nada, ni de política ni de cualquier otra cosa. No sé por qué, van todos rapados, absolutamente todos, y todos llevan teléfono móvil y mini consola. No quieren estudiar, no respetan nada y cualquier cosita que pones en la pizarra les resulta muy difícil y, por tanto no la estudian. Si yo diera clase al nivel de hace diecisiete años esto sería un desastre, no aprobaría nadie.
Cuando entré a trabajar por primera vez a un instituto, tenía muchos compañeros y compañeras de setenta años, ya que ésta es una profesión vocacional. Estos compañeros se reenganchaban y, casi todos, querían jubilarse más tarde. Además, animaban a sus hijos a que estudiaran para desarrollar esta bendita profesión. Hoy, desgraciadamente, el panorama es radicalmente distinto. Los maestros adelantan la jubilación y se jubilan a los sesenta años, están deseando cumplirlos para salir corriendo del instituto cuanto antes. Y en cuanto a sus hijos, les animan a cualquier cosa menos a que sean profesores.
La Educación es un desastre y lo va a seguir siendo. Reforma tras reforma, necedad tras necedad, esto se lo han cargado. En vez de encargar las reformas a los profesores las encargan a gente que nunca han pisado un aula y no tienen ni idea del tema. Y gobierno tras gobierno, todos han ido perpetrando un terrorismo de estado consentido ante la indolencia de todos. ¿Quién va a parar esto? ¿Cuándo volveremos a recobrar la coherencia? Yo se lo voy a decir. Cuando mi generación (tengo 43) dé el relevo y los que tengan que tomar los mandos demuestren sus carencias, alguien tendrá que tomar cartas en el asunto. Y mientras tanto, seguiremos aguantando. Ojalá reviente antes.
Cuando entré a trabajar por primera vez a un instituto, tenía muchos compañeros y compañeras de setenta años, ya que ésta es una profesión vocacional. Estos compañeros se reenganchaban y, casi todos, querían jubilarse más tarde. Además, animaban a sus hijos a que estudiaran para desarrollar esta bendita profesión. Hoy, desgraciadamente, el panorama es radicalmente distinto. Los maestros adelantan la jubilación y se jubilan a los sesenta años, están deseando cumplirlos para salir corriendo del instituto cuanto antes. Y en cuanto a sus hijos, les animan a cualquier cosa menos a que sean profesores.
La Educación es un desastre y lo va a seguir siendo. Reforma tras reforma, necedad tras necedad, esto se lo han cargado. En vez de encargar las reformas a los profesores las encargan a gente que nunca han pisado un aula y no tienen ni idea del tema. Y gobierno tras gobierno, todos han ido perpetrando un terrorismo de estado consentido ante la indolencia de todos. ¿Quién va a parar esto? ¿Cuándo volveremos a recobrar la coherencia? Yo se lo voy a decir. Cuando mi generación (tengo 43) dé el relevo y los que tengan que tomar los mandos demuestren sus carencias, alguien tendrá que tomar cartas en el asunto. Y mientras tanto, seguiremos aguantando. Ojalá reviente antes.
1 comentario:
uy que quemadito te veo...
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