Después de leer la prensa me he dado un paseíto. Esta ciudad recuerda los domingos por la mañana a “La noche de los muertos vivientes”. Nadie por el paseo, salvo unos cuantos despistados, emparejados, desparejados, con perro o sin perro. Niños no he visto. Los de mediana edad, como yo, corren como desesperados en chandal. A mí no me gusta correr ni montar en bici, pero me encanta bailar música de los ochenta y cerrar el Café Teatro alguna que otra noche. Y los viejos van hablando de sus niveles de colesterol y de su tensión. El día era estupendo.
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Gozamos de un clima privilegiado. En Algeciras sólo hace frío dentro de los institutos. Hay calefacción donde el paro, en el médico, en lo de hacienda, en la Subdelegación..., pero en los instis no. A mí me da que esto es un experimento del CSIC. Sí, para ver si los niños estudian más en condiciones de frío extremo y sus neuronas se convierten en superconductores de conocimiento.
Pero tú no te aflijas, Algeciras. Porque tú, bonita mía, a pesar de los que te moramos mejor o peor, tú eres la más preciosa que yo he visto. Si fueras mujer, en vez de escribirte, te tiraría los trastos.
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