Cuando eres un crío no te enteras de nada, o de bien poco. Crees que vives un cuento y ya está. En mi caso, tuve la suerte de tener un papá y una mamá que se preocuparon de alimentarme, darme cariño y llevarme al cole, lo típico, pero no era así ni lo es en todos los casos. Por ejemplo, en mi barrio había muchas familias marginales y desestructuradas que daban como resultado niños en la calle y desatendidos. Esos niños se curtían en el asfalto y encontrarte con ellos no era nada agradable. Te daban mil vueltas a pesar de que tu situación era mejor que la suya. Fue en alguno de esos momentos cuando en un estado de lucidez pensé: “esto no me gusta”.
Bajabas a la calle y eran frecuentes las peleas, los barrizales, las ratas, etc. Muchos críos optaron por quedarse en sus casas porque el ambiente no era precisamente agradable. Los veías en el colegio y ya está. Pero claro, yo era un niño con inquietudes, y quedarme en casa no entraba dentro de mis planes. Hice un aprendizaje en la materia de la vida que no te enseñan en las escuelas, un aprendizaje peligroso, ya que con esa edad preadolescente, la cordura brillaba por su ausencia, por lo menos en mi caso. Muchos amigos se quedaron en el camino, porque tomaron vericuetos oscuros del camino y acabaron enganchados a las drogas y encerrados en un ataúd bajo tierra prematuramente. Y no eran más tontos ni más listos que yo, simplemente sucumbieron y aún hoy todavía no tengo explicación para ello.
La vida no es ninguna pradera, que decía el amigo Sabina. Siendo ya un joven con mi ruidosa adolescencia pasada, me di cuenta de qué va todo este cotarro y de que todo se rige por intereses y por dinero. Hay cosas que merecen la pena, sí, cómo no, los amigos, el amor, un paisaje, los libros..., la lista sería interminable, pero lo primordial es tener una base sobre la que aposentarte, es decir, un trabajo, una casa y un mínimo de dinero que te haga la vida digna. Pues bien, esto no ocurre en todos los casos. Siempre me chocó la aleatoriedad de que alguien naciera en Mogadiscio o en Beverly Hills y la diferencia en la experiencia vital de uno que nace en uno u otro sitio. Sin exagerar tanto, no es lo mismo haber nacido en el Pozo del tío Raimundo que en la calle Serrano.
Ahora mismo estamos viviendo tiempos difíciles, por la crisis que se han inventado los poderosos. Algo que sí recuerdo de cuando era joven era la marca de mi generación. No teníamos móvil, ni Wii, ni Internet ni todas esas chorradas que hay ahora, pero éramos reivindicativos y heterogéneos. Teníamos la capacidad de protestar y lo hacíamos. Y yo ya me estaba mosqueando con estos niños de ahora, homogeneizados de manera salvaje por esa diversidad de factores que antes no había. Por eso, cuando ha surgido el movimiento de los indignados y he visto rebelarse, por fin, a los de esta generación, no he podido evitar emocionarme. Vale, que entre ellos hay anti-sistemas y perroflautas, pues sí. Pero no son el grueso de los manifestantes. Me gustan sus planteamientos y su forma de rechazar a los políticos y al sistema reinante, que para nada es una democracia aunque nos la vendan como tal. Me gusta que increparan ayer a Cayo Lara que intentó sumar a Izquierda Unida para la causa, una causa en la que no entra ningún partido, ninguno.
Si ayer en Cataluña los políticos pasaron un poco de miedo, eso no es nada comparado con el miedo de familias con todos sus miembros en paro o que no llegan a fin de mes, o amenazados de desahucio por no poder pagar la hipoteca. Es un miedo de pastel. Total, ellos a su bola. El president fue a la Generalitat en helicóptero. Esos son nuestros políticos. Cada vez tengo más claro de que si están ahí es para ganar dinero y disfrutar de unos privilegios de los que los demás no gozamos. Me indigna que la gente los siga votando y me da vergüenza ajena cuando veo a tanto borrego aplaudiendo en los mítines. No sé si la solución son los indignados o los del 15-M o como se llamen. Pero, joder, ya era hora de que alguien protestara.
5 comentarios:
Pues totalmente de acuerdo, Paco. Ya era hora! Lamentablemente, los políticos no se dan por enterados y el movimiento ha perdido parte de su fuerza inicial. No obstante, esto debería ser el principio de algo que conllevara algunas mejoras sociales como mínimo. O al menos eso espero yo. Saludos!
No comparto lo de la violencia, ni lo de los insultos, pero me alegro de que Cayo Lara se fuera con un palmo de narices, por aprovechado y espabilao.
Estoy de acuerdo con Miguel.
Por otro lado, decir que me gusta mucho cómo describes tu barrio cuando eras chaval, todas esas vivencias dan para un buen relato, me parece.
Un saludo.
Hola Paco:
Yo no sé si es viable todo lo que piden pero da igual, ésta situación de paro y desgobierno necesita voces que se opongan a lo que sea.
Saludos
Lo que confirma que los políticos son unos aprovechados, Miguel.
Lo cierto, Antonio, es que hay una novela en donde describo mi barrio. Ya veremos cómo y con quién la publico.
Completamente de acuerdo, Juan.
Un abrazo a los tres.
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