Eres malo para hacer la guerra, dijo mi mujer. Fue una de las últimas frases que salieron de sus labios. A partir de ahí nos distanciamos y nos separamos. Yo era una persona con una fuerte personalidad, pero esa frase me marcó. Estuve muchos años buscando alguna situación que me permitiera corroborar o desmentir el mensaje, pero pasaba el tiempo y la obsesión no decrecía. ¿Me lo habría dicho sinceramente o sólo para herir mi vanidad masculina?Si era malo para la guerra, lo iba a saber en unos minutos. Miraba el teléfono con aprensión, con ansiedad; y por fin, sonó.
-Dígame.
-Señor Churchill, el desembarco en Normandía ha sido un éxito.
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