Ayer estuve dando un paseo por mi barrio. Compré el ABC por el suplemento cultural y pasé un buen rato, ya que la columna de Reig y la de J.J. Armas han terminado por instalarse en la cotidianeidad de las matinales de mis sábados. Además, ayer venía un reportaje sobre un escritor totalmente desconocido para mí. No sé si les pasa a los demás, pero a mí, como escritor, me encanta saber de la vida y obras de otros escritores. El desconocido hasta ayer, poeta y novelista imposible, era Aliocha Coll. Un tipo nacido en Madrid, criado en Barcelona, casado con una francesa de origen chino y residente en París, dedicado únicamente a escribir, ya que gozaba del privilegio de vivir de las rentas. Nacido en el 48 y muerto por suicidio tras escribir Atila, la que fue su última novela. Un escritor maldito, cuyas pocas obras conocidas han sido depositadas en el Cervantes por Carmen Balcells.
Así de literaria comenzó la mañana, como cada sábado. Y con esta resaca de Literatura, dirigí mis pasos hacia la zona donde termina Canillejas, atravesando el barrio de punta a punta. Fijándome en lo que ha cambiado y en lo que no, aunque lo primero gana por goleada.
Aún recuerdo cuando mis padres compraron el piso y me trajeron a vivir aquí, en la intersección de San Blas con Canillejas. Yo era un crío que todavía no había cumplido los cuatro años, aunque ya entonces barrunté el cambio de paisaje urbano. Hasta entonces, mis padres habían regentado una portería en la calle Hortaleza, muy cerca de la Gran Vía. Pasar de ahí a un barrio que constaba de cuatro bloques y descampados por todas partes fue un cambio considerable. Las aceras y las calzadas estaban por hacer y las farolas eran un artículo de lujo. Si llovía, subías a casa embarrado. Y por las noches, el barrio se convertía en la boca del lobo. A unos cuatrocientos metros de mi casa había un poblado, de los denominados “U.V.A.”. Era grande y estaba poblado por gentes distintas a los que vivíamos en los pisos. En este en concreto, vivían gitanos y payos, estos últimos todos muy rubios a los que todos conocíamos como “los vikingos”. Yo no lo recuerdo muy bien, pero mi padre, años más tarde de la extinción del poblado, me aseguró haber visto a las mujeres con el puñal en la liga.
Eran gente de la calle, con sus propios códigos y sus reglas propias. Y tiraban de navaja a las primeras de cambio. Los jóvenes se agrupaban en bandas que sembraban el terror entre los vecinos, bandas que contaban con otras rivales asentadas en otros barrios y cuyas trifulcas llegaban a llenar titulares de periódicos. La heroína acabó con ellas ya que el caballo no admite conciencia de grupo.
Así transcurrió mi infancia, en un barrio de delincuencia, trigales, descampados y miserias, hasta desembocar en la adolescencia. “Mi barrio no es ninguna pradera”, reza la canción de Sabina; el mío tampoco lo fue, perdido en mitad de la nada. Una nada que contaba hasta con cuartelillo de la Guardia Civil, saturado en una ciudad sin ley en donde la delincuencia juvenil campaba a sus anchas entre descampados y obras. Momentos buenos los hubo, sin duda, sobre todo los relacionados con partidos de fútbol y las gélidas tardes en las que me acercaba a la papelería para ver las portadas del Jabato, el Capitán Trueno o el Corsario de Hierro, leídos todos ellos sentado en la alfombra al abrigo de una estufa de butano y con los compases de la música de Elena Francis flotando por el diminuto salón de mi casa. Pero también hubo peleas y robos a punta de navaja, hasta que me di cuenta de que los delincuentes eran tipos como yo y me prometí que ninguno de ellos volvería a amedrentarme por mucha automática que me sacasen, adaptarse o morir, o no bajar a la calle, opción que tomaron tantos y tantos niños. Pero no yo, porque finalmente me pudo más la curiosidad que el miedo. Eso no significaba que no me acojonara cada vez que el Quilino o el Guille, o el Pirri (que llegó a hacer películas hasta que las palmó de sobredosis) o el Kung Fu (que traía mártires a la Policía por los robos de coches hasta que lo ametrallaron en el Puente de San Fernando para morir posteriormente en un penal de Cádiz) campaban a sus anchas por mi manzana, porque en verdad eran tipos duros que acojonaban y bastante. Pero aun así, decidí que la calle también era mía.
La heroína acabó con la mayoría de ellos y también con gran cantidad de mis amigos. Ayer paseaba por esas calles con respeto hacia su memoria. Preguntándome que por qué unos sí y otros no, rememorando la noche anterior en la que estuve tomando unas cañas con el Javi, un amigo. Un amigo que se metió tanto en la heroína que durante años ni me saludaba por la calle porque no me reconocía. Finalmente logró desengancharse y ahora bebe como si se fuera a morir mañana, un mal menor pensando en el infierno particular en el que estuvo.
El paseo me llevó hasta el cementerio, un recinto rectangular y estrecho en el que ya no se entierra a nadie, pero que pervive obstinado en medio de la modernidad. Recuerdo que en mi juventud, anejo al cementerio se encontraba el campo de fútbol del Destino F.C., protagonista de las mañanas de los domingos en las que los niños íbamos a ver los partidos. Hoy ya no existe, como tantas otras cosas que han desaparecido. Después de observar las lápidas y los panteones, atravesé el parque en la que se alza la estatua a José Cubero “Yiyo”, protagonista del cartel de Pozoblanco. El “Yiyo” era de Canillejas y perteneció a la escuela taurina de Madrid, situada en la Casa de Campo. Dio tardes gloriosas de toreo hasta que el toro Burlero acabó con él en la plaza de Colmenar.
39 comentarios:
Bonita entrada... y llena de melancolía.
MARAVILLOSA ENTRADA MY FRIEND
maravillosa entrada
Gracias, S. Cid. Sí que hay melancolía porque, aunque fueron tiempos duros, creo que eran más genuinos que los de ahora.
Thank's Jero.
Un abrazo a los dos.
Me ha encantado, has logrado que imagine tu paseo, tu infancia y tus recuerdos.
Un beso enorme
Me alegro mucho de habértelo transmitido, Jana. Un beso.
¡Cómo se nota, Paco, lo que sale del corazón! Interesante barrio el tuyo, literario. Te sugiero destilar todos los recuerdos y escribir una novela quinqui. Vi muchas películas de ese género: Deprisa, deprisa, El pico, Perros callejeros. Todos esos adolescentes, esos rebeldes sin causa, sucumbieron a la droga. Leyendo lo que has escrito estoy seguro de que de tus recuerdos puede salir una maravillosa novela.
Ciertamente yo también vi todas esas pelis, José Luis. Tenían su punto. Es más, hace poco vi en Madrid una exposición fotográfica de cine quinqui en donde lo que más me llamó la atención es que todos los actores han muerto. En cuanto a lo de la novela ya tengo escrita una en la que, si bien la trama central no es el barrio, si que intento dar a conocer algunas pinceladas de él. Pero vamos, que material para una novela negra hay.
Un abrazo.
Paco, yo no he vivido en tu barrio pero lo has descrito de tal modo, con tanto realismo, que me he visto recorriendo sus calles. No todo el mundo " recuerda " de dónde viene, eso dice mucho de ti como escritor, pero más como PERSONA
Ana Riesgo
Muchísimas gracias, Ana, siempre tan generosa. Me alegro muchísimo de que te haya gustado. Un beso.
Hace días que no leía tu página, pero ha sido un placer volverlo hacer.Esas tardes de Helena Francis, también fueron mías,mi barrio como el tuyo también fueron de barro y sangre,cuantos recuerdos.Gracias por escribir.
Muchas gracias, Gualda. Un abrazo.
Yo soy de cerca del Tetu, pero has plasmado muy bien lo que yo creo que era la vida en todos los barrios de las afueras por esa época, una vida dura y prra muchas veces, es verdad, pero seguramente más genuina
Una gran entrada. Ahora la copio, la pego y la releo con calma.
Un saludo.
Acabo de leerla en papel con la calma que se merece: y sí, grandiosa entrada y hermoso homenaje a ese barrio. Enhorabuena.
Era mucho más genuina sin duda, Miguel.
Gracias, Antonio.
Un abrazo a los dos.
Una hermosa entrada, Paco, llena de nostalgia inteligente; debiste ser un buen amigo para tus amigos de la niñez y la adolescencia.
Un abrazo.
Gracias, José Miguel. En verdad, fueron tiempos duros. Pero eran más genuinos. Un abrazo.
Muy buena remembranza, que acierta a recoger el aroma de una época en la que como suele decirse eramos todos felices e indocumentados, porque la memoria tiende su sepia embellecedora sobre el pasado en el que éramos sobre todo más jóvenes. Mis congratulations por su texto, sr Escribano.
Saludos blogueros
Muchas gracias, José Antonio. En efecto, éramos más jóvenes y más indocumentados. Pero no menos felices. Abrazo bloguero.
Tu barrio me ha recordado a mi barrio que llamaron Nuevo hace cincuenta años, y que hoy, Nuevo pero con matices, es un lugar donde a veces pateo las aceras con alma de niño, recordando tanto que guardan sus casas, sus calles, a amigos que quedan, a otros que se fueron para siempre, y para siempre.
Tiempos duros, aunque en el fondo no tanto.
Saludos, Paco
Hermosa estampa del pasado y de tus recuerdos, Paco, salpicados de melancolía.
Besos,
Blanca
Desde luego, eran tiempos duros, Juan, pero vistos con la perspectiva que da el tiempo, me resultan bastante entrañables.
Gracias, Blanca. Estaba yo un poquito melancólico, sí.
Un abrazo a los dos.
Por casualidad me he topado con tu artículo, Paco.
Gracias por la remembranza que provoca.
Yo vivía en la Plaza de la Santa María la Blanca de Canillejas y comparto la forma y el fondo del escrito.
Me alegro de que te haya gustado, Manu. Un abrazo.
Hola Paco me he topado por casualidad con tu comentario, es exactamente como se vivia en aquella epoca ya que yo tambien vivi en el barrio de esa epoca concociendo a los personajes que nombras bastante bien ya que salia en pandilla con alguno de ellos hasta que tomoaron el camino de la droga. desde muy pequeño jugeu en el equipo de futbol Destino. Enhorabuena por tu comentario me ha traido muchos recuerdos de mi infancia.
Gracias. Pues te invito a que leas mi última novela recién publicada. Se titula "Yonqui" (Editorial Erein). Es la historia de un yonqui de Canillejas contada en primera persona, abarcando primeros de los 80 y finales de los 70. Un abrazo.
Hola, me encontré con este block por casualidad, llegué a canillejas con 3 años y me marché con 36, todo lo leido me recuerda mi infancia y mi adolescencia, en mis propias carnes sufrí robos del pirri y el kun fu, pero a pesar de eso recuerdo canillejas con felicidad, mis amigos, mi colegio, aún paso por alli tengo mucha gente que sigue viviendo en el barrio, pero todo está cambiado, aunque aun puedo ver su esencia de barrio y no olvidaré los años que estuve alli, te felicito por tu relato me ha hecho sentir añoranza y sonreir recordando tantas cosas de Canillejas.
Gracias
Gracias, Carmen. Me alegro de que te haya gustado. Un beso.
Buenas, yo soy de Canillejas y tu relato me ha puesto la piel de gallina. Yo también crecí escapando del Kung Fu, del Algarrobo y el Pirri me robo una vez,je,je,je... Yo también llegue al día en el que dije hasta aquí hemos llegado, no me va a achantar mas ninguno de estos. Desde ese momento mi panda de amigo y yo, pasamos a jugar en una división superior. Se termino el ir asustados por la calle, podíamos plantar cara y lo íbamos a hacer. Tantos recuerdos de los amigos que se fueron: Drogas, accidentes de trafico, etc,etc... Gran barrio Canillejas. Yo actualmente vivo ahí con mi familia, no he podido resistirme a volver. Ahora es un buen sitio para vivir. todo eso quedo atrás y ya casi nadie lo recuerda. Pero paso, todo eso paso y no hace mas de tres décadas.
Me alegro de que te haya gustado, Mónica. Pasamos muchas aventuras. Yo al final hasta he escrito dos novelas sobre el tema y voy a por la tercera. Un abrazo.
Me alegro de que te haya gustado, Mónica. Pasamos muchas aventuras. Yo al final hasta he escrito dos novelas sobre el tema y voy a por la tercera. Un abrazo.
Hola, vaya recuerdos has traido a mi mente.Yo viví en Canillejas del 74 al 76, justo al lado del campo de futbol,tenía 10 años cuando mefuí. No me atracaron nunca, pero si recuerdo careras para escapar de los "vikingos". Me fuí lejos de Madrid, hace 12 años tuve la oportunidad de volver a Canillejas y a mi antiguo barrio.La verdad ,habían pasado más de 20 años,es que estaba tal y como lo recordaba, con sus lógicos cambios, pero lo reconocí en cuanto bajé del metro y volví al lugar donde viví maravillosos años de mi vida.
Vivo muy lejos de Madrid .pero si alguna vez vuelvo a Madrid, fijo que volveré a mi barrio.
Me alegro de que te haya gustado, Toni. Yo me fui lejos también, pero finalmente vuelvo a vivir aquí. i te ha gustado esto, seguramente también te gustarán mis novelas Yonqui y Manguis, que tratan del barrio. Un abrazo.
muy bien escrito. la historia de las bandas,qe es inmediatamente anterior al rollo quinqui, no se ha contado.Yo llevo muxo recopilando material sobre ello. En madrid fue la segunda mitad de los 60 y en valencia,mi ciudad, la primera mitad de los 70.Es super interesante a nivel de sociologia e incluso antropologia y sobretodo que esto desaparecio con la llegada de la transicion mas o menos
Gracias, Pedro. Me alegro de que te haya gustado. Y desaparecieron, las bandas, debido dobre todo a la llegada de la heroína. Eso deshizo los vínculos y la camaradería. Abrazo.
te dejo este enlace de un relato sobre el asunto.Supongo que esta extraido de mis documentaciones.Si conoces alguien que me pueda dar documentacion te estaria muy agradecido
http://peter-kelvinator.blogspot.com.es/
un saludo,amigo
Creo que mis dos novelas Yonqui y Manguis son bastante significativas al respecto, Pedro:
http://www.erein.eus/libro/yonqui
http://www.erein.eus/libro/manguis
Abrazo.
ok, intentare conseguirlas y leerlas.gracias
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