La crítica especializada y también los lectores tienden a leer una novela y automáticamente encasillan a la misma dentro de un género literario determinado. Somos humanos y, desde luego, tendemos a clasificar objetos e ideas según nos da a entender nuestro raciocinio. Como consecuencia de estas clasificaciones, un escritor, que no pretende nada más que escribir una buena historia, puede adquirir un san Benito que puede que le acompañe durante toda su trayectoria literaria, y esto no es cómodo, sobre todo si el público o la crítica yerran en sus apreciaciones.
Además, las corrientes de opinión más generalizadas también tienden a establecer desafortunadas clasificaciones, bajo mi punto de vista, sobre los géneros literarios. Así, en Literatura, hay géneros que se consideran incluso menores cuando el sentido común dicta todo lo contrario. No son menores estupendas novelas de género negro, humorístico o del mal llamado género rosa, tres de los géneros que nos han legado clásicos por antonomasia. Yo también hago irremediables clasificaciones, pero más simples: buenas y malas novelas; novelas que llegan al público o que no llegan, por muy “literatos” que sean sus autores; novelas que te hacen viajar a través del pellejo de sus personajes o que te hacen permanecer sentado en tu silla junto a tu imaginación. Podría seguir. A lo mejor no es una clasificación tan simple la mía, o sí, por obvia.
Un autor o una novela me llegan y me tocan muy dentro, o no. Si está bien escrita, mucho mejor, qué duda cabe. Y la calidad no debe asociarse a utilizar palabras rimbombantes que a veces no pegan en un párrafo ni con Loctite.
En cuanto a los géneros, todo es relativo, y muchos críticos no saben ver que los escritores, en muchísimas ocasiones, se apropian de un género para poder expresar lo que piensan o para “meter de clavo” una trama secundaria que salta sin apenas premeditación al centro mismo de la novela. Ninguna trama rosa habría podido contar dos historias de amor más intensas que las que nos brindan Pedro de Paz en “Muñecas tras el cristal” o Andrés Pérez Domínguez en “El violinista de Mauthausen”. O el desequilibrio mental de un personaje como el protagonista de “la Frontera Sur”, última maravilla del prolífico José Luis Muñoz. ¿O es que alguien puede mostrar más ternura y humor que el que muestra el Poe en los relatos presuntamente negros de Carlos Salem? ¿Acaso el Víctor Ros de Tristante no transita por paisajes humanos con la excusa de una novela negro-histórica? ¿No es un viaje hacia el epicentro de sí mismo el que nos describe Óscar Urra con las investigaciones de Julio Cabria? ¿No son una explosión de sensibilidad y elegancia los viajes al alma de los versos malditos de Virtudes Reza? Esto pone claramente de manifiesto que las tramas negras son idóneas para expresar entre tópico y tópico del género otras ideas. Un género, el negro, considerado desde tiempos inmemoriales como “menor” sin ningún fundamento, excepto, quizá, la vanidad de ciertos escritores que van de “respetados literatos” y de sus cohortes de críticos de cabecera. Un género permanentemente denostado que, sin embargo, exige un lugar privilegiado en la Historia de Literatura. La crítica debe dejar de estar en deuda con él. Se lo debe.
16 comentarios:
Cuanta razón, amigo Paco. Cuanta razón. Los géneros pueden ayudar a clasificar y acomodar ciertas propuestas, pero jamás deben ser el corsé que inmovilice ferreamente ninguna historia novelada. Las novelas, como la vida misma, raramente se ciñen a un único aspecto aunque haya uno que predomine sobre los demás. Y mucho más a día de hoy, donde la novela actual suele componerse de un versatil compendio de situaciones y planteamientos bastante dispares.
Qué bien escribe usted, D. Pedro. Había de notarse el colegio de pago, jaja. En serio, de acuerdo con lo que dices. Está bien lo de los géneros, aunque sólo sea por encontrar una determinada novela en las librerías acudiendo a tal o cual estantería. Pero no me gustan demasiado las clasificaciones, principalmente cuando la crítica empieza a opinar de tal o cual novela en función de la clasificación previa que ellos mismos han hecho. Y no me gusta la calificación de "menor" que injustamente hacen al género negro, cuando desde siempre nos ha dado obras literarias estupendas.
Un abrazo.
Saludo, amigo Paco Gómez:
Estoy totalmente de acuerdo con los puntos de vista por usted expresados; la clasificación en géneros a veces tiende más a limitar que a favorecer la literatura; así vemos como hermosos poemas en prosa son considerado cuentos por no estar dividido en versos y de que forma regios cuentos versificados que, precisamente por estar divididos en versos, son considerados poemas o también como a un simple cuento largo terminan llamándole novela...
Me encantó sus blog y me fascinó leerle...
Reciba, desde Rep. Dominicana, un gran abrazo, amigo Paco.
Como los anteriores, no puedo estar más de acuerdo contigo, cuando encasillamos a un autor le hacemos flaco favor. Precisamente ayer, contestando a unas preguntas de un periodista me preguntó si yo era una escritora de género, pero ¿por qué?, ¿por el hecho de que en una de mis novelas escogiera un escenario del siglo pasado? Me da un miedo terrible que me etiqueten, ni siquiera sé si alguna vez volveré a escoger una trama que se desarrolle en el pretérito. Se me ocurren muchos autores clásicos, todos excelentes, que no se decantaron por género alguno y siguen ocupando un lugar en las estanterías de las librerías. Estoy contigo, las novelas son buenas o malas, y lo sabemos, sencillamente, porque nos gustan o no, ya sea por la fuerza del argumento, por empatizar con los personajes, porque nos identifiquemos con la historia, por su mensaje subliminar o por que esté magistralmente escrita, como por ejemplo "Madame Bovary" de Flaubert, cuyo argumento podría decirse que es flojo y difícil de clasificar y, sin embargo, nadie puede dudar de que es un ejercicio literario excelente. En literatura, como en tantas cosas, la libertar nos abruma.
Leí tu contestación en el post anterior, seré paciente.
Hasta pronto.
Bienvenido, Rodolfo. Sí que es cierto que la clasificación limita más la Literatura. Y de acuerdo con usted en cuanto a lo que dice de cuentos, novelas y poemas. A veces me sonrío ante la pretensión de un cuento por ser cuento, y me pasa lo mismo con ciertas novelas y con la Poesía.
Mercedes, qué tal. Qué mundillo éste en el que, inevitablemente te tildan de tal o de cual. Me parecen cansinos muchas veces los críticos, pero hay que convivir con ellos, qué remedio. Gracias por la paciencia.
Un abrazo a los dos.
Me ha gustado mucho el articulo.
Una novela negra que me impresiono fue "A swell-looking babe", de Jim Thompson, entre otras cosas por como se vale el autor de los recursos del genero al que en principio pertenece, para contar una historia que en absoluto tendria la misma fuerza si no hubiera sido narrada en clave de serie negra. Pero en realidad el mundo que nos presenta Thompson, con esos personajes tan complejos psicologicamente, esta por encima de cualquier clasificacion.
Un saludo.
Estupenda reflexión sobre los géneros, Paco, y sobre algunos críticos selectos, por fortuna especie en extinción, que les hacían ascos cuando los géneros literarios, desde mi punto de vista, son la esencia de la literatura. ¿No es un libro de aventuras El Quijote? ¿No son libros de viajes La Odisea o la Iliada? ¿No es una novela erótica El amante de lady Chaterley? ¿No son piezas de género negro todos los dramas de Shakespeare llenos de rabia y furia? ¿No es Poe puro terror y fantasía? Pues allá ellos, puros ignorantes, si no se enteran. Los lectores, por fortuna, son más listos.
Gracias por la mención, Paco. Yo tampoco he estado nunca de acuerdo con la clasificación por géneros. Hay novelas que me gustan y novelas que no, simplemente.
Pero el encasillamiento se debe muchas veces también a los editores, a los libreros, a los propios lectores, que te buscan en un territorio que les resulte conocido por tus libros anteriores.
A mí, por ejemplo, me costó mucho publicar El síndrome de Mowgli después de La clave Pinner porque era un cambio radical (de género) y mis editores de entonces querían algo parecido a La clave Pinner.
Pero estoy convencido de que uno debe escribir de lo que quiera, sin pensar en esas cosas.
Un abrazo,
Gracias, Antonio. Es cierto, que se lo digan a Thompsom, incluso a Chandler y a Hammet. Ningún retrato de América se habría contado mejor que bajo los auspicios de la Novela Negra, como para que le consideren un género menor. Y aun así, siguen sin gustarme las clasificaciones.
Sí, José Luis, afortunadamente los lectores son más listos y son los que compran libros o van a las bibliotecas. De acuerdo en cuanto a lo que mencionas de los clásicos. La literatura es eso, encontrar historias tras unos géneros de los que los escritores se valen para contar lo que quieren. Recuerdo una estudiante que hizo una tesis sobre "Últimas tardes con Teresa". Llegó a la conclusión de que Marsé la había escrito para rebelarse en contra de la burguesía. Fue a verle y se lo dijo. Él le dijo que se había equivocado. Ella insistía en que no, en que ella llevaba razón porque había estudiado mucho el libro y que el propio Marsé estaba equivocado, que la causa de la novela era la que ella decía, que quizá el escritor no se había dado cuenta. La repuesta del escritor es genial. Le dice a la chica que la novela, en realidad, va de que él siempre había querido follarse a una rubia con ojos azules, como ella, y que como era feo y nunca lo había conseguido pues escribió "Últimas tardes con Teresa". La chica se fue espantada.
Los críticos actúan muchas veces así, pretendiendo saber más que el escritor sobre su obra.
Cierto, Andrés, porque cada novela es un mundo, aunque las haya escrito el mismo autor. Por eso pienso que las clasificaciones son necesarias sobre todo para críticos, editores y libreros. Es una forma de manejar tanta información contenida en millones de novelas. Otra cosa es que a un escritor le acusen de pertenecer a un género o a otro, porque cuando escribe cuenta lo que quiere contar, no está pensando en ningún género porque no es su historia. Y sí que hay una especie de tiranía entre editores y agentes obligando al escritor a escribir esto o lo otro, sobre todo con autores noveles, porque la consagración te da más libertad.
Un abrazo a todos.
Ya poco me queda por decir, esto de llegar tarde hace en ocasiones como esta que ya tenga el trabajo hecho. Yo también clasifico las novelas de buenas o malas, o simplemente que a mí me enganchen o no, que eso de los gustos es algo muy particular, y como no soy especialmente entendida en literatura como para analizar cada novela..., mi crítica es siempre la misma: "me gustó o no me gustó".
Besos.
A mí me pasa lo que a ti, Campoazul, o buenas o malas. Luego se puede meter uno a analizar o no más aspectos. Pero hay novelas que me parecen infumables, incluso de autores consagrados, en cuyo caso me pregunto que si soy yo el inculto. Y otras, de autores no famosos o no mediáticos, sin embargo me llegan al alma.
Un beso.
A mí los encasillamientos siempre me parecieron una limitación formal a la que hace mucho tiempo dejé de acatar. Al hilo de esto, recuerdo que cierta enciclopedia sobre la historia de la música, definía al grupo BAUHAUS como: "after punk gótico". Supongo que se debía a que vestían de negro...digo yo.
Un saludo
Pues fíjate el encasillamiento que le han hecho a Stephen King, lo que le importará al escritor de Maine, ganando lo que gana por cada una de sus novelas.
Como bien habéis dicho, son los editores los que encasillan a los escritores, porque deben clasificar los libros por géneros, y si ese autor se decanta por el terror o la novela romántica o la de ciencia-ficción, pues se debe de colocar una etiqueta, a pesar de que el autor puede escribir el género que le apetezca.
Siempre será el propio escritor el que elija dónde se encuentra más cómodo al escribir sus historias.
Saludos.
A mí también, Guido. Pero sobre todo insisto en los "malos" encasillamientos y en los engaños editoriales. Una vez compré un tocho de "Historia del Temple". Se hacía referencia al Temple en contadas ocasiones. En realidad era una Historia de las Cruzadas, que no estaba mal el libro, pero el contenido era totalmente distinto de lo que vendían en la portada. Un engaño, vamos.
No cabe duda de que a Stephen King le ha beneficiado, Carlos. No obstante, creo que son más los perjuicios que los beneficios, porque hay novelas estupendas que por haber sido encasilladas en uno u otro género hay mucha gente que no las compra. Pero claro, no hay duda de que a los libreros y a las editoriales les es imprescindible clasificar, aunque en ocasiones se equivoquen más que acierten.
Un abrazo a los dos.
Cada vez más, y por suerte, abundan los autores inclasificables. Quizás acabe ocurriendo como en la música, que hay tantos generos prácticamente como autores. Muy buena la anécdota de Marsé, las grandes novelas generalmente nacen de un impulso primario, que poco a poco se va intelectualizando, pero ese primer impulso y esa chispa inicial es personalísima, no se puede prender siguiendo las instrucciones que dicta un género, de manera mecánica y convencional.
La frontera de los géneros literarios se difumina, y más en épocas como ésta. Es un prejuicio el no valorar el llamado género negro, si éste se trasciende a sí mismo, y se hace vehículo de lo imprevisible.
Un abrazo.
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