Tomo descalzo el camino del parque, más embarrado que nunca, y me percibo a mí mismo como un proyecto acéfalo de ser humano. El suelo está demasiado resbaladizo y el ambiente me evoca un verso bucólico de muerte lenta. Me acomodo en mi banco, deposito los zapatos en la madera húmeda y enciendo un cigarrillo. La soledad aparece como siempre de la nada y procura que no esté solo de manera contradictoria. Tras la tempestad viene la calma y, si bien huele a tierra mojada, el ambiente es bochornoso. Me siento un letrado coadyuvante de la nada. Un notario de una realidad carente de significados. Desdeño pensamientos y reflexiones inútiles que quieren desenmascarar mi personalidad marchita. No pueden emponzoñar lo que ya no puede ser mancillado de ninguna manera. Exudo un sudor ferrugíneo que me envenena la piel y el alma y que se convierte en una suerte de gutapercha correosa y yerma. Soy un menesteroso que cultivo la misantropía en un cementerio de pensamientos malditos. Soy un ser pernicioso para mí mismo y para cuantos me han rodeado en vida. Lo contrario de recio, sin embargo, frágil hasta lo enfermizo. La sensibilidad se me escapa por las puntas de los dedos y nunca regresa. Apago mi cigarrillo y camino unos metros. Las sombras me rodean y me invitan a su baile nocturno. Declino la invitación y vuelvo a sentarme en el banco, junto a la soledad. Por una vez, ella me sonríe y mantiene ese rictus en su rostro durante unos instantes.
Esta es mi página más personal en Internet. Es un espacio en forma de blog en el que publico lo que quiero cuando puedo y tengo tiempo. Es un blog literario en el que cuelgo artículos, poemas y relatos cortos y en el que, de vez en cuando, dejo alguna que otra reflexión. Lo bueno de este invento es que vosotros, los lectores, os podéis comunicar entre vosotros y conmigo a través de los comentarios, haciendo que la página no sea un monólogo.
Al otro lado
Sábado, 27 de abril a las 12 h. en la Feria del libro de Granada, en el Centro de Exposiciones de CajaGRANADA Puerta Real. Me acompañará en la presentación el compañero de Granada Jesús Lens. Y a las 13 horas firma de ejemplares en la Caseta de Firmas.
Sábado, 20 de abril, de 11 a 13 h. y de 17 a 20 h. en la Feria del Libro de Fuente el saz de Jarama.
Miércoles, 24 de octubre a las 18 h. en Getafe Negro (Carpa de la Feria del Libro). A las 20 h. participaré en una mesa redonda con otros compañeros de la Editorial Ledoria titulada "En los arrabales de la Novela Negra.
viernes, 30 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (40)
jueves, 29 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (39)
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (38)
domingo, 25 de septiembre de 2011
"La senda trazada", de Pedro de Paz
El libro acaba de salir prácticamente, siendo una de las novedades del otoño. Y Algaida se ha encargado de hacer una portada lo suficientemente llamativa como para que los que incluso no conozcan al autor se interesen por el libro y lean la sinopsis de la contraportada, cuyo argumento engancha. Desde aquí vaticino que la novela tendrá unas ventas superiores a las expectativas de la editorial y del autor, ya que desde que empiezas a leer la primera página hasta el fin, el libro te atrapa.
El argumento de la novela no es nuevo en Literatura, ya que conocer el futuro ha sido un tema recurrente a lo largo de la Historia. Pero en este caso, Pedro nos propone una variación respecto al planteamiento clásico: al protagonista se le ha dado la potestad de conocer el futuro de otras personas, nada halagüeño por otra parte. Alfonso Heredia es un fotógrafo freelance que malvive haciendo fotografías para una agencia. Su vida ha llegado a un punto en el que debe dinero a todo el mundo. Su pareja, aun profesándole un amor fuera de lo común, decide abandonarle para evitar la autodestrucción de ambos. Él no acaba de asumir la situación y se convierte en un ser amargado y mezquino. Debe meses del alquiler de su vivienda, sus acreedores le acosan y por las noches se refugia en una espiral de alcohol que no le abandonará en toda la novela. La personalidad de Alfonso Heredia y la descripción de sus estados de ánimo, desde mi punto de vista, es uno de los puntos fuertes de la novela. Pedro de Paz demuestra su maestría en mostrarnos el alma atormentada del protagonista, con una prosa cruda que hace que el lector sienta las mismas sensaciones que aquejan a Heredia y se identifique con él compartiendo sus desgracias. El ambiente no llega a ser opresivo ya que el autor nos va ofreciendo párrafos de una bella prosa poética que hace que leer capítulo tras capítulo sea la trascripción de una historia contada desde el habitual estilo del autor, dotado de un bello lirismo para describir estados de ánimo.
En estas circunstancias, un día, Alfonso huye de un acreedor refugiándose en una librería de viejo. En ella hace tiempo hasta que pase el peligro husmeando entre sus anaqueles diversos libros para al final ojear un volumen sobriamente encuadernado en cuero negro. Le llama la atención el hecho de que no tiene título, el grabado de la portada y las sentencias que atesoran sus páginas, escritas a mano en bellos caracteres góticos. Alfonso se ve sorprendido por el librero, un personaje curioso, un anciano albino de edad difícil de determinar, que le pregunta que si está interesado por el libro. Nuestro protagonista intuye, por el tipo de encuadernación, que el libro debe de valer mucho dinero, y le dice al librero que solo tiene diez euros, más preocupado por quitárselo de en medio y por salir de la tienda en cuanto haya pasado el peligro. Asombrosamente el librero le vende el libro a un sorprendido Alfonso, que le entrega sus últimos diez euros.
Este es el original planteamiento de una novela que, a partir de aquí ya tiene al lector enganchado y expectante por adivinar el contenido del libro. Cuando el protagonista llega a su casa y empieza a leer unas sentencias cortas que aparentemente carecen de sentido se maldice por haber comprado algo inútil y haber empleado en ello sus últimos euros. Alfonso sigue con su vida maltrecha, huyendo de acreedores que le atosigan y haciendo fotografías en donde puede y como puede por un mísero precio. Pero en los ratos libres se enfrasca en la lectura del libro, más por olvidar la infausta vida que le ha tocado vivir que por sacar algo en claro. Casi por casualidad, la muerte del Papa le hace comprender que esta estaba anunciada en el libro, en una de las sentencias. Un estudio más meticuloso le hace comprender que el libro es un obituario estructurado en años y meses. La sorpresa salta cuando descubre que hay consignados anuncios de muertes que todavía no han sucedido.
A partir de aquí, Alfonso centra su vida en el estudio del manuscrito llegando a descubrir quiénes son algunos de los que morirán tras consultar libros y hablar con expertos. El protagonista tendrá que decidir entre avisar a los desafortunados o aprovechar la información en beneficio propio y sacar las mejores instantáneas de los óbitos anunciados.
El nudo conduce a un desenlace espectacular. Pedro de Paz monta una ficción en torno a otra ficción, ya que uno de los expertos consultados le hace ver a Alfonso que el libro que tiene entre manos es el Necronomicón. Este libro no existe realmente. Es un grimorio ficticio ideado por el escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft, mencionado por primera vez en el cuento “El sabueso”, allá por 1922. Pedro de Paz no es el primer escritor que menciona el libro en una de sus obras. Antes lo hicieron autores de la talla de August Derleth o Clark Ashton Smith. Lo cierto es que el libro ideado por Lovecraft ha inspirado obras con el mismo título. Y los fieles lovecraftianos incluso han creado páginas web alrededor del inexistente libro del que, por el contrario, muchos acólitos del terror sí que creen en su existencia.
“La senda trazada” es un libro de intriga, pero también es un viaje al alma del protagonista y a sus compañeros de viaje, un espectacular reparto de secundarios cuyas vidas se verán afectadas, en algún caso de forma terrible, por los desatinos del protagonista. Es el mito de Fausto revisado y tamizado por la imaginación del autor. Una novela que, aunque lineal en la forma de desarrollar la trama, vuelve a poner de manifiesto la afición de Pedro de Paz por las concepciones cíclicas, por abrir y cerrar círculos, por plantear al lector retos y enigmas que se resolverán en la cabeza de cada uno de forma diferente. Una novela que hará que allá donde estés, busques un momento para volver a sumergirte en sus páginas y camines hacia su desenlace a cien por hora.
Pedro de Paz (nacido el 26 de octubre de 1969 en Madrid)
Novela
El hombre que mató a Durruti (Germanía, 2004, y Aladena, 2010, reedición aumentada). Premio "José Saramago 2003" de Novela Corta. (traducida al inglés de la mano de la editorial ChristieBooks, integrándola en su prestigiosa colección Read and Noir).
Muñecas tras el cristal (El Tercer Nombre, 2006).
El documento Saldaña (Planeta, 2008).
La senda trazada (Algaida, 2011). Premio "Luis Berenguer 2010" de Novela.
Relatos
La vida es un bar (Amargord, 2006, relato "Revenge Blues"). Antología colectiva de relatos.
La lista negra. Nuevos culpables del policial español (Salto de Página, 2009, relato "Mala suerte"). Antología colectiva de relatos.
Ocho vueltas de tuerca (2010). Selección de relatos. Disponible exclusivamente en formato eBook [2].
Mi banco del parque (37)
Esta noche siento la coerción de la espesura de la noche. Ignoro lo que espera de mí cuando ni yo mismo espero las migajas de mi voluntad, por mucho que se conglutinen las circunstancias nocturnas. Enciendo un cigarrillo en mi banco del parque, bajo la luz inexistente de la farola fundida, y desaderezo mis pensamientos de lastre superfluo. Noto como mi espíritu se encuentra entrapajado en un lienzo silente y emponzoñado, exudando tristeza y sin ganas de dar una vuelta más en la invisible rueca de las esperanzas yermas. Me siento como un espectro que no hace sino tremolar sentimientos cada noche. Cae la fina lluvia sobre la impermeable presencia de la soledad, acomodada a mi izquierda. Impermeables a mí son sus pensamientos, cosa que agradezco; bastante tengo con lo mío. No hay luna y no alcanzo a ver ni una estrella. Tampoco han venido las criaturas de la noche. Brillan por su ausencia los cantos de los animales nocturnos. Hundo mis pies desnudos en el barro. Siempre que lo hago se agudizan mis sentidos. Pero no hay nada por lo que sentir. No hay nada por lo que luchar. No hay nada por lo que vivir, excepto este banco y este parque, que más parece un estado mental que un escenario vital. Apago mi cigarrillo y, totalmente empapado, toco el ala de mi sombrero. La soledad entiende que quiero marcharme, pero no hay ningún sitio adonde ir. Soy como un vagón de tren que avanza por una vía solitaria con parada en ninguna parte. Finalmente me despojo de la ropa y me tumbo de espaldas en el suelo. Siento la tierra fría. Siento mi gélido interior. La soledad me arropa con un manto de melancolía.
sábado, 24 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (36)
viernes, 23 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (35)
A veces creo que nada ni nadie podrá ensalmar mi espíritu, hostigado por pensamientos propios y, en ocasiones, también foráneos, de los que no acabo de determinar su origen. En ocasiones, percibo que la soledad se apiada de mí e intenta lisonjearme con palabras mudas llenas de buenas intenciones, pero todo es inútil. Mi alma se encuentra varada en un promontorio de basura abstracto, incapaz de remontar el vuelo hacia horizontes más claros. Sentado en mi banco del parque, con la soledad por única compañía, enciendo un cigarrillo para exhalar el humo hacia el ambiente fresco y plomizo. Mientras mi cuerpo se aferra a este banco, mi espíritu queda lejos, vagando por un valle de sombras en el que predominan el color y el olor a azufre, y también la ausencia de luz. Mis pensamientos caen al subsuelo doblegados por el naufragio de mi propia subsistencia. Estoy dolido conmigo mismo, aunque hace tiempo que olvidé los motivos. No intento recuperar experiencias que alguna vez me parecieron enriquecedoras y que hoy no son nada más que un espejismo que flota en el aire a lo lejos. Solo espero que llegue la noche para camuflarme entre las sombras y no ser visto. Beber del elixir de la inexistencia de remordimientos para poblar definitivamente el valle de las sombras. La soledad me mira con expresión grave y me dice en un susurro que así estamos bien. Pero yo no acabo de creerlo.
jueves, 22 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (34)
A veces creo que soy invisible. Que si un ejercito de humanidad desfilara ante este banco del parque ninguno de sus componentes repararía en mí. Esta circunstancia, lejos de mellar mi estado de ánimo, me reconforta. No quiero conocer a nadie, a nadie más. La gente siempre acaba decepcionándome así como yo decepciono a los demás. Por eso creo que la soledad, sentada a mi izquierda desde hace unos momentos, me ha elegido para ser su compañero. Ella y yo no podemos decepcionarnos porque nada nos exigimos salvo la mutua compañía que compartimos cada noche en este banco. Enciendo un cigarrillo debajo de la farola fundida, y que siga así. Las sombras y los espectros están tan acostumbradas a nuestra presencia que ya ni siquiera nos acosan ni nos saludan. No hay luna. No hay estrellas. Solo un silencio atronador que junto a las demás circunstancias produce una sinergia que engulle mis reflexiones yermas, mis baldíos pensamientos. Siento escalofríos que solamente puedo paliar ignorando mis estúpidas deliberaciones. Mi interior es un campo de batalla en el que combaten dos facciones compuestas por soldados muertos. Apago mi cigarrillo en la tierra húmeda y suspiro mirando un punto indefinido a lo lejos. Caigo en un estado hipnótico que me lleva hacia algo parecido al mutismo. La soledad me susurra un verso al oído, un verso maldito y triste que concuerda exactamente con mi estado de ánimo. Me giro hasta contemplar su rostro. Es como si me hubiese mirado al espejo.
martes, 20 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (33)
lunes, 19 de septiembre de 2011
El problema de la Educación
Esta generación de niños no se parece en nada a la mía. Mientras yo jugaba a indios y vaqueros, al escondite y a pedirle a mis padres una bicicleta que no me podían comprar, los niños de ahora han tenido y tienen de todo. Muchos de ellos, la primera vez que oyen la palabra “no” es en el instituto, y claro, no la entienden. Así es muy difícil educar. Por otra parte, la LOE-LOGSE que ahora es LODE (demasiados cambios), nunca se ha implantado de forma definitiva, sobre todo en cuanto a partidas económicas. Muchos de los alumnos no están preparados para estar en un aula de ESO, bien porque, aunque tengan la edad, no tienen conocimientos previos suficientes, o bien porque tienen trastornos importantes de conducta, o ambas cosas. Son críos en los que deberían entrar de lleno las medidas de atención a la diversidad, atendidos en aulas de grupos reducidos por profesores con cualificaciones especiales. Pero claro, esto cuesta un dinero que jamás se ha llegado a invertir completamente.
Con este panorama no es extraño que España aparezca mencionada en todos los informes internacionales por sus malos resultados en Educación. Pues bien, con este paisaje, en vez de mejorar los recursos, en todas la comunidades autónomas regidas por el PP, se ha decidido hacer recortes en la Escuela Pública como parte de las medidas de austeridad frente a la crisis económica que nos afecta. Los profesores hemos protestado y ante nuestras protestas, los gobernantes nos han tachado públicamente de vagos por no querer trabajar dos horas más, como parte de la maquinaria propagandística de apoyo a sus medidas. Lo cierto es que los profesores no protestamos por eso. Muchos ya trabajamos 21 horas en años pasados (no 20, como proponen los legisladores), y no hemos protestado. Tampoco hemos dicho nada cuando nos han bajado el sueldo como a todos los funcionarios.
Si protestamos es por la masificación de unas aulas que en ciertos institutos llegan a albergar a 45 alumnos; por la reducción del número de desdobles en asignaturas en que, por sus particulares contenidos, la clase se dividía en dos y era atendida por dos profesores; por la desaparición de horas de laboratorios que en asignaturas como Biología son imprescindibles; por la reducción del número de optativas que impiden que el alumno se especialice en base a sus preferencias; por la desaparición de las tutorías en gran parte de los centros; por la reducción o eliminación de las actividades extraescolares; por la impartición de horas por parte del profesorado que no son de su especialidad; por la menor atención a los alumnos con problemas de aprendizaje debido a la eliminación de profesores de educación compensatoria; por la desaparición de profesores de audición y lenguaje. ¿Sigo?
La masificación y esas dos horas lectivas más que, por norma nos obligan a dar, han propiciado que este año desaparezcan de los institutos de Madrid más de 3000 profesores que son más que necesarios. Ya el año pasado suprimieron a 1500. Y esto en un año en que la matriculación en las escuelas públicas ha aumentado un 10%, ya que los ciudadanos que antes llevaban a sus hijos a concertados y que se han quedado en paro necesitan plazas públicas para sus hijos.
Todas estas medidas aplicadas sin ningún criterio lógico ni razonable, generarán un desastre de imprevisibles consecuencias si los gobernantes no dan marcha atrás. Todos asumimos que estamos en crisis, pero aun así, no se deberían escatimar recursos ni para Educación ni para Sanidad, que deben ser públicas para garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, independientemente de que haya colegios y clínicas privadas para quienes quieran y puedan permitírselo. La huelga en la Enseñanza está más que justificada.
domingo, 18 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (32)
sábado, 17 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (31)
En el día de hoy, diversas circunstancias que no vienen al caso han soliviantado mi agotado espíritu que de por sí intenta sobrevivir maltrecho y herido. De manera insólita, la soledad ya ocupaba su sitio en mi banco del parque cuando he llegado, señal de que hoy me siento más solo que nunca, y ya es difícil. Me acomodo a su lado, le hago un gesto imperceptible a modo de saludo que ella interpreta de la forma adecuada y enciendo un cigarrillo antes de dedicarme a observar la noche. Suspiro como si el hecho de hacerlo me salvara de descender por un gran abismo que conduce a la nada más absoluta, y quizá sea cierto. El humo cálido del cigarrillo en mi pecho me devuelve a la zozobra de sentirme vivo y ello me reconforta, pues sentir, aunque sea desde la atalaya de la tristeza, me mantiene atado a este cuerpo que ha vivido mejores días. Me agarro a mi baño de luna, frío, que me aporta el punto gélido que necesito en estos momentos. Vomito versos malditos en mi cabeza para intentar parar el vertiginoso flujo de pensamientos infructuosos que torturan mi mente. Son versos que debería plasmar en un papel para dejar constancia de mi precaria demencia, por muchos episodios de cordura que, como adusta patología, combate con la sinrazón más absoluta. La soledad imprime a su semblante un ligero gesto de preocupación; la veo ligeramente turbada. En el fondo, teme que definitivamente tome la senda de la locura más absoluta. Aunque yo sé que eso no sucederá. Sé demasiado bien que la demencia y la cordura han elegido este cuerpo mío cansado ya de tantas vicisitudes como cuadrilátero para sus disputas. Un combate que ninguna de las dos ganará, que acabará en tablas. Una pelea tan eterna como la existencia de mi yo devaluado. Apago mi cigarrillo. Se apaga la luz de la luna y fenecen mis esperanzas vanas de que algún día la luz del sol ilumine mis días.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (30)
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (29)
Esta noche la luna se oculta tras grises nubarrones que presagian lluvia. Tormenta dentro y fuera de mi estado de ánimo cuya descripción es inenarrable. Enciendo un cigarrillo y me siento en mi banco del parque. No transcurren ni un par de minutos cuando siento que la soledad se ha acomodado a mi izquierda, como cada noche. Mis pensamientos resbalan por mi piel hasta caer al suelo a plomo. Tras un relámpago y un trueno cuyo sonido reverbera violentamente por el entorno, comienza la lluvia. Un chaparrón violento que me apaga el cigarro y que golpea todo lo que se antepone a su paso. Yo me empapo mientras observo que la soledad no se moja ni un ápice; ella es impermeable a las inclemencias del tiempo. Permanece imperturbable mientras mis esperanzas inexistentes se esfuman por los regueros de agua que penetran en la tierra. Parece como si la tormenta hubiese espantado a las criaturas de la noche con el repiqueteo de las gotas de agua que se han convertido en granizo. No hay ni un alma en el parque que se ha convertido en un paraje aterrador. Curiosamente esta noche estoy más a gusto que nunca. Decididamente esta noche la existencia me parece más real que nunca. Me parece perder la escasa cordura que me queda cuando me sorprendo descalzándome y hundiendo los pies en el barro. Inicio una danza macabra que por una sola vez ilumina mi espíritu cuando los retazos de la luz de un rayo entran en mí violentamente. Ya no controlo mi baile. Me muevo sin control de mí mismo con energía vital renovada. La soledad se aleja por una vereda que lleva a ninguna parte. Y yo la sigo sin poder contener esta maldita danza que parece que me ha poseído. El banco se queda vacío.
martes, 13 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (28)
domingo, 11 de septiembre de 2011
José Luis Muñoz, última cosecha
José Luis es un tipo que nació en Salamanca y que pasó la mayor parte de su vida en Barcelona. Tras un paréntesis granadino, ahora vive en el Valle de Arán. Que estudió filología románica, que ha sido columnista en diversos medios, que es relatista y novelista, que le encanta viajar y que escribe, escribe y escribe es algo que todo el mundo sabe. Me da vértigo simplemente esbozar unas pinceladas biográficas de este autor de trayectoria tan dilatada. Por eso, es mejor que para un mejor conocimiento de la misma visitéis su blog: La soledad del corredor de fondo.
José Luis es un animal literario. Un todoterreno que ha transitado por la mayoría de los géneros y que ha publicado con editoriales grandes, medianas y pequeñas. En su haber constan premios muy prestigiosos que ha ganado con novelas de gran calidad. Creo que a estas alturas de su vida su interés se centra en publicar para dar a conocer sus obras y le da igual hacerlo en un sello que en otro. Autor prolífico donde los haya, sus últimas cuatro obras han sido publicadas casi simultáneamente en diferentes sellos editoriales.
En “Marea de sangre”, publicada en la colección Cosecha roja de la editorial Erein, nos muestra una trama en la que un guardia municipal, Ismael Ortiz, lucha por esclarecer un asesinato disfrazado de suicidio enfrentándose al elenco mafioso que constituyen las fuerzas vivas de Playa de Aro. Una ficción bien trenzada, narrada con el cinismo propio de las novelas chandlerianas y ambientada temporalmente en los ochenta, es decir, sin móviles, sin Internet y con humo de tabaco en los locales públicos. Es de destacar la labor de esta pequeña editorial vasca que ha publicado novelas de otros dos grandes escritores como son Jon Arretxe y José Javier Abasolo, constituyendo una colección de serie negra excepcional.
El año también nos obsequió con la publicación de “Tu corazón, Idoia”, publicada por la editorial Corona Borealis dentro de la colección La Historia silenciada, sugestivo nombre para una serie de novelas negras. En ella, José Luis nos narra en primera persona las vivencias de Aitor, un terrorista de ETA que se incorpora al comando Barcelona para realizar un atentado. Desde mi punto de vista, uno de los puntos fuertes de esta novela es la inmersión del escritor en la personalidad del terrorista, consiguiendo que el lector llegue a identificarse con él a pesar de ser un asesino. No deja de ser un mérito que se destila del oficio de escritor. Si bien la historia es la de un atentado, esta transcurre en segundo plano, ya que la trama principal está protagonizada por los sentimientos del protagonista, que realiza innumerables flashbacks a su tenebroso pasado. Y dentro de esos sentimientos, se encorseta a plomo la historia de amor que al final toma forma entre Aitor e Idoia, la jefa del talde. No es nada habitual que un escritor sitúe la trama de una novela en el ámbito de ETA, que por otra parte debería ser terreno abonado para la construcción de historias negras. Alguna se ha escrito, como por ejemplo “Y Dios en la última playa”, de Cristóbal Zaragoza, ganadora del Premio Planeta del 81 cuando el Planeta era un premio más transparente y con mejor criterio. Pero, en general, hay pocas novelas de la banda terrorista, supongo que por miedo a meterse en un terreno que aún a día de hoy es territorio tabú.
Sin tiempo para respirar, José Luis Muñoz publica una deliciosa novela titulada “Llueve sobre la Habana”, cuyo protagonista es el inspector Rodríguez Pachón. No es la primera vez que este cínico inspector castrista aparece en una novela del salmantino, ya que nos lo presentó en “El último caso del inspector Rodríguez Pachón”. Sin embargo, esta última novela es una precuela de la anterior y convierte a José Luis en un escritor especializado en precuelas. Publica esta historia la editorial la página, dentro de la colección Sýnoros narrativa. En ella, el policía intenta averiguar las muertes de unas jineteras, algo que consigue muy pronto, centrándose la trama en cómo poder coger al asesino, teniendo en cuenta que este es un americano prácticamente inmune debido a su condición de empleado de la embajada estadounidense. Pero la gracia de esta historia, sin desdeñar la trama negra, es el recorrido por una Habana condicionada por el bloqueo internacional. La sucesión de unos personajes pintorescos que campan por unos paisajes entrañables hace de su lectura una inmersión en una Habana fiel a la realidad, fruto de una labor de documentación exhaustiva. El uso de vocablos autóctonos, la descripción de las costumbres cubanas y la idiosincrasia de una realidad de personajes resignados a lo que les ha tocado vivir bajo las inclemencias del clima caribeño, hace más que creíble una historia que destila el amor del autor a una isla azotada por la vorágine que le ha tocado vivir. El lector se verá atrapado por una trama que vivirá paseando por las calles del Malecón.
En un par de días leí “Muerte por muerte”, publicada en abril de este mismo año por la editorial Bicho. Este libro está compuesto por una novela corta, que compone el grueso del libro, y por dos relatos. La novela nos cuenta la historia de un profesor de Literatura que contrata a un violento turista británico de vacaciones en Ibiza para realizar un crimen por encargo. El profesor, casado y maduro, no puede por menos que ceder a la pasión que le ofrece el adolescente cuerpo de una alumna que termina por atraparle en una pasión enfermiza, al estilo de “Lolita” de Nabokov. El crimen es consecuencia del miedo del profesor a que su alumna eche por tierra su matrimonio y su carrera. Pero el británico no comete el asesinato según lo pactado, lo que genera una segunda trama. José Luis, a pesar de lo execrable de la actitud del profesor, consigue que el lector se identifique con él, al modo en que los lectores de “Crimen y castigo” se identifican con el asesino Rodion Raskolnikov.
El libro continúa con el relato “Fase terminal”, una historia negra de venganza, de personajes marginales carcelarios cuyas acciones reciben el desquite por acciones pasadas. Y finaliza con “Le roman du coeour”, un relato intimista que narra la persecución de una viuda al receptor del corazón de su marido muerto, que lo porta ilícitamente, ya que a ella le hicieron firmar un papel en el lecho de muerte de su esposo del que desconocía el contenido. Lo curioso de este relato es que inspiró al escritor su novela “El corazón de Yacaré”.
Ciertamente, los lectores de tan excepcional como prolífico autor no podemos quejarnos por la cadencia regular y continua en el ritmo de publicación de sus novelas. Y a pesar de esto, ya nos preguntamos cuándo volveremos a disfrutar de otra de sus historias y cuál será la temática de la misma.
Mi banco del parque (27)
Cuando vengo a este banco del parque por la noche lo hago solo, nadie me acompaña. Y al cabo de unos míseros minutos, desdichados como mi existencia, la soledad se sienta a mi izquierda. Es entonces cuando enciendo mi cigarrillo y noto que no falta nada, ni siquiera mis reflexiones inútiles, mis pensamientos fallidos y mi espíritu atormentado. Así ocurre todos los días y así ha ocurrido hoy. Según va avanzando la noche parece que no pasa nada, y así es en cierta medida, pero cada noche es distinta. Hay matices, como por ejemplo la luz de la luna en función de la cual aparecen más o menos criaturas de la noche de las que ya he hablado, seres de otra dimensión y que sin embargo nos rodean. Me refiero a espectros, sombras y espíritus que en otro tiempo poblaban nuestra dimensión física y ahora permanecen errantes por diversos motivos. Ignoro si cuando yo deje este valle de lágrimas seré uno de ellos, aunque a veces pienso que sí, que tengo demasiado apego a este banco. Que he dejado impregnada aquí toda la sustancia inherente a mi ser. Ya nada me sorprende. Mis expectativas vitales están condenadas al fracaso. Me he convertido en ese hombre que las madres no desean para sus hijos. Soy un alma al que han soslayado su existencia. No quiero morir. No quiero vivir. Mi voluntad pasó a mejor vida en un proceso que ahora ignoro. La soledad se compadece de mí. Y yo le digo que no merece la pena.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (26)
Suspiro por efemérides de mi existencia fantasma. Enciendo un cigarrillo y soporto una vez más esta levedad mía tan infame. Me encuentro en mi hogar, este banco del parque que se ha convertido en el lugar más agradable de todos los que conozco. La soledad intenta imprimir a la noche un atisbo de cordura irracional. Me mira y hace un gesto de contrariedad para acabar susurrándome algo ininteligible. Hago como que no la escucho, aunque le hago un arrumaco imperceptible. La noche va a ser larga. Hay luna llena y la luna llena atrae todo tipo de espíritus y espectros que junto a las sombras danzarán entre la hojarasca que despiden los árboles. Criaturas de la noche de otra dimensión que sin embargo yo puedo ver desde siempre. También ellas me perciben. Y yo me pregunto si no seré una de ellas aprisionado en este cuerpo humano. Más de una vez la soledad se ha puesto celosa y has espantado a todos esos fantasmas. A mí no me molestan, pero ella está acostumbrada a tenerme solo a mí. A mí no me molestan. Soy un espectro de la noche.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (25)
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (24)
Estoy cansado de coleccionar episodios vitales infecundos. Al final, después de todo, cada noche acabo sentado en este banco del parque viviendo mi verdadera vida y a mi lado se acomoda la soledad, fiel como un amor verdadero. Enciendo un cigarrillo y sostengo como puedo mis pensamientos en un acto inútil de disciplina fortuita. Calculo que los grillos empezarán a ejercitar su canto en segundos. La luz de la luna tiñe de blanco mis gestos inexistentes que a lo largo de la noche se mostrarán oscuros. La soledad transpira indiferencia y me dice que confía en mí. No sé a qué se refiere y tampoco me importa. Espero como cada noche una solución a esta angustia trascendental que me aqueja. Pero me temo que ninguna luz va a alumbrar el camino que debo seguir, si es que debo seguir alguno. Me temo que estoy condenado a vagar eternamente por este parque y a reflexionar en este banco acompañado por mi dama. El canto de los grillos se mete hasta los rincones más impenetrables de mi alma. El ulular de la lechuza me dice que esta noche no va a ocurrir nada. Para variar.
martes, 6 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (23)
La noche está llena de sombras que no pertenecen a nadie. Las veo deambular constantemente por el parque queriendo pasar inadvertidas. La soledad me enseñó a verlas y a identificarlas por su naturaleza. Normalmente son inofensivas, pero no siempre es así. Enciendo mi cigarrillo y un par de sombras se acercan a la llama. Cuando la apago, se marchan muy rápidamente. Como se marchan más y más pensamientos que no paran de fluir como un estéril crepitar de vibraciones. Tardo en darme cuenta de que la soledad me ha dejado solo. La veo en una farola lejana hablando con las sombras. Se entienden perfectamente, por lo que no es la primera vez que hablan. Ignoro el contenido de las conversaciones. No me importa en absoluto, ¿por qué habría de importarme? No me interesa ni siquiera lo que yo mismo pienso. Lo que siento hace tiempo que dejó de ser importante. Lo que hago o dejo de hacer, aparte de aleatorio es totalmente inútil. La soledad vuelve a acomodarse junto a mí. Me pide un cigarrillo y le digo que los espectros no fuman. He herido sus sentimientos. Y además, ¿qué carajo sé yo de los espectros?
lunes, 5 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (22)
domingo, 4 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (21)
Sentado otra noche más en este banco del parque en el que pone mi nombre. Sigue sin haber luz eléctrica, pero esta noche hay luna. También hay sombras, de las que suelen acechar a los transeúntes, solo que no hay nadie, excepto yo y la soledad, y a nosotros hace tiempo que nos dejaron por imposibles. Enciendo un cigarrillo y me dedico a contemplar la nada. Estoy harto de gritar silencios que no conducen a ninguna parte. Siento un frío eterno que me congela el alma, una sensación gélida cuya raíz parte de mí mismo. Las ideas fluyen independientes a mi voluntad para caer al suelo de una en una para hacerse añicos. La soledad recoge los trozos, dice que va a hacerse un collar con los retazos de mi penitencia. El parque parece un campo abonado cuya cosecha yerma de flores marchitas nadie recogerá. Apago el cigarrillo y el canto de los grillos cesa, solo por unos momentos, segundos que aprovecho para darme un baño de melancolía inútil. La soledad me mira de soslayo y sonríe por primera vez desde que me acompaña. Lo insólito de la situación me roba una mueca que pretende ser una sonrisa. Ella me guiña un ojo.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (20)
viernes, 2 de septiembre de 2011
Mi banco del parque (19)
jueves, 1 de septiembre de 2011
La demagogia de la Administración Educativa
Esta mañana, nuestra querida presidenta de la Comunidad de Madrid (eso sí, elegida democráticamente en fechas recientes), ha vuelto a dar una vuelta de tuerca a la maquinaria propagandística que tanto ella como la consejera Lucía Figar han puesto en marcha para desprestigiar a los profesores. El eje de esta propaganda consiste en decir que los profesores trabajamos poco y que vamos a hacer una huelga porque nos han puesto dos horas más de trabajo, es decir, que pasamos de 18 a 20 horas semanales. Intentan claramente dibujarnos como unos vagos ante la sociedad, que últimamente parece obstinada en no tener criterio propio, en ser poco analítica y en apoyar todas las acciones que vayan en contra del funcionariado. Ignoro si es por envidia o por desconocimiento.
Vamos a ver... Hasta el año pasado los docentes teníamos normalmente asignadas 18 horas lectivas semanales. Además de estas, tenemos horas de guardia, en las que atendemos a los alumnos de un profesor que circunstancialmente se halla enfermo, o nos ocupamos de alumnos castigados, o bien hacemos labores de vigilancia en pasillos y recreos. Bien. Además, tenemos horas de biblioteca, en las que prestamos y recogemos libros y cuidamos del mantenimiento de la misma. También tenemos horas complementarias en las que nos dedicamos al mantenimiento de aulas, laboratorios y talleres. Las clases no se dan porque el Espíritu Santo nos ilumina y surge un torrente lingüístico que nos hace dar clases magistrales, sino porque dedicamos horas a preparar cada clase y cada práctica. Ah, también elaboramos exámenes y los corregimos. Y miramos los cuadernos y los trabajos, muchas veces en casa, por las tardes, robando tiempo a nuestras familias.
Cuando me ha tocado impartir asignaturas nuevas me ha tocado prepararlas a conciencia. Si sumo las horas me salen más de 60 semanales y me quedo corto. Fui jefe de estudios durante cinco años en las que asistí a mi instituto por la mañana y por la tarde. Y el año pasado estuve a 21 horas lectivas, por lo que lo de las 18 horas que mencionaba antes es orientativo. Nunca he protestado porque no me importa trabajar, estoy acostumbrado. Se me olvidaba la atención a padres, las reuniones, los claustros, las tutorías... ¿Sigo?
Cuando Esperanza Aguirre dice que solo trabajamos 20 horas refiriéndose solo a las horas de docencia directa miente. Realmente, el aumento de 18 horas a 20 por ley y meternos a 30 alumnos por clase volviendo a la prehistoria ha propiciado que en los institutos haya menos profesores. Si protestamos es por el detrimento en la calidad de la Enseñanza. La Administración Educativa sigue haciendo méritos a salir los primeros en todos los informes internacionales, pero por la cola. No nos importa trabajar, ni siquiera cobrar menos, ya que no dijimos nada cuando nos bajaron el sueldo un 10%. Si las medidas se aplican, los alumnos saldrán menos preparados, aún menos. Eso realmente es lo que nos indigna a los profesores junto al hecho de no recibir el suficiente apoyo por el resto de la sociedad.
Señora presidenta y señora consejera, dejemos de hacer demagogia. Por mucha crisis que haya, la Educación y la Sanidad deberían ser intocables.