He cancelado mis lágrimas,
por el deceso de mi tristeza,
he conminado a las ánimas
que poblaban mi espíritu
de inútiles sutilezas,
ordenándoles huir,
con su equipaje maldito,
con su eterno devenir,
he exorcizado fantasmas,
para no volver a oír,
sus quejidos en mi alma.
He subido los peldaños
de mi sesgada agonía,
he alcanzado tu mirada,
porque ya no la veía,
ni sentía los colores,
ni veía sensaciones,
sólo negrura encallada,
en fracciones renegridas
que asfixiaban mis temores,
mostrados en colecciones
de incombustibles dolores.
He caminado en los lodos
de las siniestras veredas,
he padecido el agobio
de horizontes sin estrellas,
porque en el fondo sabía
que entre las sucias aceras
del llanto de poesías,
iba a encontrarte serena
al fin de mi travesía,
con fondo de luna llena
envuelta en tu melodía.
He sufrido vejaciones
de mi mente atormentada,
he perpetrado canciones
y he bailado con la nada,
siniestras cavilaciones
que me quemaban el alma,
hasta que me vi sin ti,
y le susurré a la nada
que ya podía partir,
que quería mis emociones
porque quería vivir.
He sorteado miserias
tras sufrir en oleadas,
los episodios de histeria
de mi soledad cansada,
por sentir en mis entrañas
vacíos de indignidad calma,
como sosiegos de feria,
en espejismos de sala,
que golpeaban mi espíritu,
en una espiral tan seria
que mi mente deliraba.
He salido del Infierno,
donde me sentí vencido,
como una estatua de sal
congelada en el invierno,
al cabo he sobrevivido,
y de forma natural,
con tu espíritu supremo,
como meta en mi camino,
al fin he empezado a andar,
descargándome del tedio
del desconsuelo dormido.
He roto mi soledad,
he ganado la batalla,
ya he renunciado a sufrir,
dejando la iniquidad
aparcada en una playa
a la que no quiero ir,
desgarros de mezquindad,
colgados de una atalaya
preparados para herir
cualquier trozo de bondad
que pudiera subsistir.
He cancelado mis lágrimas,
por óbito de mi pena,
he convocado a las almas
que moraban en mi esencia,
les he dicho que se vayan,
que por aquí no aparezcan,
que ya sólo quiero oír
el eco de tu presencia
cuando te vea venir,
con esa mirada clara
que a puro amor me sentencia.
7 comentarios:
¿No crees, amigo Paco, que sufrir también es sentir y vivir? Es una suerte poder dejar atrás los tormentos para saborear de nuevo lo bueno de la vida, pero es cíclico; nada termina, todo vuelve a empezar. También yo a veces consigo cancelar mis lágrimas, pero no estoy segura de si es obra mía o el mismo devenir natural de la existencia.
Un poema hermoso.
Besos.
Está bien dejar atras las lágrimas, y vivir, siempre con esperanza.
Una poesía muy emotiva.
Un abrazo.
Sufrir, nos recuerda que estamos vivos. Sobre todo cuando tenemos los sentidos adormecidos, en stand by.
Me ha gustado mucho el texto, aún cuando yo soy de prosa pero, los tipos como tú, tocáis todos los palos.
Un saludo, Maestro.
Sí, Mercedes, sufrir es vivir, pero no me mola nada. Cuando me pasa algo malo, aprendo de ello. Pero mira, prefiero ser un poco más ignorante y no pasar por tantos sufrimientos.
Gracias, Felisa.
Te digo lo mismo que a Mercedes, Guido. Y sí, me gusta tocar todos los palillos, disfruto con ello.
Un abrazo a los tres.
Muy buen poema, Paco, como la luz al final del túnel.
Un abrazo.
Que linda por favor, es una maravilla y al mismo tiempo tiene el poder de que así como se va leyendo se va uno recuperando de todos los infiernos pasados, es una terapia para la recuperación de la mente y del alma.
Me encanto. Y me emociono.
Besos.
Gracias, José Miguel.
Me alegro, Campoazul. Gracias.
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