Esta es mi página más personal en Internet. Es un espacio en forma de blog en el que publico lo que quiero cuando puedo y tengo tiempo. Es un blog literario en el que cuelgo artículos, poemas y relatos cortos y en el que, de vez en cuando, dejo alguna que otra reflexión. Lo bueno de este invento es que vosotros, los lectores, os podéis comunicar entre vosotros y conmigo a través de los comentarios, haciendo que la página no sea un monólogo.
Sábado, 27 de abril a las 12 h. en la Feria del libro de Granada, en el Centro de Exposiciones de CajaGRANADA Puerta Real. Me acompañará en la presentación el compañero de Granada Jesús Lens. Y a las 13 horas firma de ejemplares en la Caseta de Firmas.
Sábado, 20 de abril, de 11 a 13 h. y de 17 a 20 h. en la Feria del Libro de Fuente el saz de Jarama.
Sábado, 26 de enero a las 20 h. en el Museo Municipal de Alcázar de San Juan. Me acompañará en la presentación el compañero de Ciudad Real José Ramón Gómez Cabezas, autor de "Réquiem por la bailarina de una caja de música", de la Editorial Ledoria.
Martes, 23 de octubre a las 19.30 h. en la librería Estudio en Escarlata (Guzmán el Bueno 46, Madrid). Si no puedes acudir y queréis un ejemplar firmado, ponte en contacto con ellos y pídeselo (91 543 0534). Te lo enviarán por correo.
Miércoles, 24 de octubre a las 18 h. en Getafe Negro (Carpa de la Feria del Libro). A las 20 h. participaré en una mesa redonda con otros compañeros de la Editorial Ledoria titulada "En los arrabales de la Novela Negra.
Cada vez que oigo las palabras “pacto” o “reforma” dirigidos hacia el ámbito de la Educación me echo a temblar. Cospedal y Gabilondo, Gabilondo y Cospedal, dan igual los nombres, dan igual las siglas. Ambas formaciones políticas, pesoe y pepé, han ostentado el poder y no han hecho nada, o mejor dicho, han ido estropeando sucesivamente la Enseñanza Pública. Saben de lo que saben, de mantener cuotas, de tira y aflojas, de concesiones, de cobrar favores, de mantener chiringuitos autonómicos y municipales... El último ejemplo ha sido el Pacto por la Justicia que ha quedado en un chabacano reparto de jueces. Tenemos unos políticos sin categoría, sujetos a apoyos de gente sin escrúpulos de partidos autonómicos que están poblados por intelectualoides de pacotilla. A ver si un día alguno saca mayoría absoluta y acomete una reforma electoral en condiciones que permita que tanto ciudadanos como el partido gobernante dejen de estar chantajeados.
No creo en más reformas educativas, no mientras tengamos los políticos que tenemos. El Sistema Educativo debería ser una competencia estatal y no estar a merced de los inconscientes políticos autonómicos. Mientras esto no ocurra, esto no tiene arreglo. Pero, claro, ¿quién es el valiente que quita ahora las competencias? En un país serio no hay problema. Un ejemplo: la última suspensión de la autonomía del Ulster por parte del gobierno inglés en una situación de emergencia. Pero aquí no, no se vayan a molestar. Y eso que la Educación en España es una emergencia, ¿cuándo se van a dar cuenta?
Este año imparto clases en un Ciclo de Grado Superior. El grueso del alumnado me viene de Bachillerato. No saben hacer ecuaciones, no saben expresarse, comprensión lectora cero, y encima tengo que mandar callar a tíos con 22 años, porque se dan collejas, hacen bromitas, se les dispersa la atención con el vuelo de una mosca, etc., etc., etc.
¿No se lo creen? Esperen al siguiente informe internacional. Y lo que me pasma es que aquí a nadie se le cae la cara de vergüenza.
Conocí a Oscar Urra en una conferencia en el Instituto Cervantes, dentro de los actos de Getafe Negro 2009, en la que actuaba como ponente. El debate junto a otros escritores del género fue moderado y conducido por el también escritor y habitual de saraos literarios Pedro de Paz. Luego fui a la presentación en Estudio en Escarlata de su segunda novela, en donde también volví a ver a Pedro. Charlé un ratito agradable con Oscar que, casualidades de la vida, es profesor de Secundaria, como yo. Tuve el placer de saludar también a Domingo Villar, que acompañaba al autor en la presentación. Y me gustó que acudiera también su editor de Salto de Página, arropándole y disertando sobre su biografía y sus logros literarios, no suele ser habitual.
Tuve la lucidez de comprar “A timba abierta” (su primera novela) e “Impar y rojo” (la segunda, objeto de la presentación) y ha sido una de las inversiones más brillantes que ha hecho este lector-escritor que os habla, porque me ha dado la oportunidad de sumergirme en el universo de Oscar Urra y de conocer el cuidado y el mimo con los que la editorial ha tratado sus novelas. Oscar pertenece a esta nueva generación de escritores que escribimos novela negra en un tiempo en que el género ha conocido uno de sus auges más espectaculares, quizá por el éxito arrollador de Larsson. La paradoja es que Larsson no es chandleriano en su forma de escribir. Por el contrario, los escritores españoles que están actualmente en el candelero sí lo son. Y Oscar lo es mucho más, ya que Julio Cabria, su detective, y los policías Belmonte y Meléndez, y César el barman, y el Vitriolo, y tantos otros secundarios, llevan en sus genes las maneras y las formas de los personajes de Chandler. Cabria es Marlowe transportado a Tirso de Molina. Es, si cabe, todavía más marginal y más perdedor, pero no menos honrado que el americano. Es bebedor y jugador, capaz de perder una fortuna en una timba de póquer clandestino en cualquier tugurio de mala muerte.
Oscar, además de magnífico escritor, es filólogo, cosa que todos los escritores quisiéramos ser pero que desgraciadamente no somos. El narrador, por tanto, utiliza un lenguaje limpio, pulcro y hasta seductor. Sin embargo, pone en boca de sus personajes toda la colección de vocablos propios del argot que hacen las novelas creíbles y desde ahora integrantes del más puro realismo social que se está haciendo en este país. Me alegró el hecho de terminar la primera de las novelas sólo por el hecho de empezar a leer la segunda. Y sólo espero que la tercera, salga cuando salga, sea un poco más larga para poder disfrutar de su lectura, realista, por momentos abstracta, ya que la lectura transcurre como en una nebulosa de humo de cigarrillos y vivencias oníricas, y poética.
Así que, enhorabuena al autor, Oscar Urra, nieto de Chandler e hijo de Juan Madrid. Y enhorabuena a Salto de Página, por darse cuenta de que tenían a un buenísimo autor delante de sus narices y por haberle publicado aun siendo un autor novel.
Y yo, termino estas líneas, disfrutando del rancio abolengo de un hotel antiguo, el Reina Cristina de Algeciras, ciudad por donde transcurren las peripecias de mi detective en la que va a ser mi cuarta novela, esperando que algún día mis escritos vean la luz y, ¿quién sabe? A lo mejor es otro el que escribe un artículo sobre mí o mis personajes.
Entré en casa, me acosté y los temblores fueron evolucionando hacia un fuego que me quemaba las entrañas. Me asusté tanto que volví a temblar, esta vez de miedo transformado en pavor a sufrir un infarto, un derrame cerebral o algún otro colapso corporal que me dejara tendido en la cama para siempre o muerto en la soledad de aquel apartamento infecto en el que vivía. Ahora, echaba de menos a Sofía, a Carmen, a Inma y a tantas otras mujeres con las que podía haber decidido pasar el resto de mi vida. Pero no lo había hecho, quizá por ese miedo al compromiso, a la lealtad y a la pérdida de libertad. Me levanté de la cama entre estertores y acompañado de un sudor frío que cubría todo mi cuerpo. Llegué al botiquín y revolví los frascos de pastillas que cayeron al suelo ruidosa y desordenadamente. Algunos se abrieron y esparcieron por el suelo del baño un reguero de grageas y cápsulas de colores. Desenrosqué el tapón de los tranquilizantes y engullí dos como si me fuera la vida en ello. Pegué mis labios resecos y amoratados al grifo y tragué las pastillas. Sentí náuseas, pero logré aguantar el vómito, sobre todo porque no quería que las pastillas que acababa de ingerir iniciaran su periplo a través del inodoro. Pegué la frente al gélido tacto de los baldosines de la pared y el frescor me alivió. Seguía temblando, aunque el fuego interno se fue aplacando poco a poco. De repente, un dolor que surgía del pecho me hizo tumbarme en el suelo y encogerme con las manos entrelazadas sobre el estómago. Empecé a sentir unas pulsaciones en la cabeza que se transformaron en un martilleo lento y continuo. Con cada latido del corazón parecía como si me atravesaran el cerebro con una aguja de punto. No aguantaba más. Me levanté como pude e intenté llegar al teléfono para llamar a una ambulancia. Mientras marcaba, vi la caja sobre la mesa y sentí una atracción irrechazable que me hizo colgar el teléfono cuando ya estaba dando la señal. Arrastré mis pies en dirección a la mesa y tomé la caja con aprensión. Con ella bajo el brazo, me dirigí hacia la cocina y la deposité en la encimera. La caja, esa caja de los milagros y de la locura. La abrí. Deposité el polvo blanco sobre la cucharilla y trasladé el agua desde un vaso a la misma. La fui depositando con ansiedad con un cuentagotas. Tenía apoyados los codos en la encimera para evitar que los temblores mandaran todo a la mierda. Encendí el mechero y volví a ser testigo, una vez más, de cómo el polvo se diluía y se mezclaba con el agua. Saqué la jeringa de la caja y succioné hasta la última gota de la cuchara. Me até la goma a mi esquelético brazo, apretando el nudo con los dientes. Cuando detecté claramente la vena, me inyecté todo. No transcurrieron ni dos minutos hasta que volví a mi estado de ser habitual. Había acabado con la crisis. Lo de desengancharme…, quedaba pendiente hasta una mejor ocasión.
Bueno, pues termina el 2009 y se ve venir el 2010. La gente corre desesperada con cajas, regalos y juguetes. Y hoy es Nochebuena, así que pasadlo bien en compañía de vuestra gente. Evitad conversaciones vacías y compañías que no aporten nada.
Yo estoy aquí en casa, y dentro de un rato me tomaré un cordero asado con una copita de Rioja, no hay que olvidar los placeres gastronómicos. Ni los literarios, claro está. Que el 2010 nos traiga muchas presentaciones, conferencias y actos. Y como todos los que pululais por aquí sois escritores, que el 2010 nos traiga a todos una editorial que publique nuestras novelas y nuestros poemas o cuentos. Si hay algún editor, que se identifique, estoy dispuesto a hacerme la foto para la solapa en tanga.
Quiero despedirme dándoos las gracias a todos por visitar este blog. Un abrazo.
Está solo, y esta circunstancia es irreversible. Ya ha pasado mucho tiempo desde que enfermó por leer tantas y tantas historias ajenas que hizo suyas. Fue en el psiquiátrico en donde empezó a escribir descubriendo que el oficio de escritor era todavía mejor que el de lector. Al salir del hospital con su futuro disfrazado de diagnóstico garabateado en un papel firmado por un doctor no demasiado cuerdo, encontró la soledad más absoluta. Su mujer se había llevado a los niños, la vida, sus ilusiones, el viento, sus amigos. Ahora pordiosea a unos y a otros para que lean sus escritos. Le adulan y le hacen constar su talento, pero siempre acaba solo. Termina en la barra de un bar en último término, aunque antes ha pasado por todo un periplo de montañas rusas vertiginosas en compañía de mujeres con perfumes ya conocidos y familiares. Y, finalmente, acaba paseando su mirada por las botellas, colocadas ordenadamente detrás de la barra, mientras observa jugar a la máquina tragaperras a un hombre solitario que no escribe y que no lo hará jamás. Pero tampoco ahogará sus penas en alcohol, como hace él, aunque le toque el premio gordo.
Y cuando tercie estar en una habitación de hotel, sentado en una silla, mirando a través de los cristales las húmedas dársenas del puerto, con las grúas amarillas y oxidadas, habrá una mujer duchándose y canturreando una canción que él no conoce. Él prefiere a Eric Clapton, pero claro, no hay mujeres que canturreen Layla.
La mujer se vestirá y se irá arrastrando sus sentimientos por las aceras del barrio del puerto. Él la observa absorto intentando taladrar con su mirada el cristal lleno de vaho y la cortina de agua que deja la lluvia. La ve desde la ventana y le dice adiós perfectamente mudo y quieto mientras una lágrima corre por su mejilla dolorida de tantas caricias frustradas. Si no fuera por la cicatriz, la lágrima habría rodado hasta la barbilla y aún más allá.
Está inspirado, así que se pone los colmillos y baja al bar, en donde observa la vajilla sucia y mutilada. No tiene ni portátil ni sentimientos, ya no. Y pide un bolígrafo al camarero mellado y con cara de pocos amigos. empieza a escribir muy rápido, y no precisamente de la mujer que acaba de abandonar momentos antes la habitación del hotel, sino de la lúgubre taberna llena de humedad. Ya no hay aromas de perfumes, de esos que tanto conoce y que no le dejan dormir por las noches. Cuando tiene la servilleta llena por las dos partes, enciende un cigarrillo. Y antes de que la llama del mechero se extinga, quema la servilleta. Esa crónica negra no la va a leer nadie. Sus pulmones no le agradecen las intensas caladas y el whisky quema sus entrañas, pero no lo suficiente. Se comería un entrecot, pero es tarde y su cerebro no para. El camarero ha visto arder la servilleta pero no ha dicho nada, peores cosas han pasado en la taberna desde el principio de los tiempos.
Ahora, de repente, cree estar en el infierno. El local es oscuro y no tiene alma, si alguna vez la tuvo, se la llevó el viento a bofetadas. Maldita vida echada a perder bajo ríos de tinta que se entremezclan con los residuos sólidos de la basura sin contemplaciones, sin mesura y con un despreciable olor a podrido. Ah, lo que daría ahora por un pedazo de sensatez envuelto en papel de regalo de color morado. Pero la sensatez quedó lejos, olvidada en alguna habitación de hotel llena de grietas, como el pequeño trozo de alma que aún le queda. Y para qué hablar de la cordura. De eso tampoco le queda un ápice, sólo que ahora no logra recordar dónde se la dejó.
Extrae el último cigarrillo y, como se han terminado las servilletas, saca el papel de platilla para escribir en el reverso. El boli acaba de morir. Deja el cigarro sin filtro y quema la espuma con el mechero para escribir con el hollín del filtro. Como no le funciona, se pincha en la yema del dedo con el pasador del cinturón. Está oxidado, pero le da igual, su vida no vale un duro. Moja el filtro en su propia sangre y empieza a escribir el último cuento, un relato premonitorio de muerte en el que él es protagonista. El camarero, borracho, se ha dormido y ronca apostado en la barra. Escribe, lentamente, y no porque no esté inspirado, sino porque el método funciona lo justo.
A la mañana siguiente encuentran muertos a los dos, a él y al camarero. Apestan a whisky. Su último cuento ha sido un epitafio: “No volvería a ser escritor ni aunque me condenaran a tormentos de perfume de mujer”.
Raymond Thornton Chandler (Chicago, 22 de julio de 1888 - 26 de marzo de 1959, La Jolla, California), es uno de los escritores muertos que más influencia ha tenido y sigue teniendo en los escritores de todo el mundo. No es el inventor de la Novela Negra, pero la eleva a los cielos, dotándola de una dignidad que no tenía hasta entonces. Cuando Chandler escribe su primera novela, El sueño eterno, ya no era un crío, tenía 51 años. Y tampoco era un cualquiera, era un hombre polifacético que había viajado y había corrido mil aventuras. Aunque era estadounidense, tras el divorcio de sus padres fue llevado a Inglaterra. Estudió en el Dulwich College de Londres (1900-05) a autores clásicos y modernos. También viajó a Francia y a Alemania y se nacionalizó británico en 1907. Fue soldado en los Gordon Highlander de Canadá, empleado de banco, periodista, ejecutivo de una empresa de petróleos, de donde fue despedido por acosar a las secretarias, e intentó suicidarse. Trabajó como reportero para el London Daily Express y para la Bristol Western Gazette (1908-12). Publicó 27 poemas y su primer relato The Rose Leaf Romance antes de regresar a los Estados Unidos. Participó en la Primera Guerra Mundial y regresó a California, donde viviría ya el resto de su vida. Al morir su madre en 1924 se casó con Pearl Cecily Bowen (Cissy), dieciocho años mayor que él, y el matrimonio duró casi treinta años, hasta el fallecimiento de ella en 1954. En 1933, a los 45 años, se dedicó por entero a escribir. Su primer cuento fue Blackmailers Don't Shoot, para la revista Black Mask, un pulp dedicado a los relatos de acción; desde entonces no abandonó el género.
Entre 1933 y 1939, produjo 19 relatos. Creó ya por entonces al detective privado Philip Marlowe que en El sueño eterno (1939) se mueve por la cara oscura del soleado Los Ángeles y ayuda a evitar el infarto de un millonario al rescatar a su hija de un chantaje. se considera, sin embargo, que su mejor novela es El largo adiós (1953), en la cual descubre al asesino de la hija de un millonario, de un escritor y de un amigo suyo. En 1943 se le propuso trabajar en Hollywood adaptando el guión de Double Indemnity (Perdición), sobre la novela de James Cain, dirigida por Billy Wilder. Tras la muerte de su esposa en 1954, el escritor sufrió fuertes depresiones, aumentó su alcoholismo e intentó suicidarse en dos ocasiones. Falleció en La Jolla, California, el 26 de marzo de 1959, a los setenta años.
Desde entonces hasta ahora, Philip Marlowe ha sido importado a todas las latitudes del planeta convirtiéndose en Kurt Wallander o en Leo Caldas, consolidando a la figura del detective marginal y cínico como uno de los arquetipos de la Literatura Universal que más tirón tiene ante los lectores de todo el mundo.
En España hay un auge de jóvenes escritores de género negro, hijos de Juan Madrid y de Vázquez Montalbán, pero indudablemente nietos de Chandler y de Hammett. La nómina negro-criminal está compuesta por gente como Lorenzo Silva, David Torres, Domingo Villar, Oscar Urra, José Luis Muñoz, Alejandro M. Gallo, Javier Otaola, etc., y me dejo muchos. Todo esto coincidiendo en el tiempo con el éxito de las novelas de Larsson, que no era chandleriano, pero que sin embargo creó unos personajes con una personalidad muy carismática.
Y en medio de este ambiente, se consolidan festivales como la Semana Negra de Gijón, Getafe Negro y Barcelona Negra; y librerías dedicadas al género como Estudio en Escarlata en Madrid y Negra y Criminal en Barcelona. Y son varios, los organismos públicos y privados que organizan conferencias y presentaciones, propiciando el contacto de los autores con su público.
Estamos de enhorabuena. Y si conocéis a amigos que aún no hayan leído a Chandler, acaba de salir un libro que recopila las siete novelas del americano protagonizadas por Marlowe: Todo Marlowe, que ha publicado RBA coincidiendo con el cincuenta aniversario de la muerte de Chandler, coincidiendo además con el 75 aniversario del nacimiento del célebre detective en el relato “El confidente”. Y si os sobra un poco de pasta, también podéis regalar otra que acaba de salir: Cuentos completos, de Juan Madrid, de Ediciones B. De esta forma, podréis proporcionar unas felices navidades negro policíacas a vuestros familiares y amigos.
En estos días, se está celebrando en Madrid una exposición sobre la Generación del 27. No es en cualquier sitio, es en la Residencia de Estudiantes, que se ha convertido en un templo cultural desde que a principios del siglo XX albergó entre sus paredes a los más representativos artistas de la generación. No había tenido el placer de acudir a la residencia hasta ahora y el sólo hecho de contemplar su preciosa fachada produjo en mí un estremecimiento que hizo que se me erizaran los pelos de la piel. Saber que estaba a punto de entrar allí donde vivieron Dalí y Lorca produce una emoción muy especial.
La exposición consta de cuatro salas y un recinto de audiovisuales. El personal te recibe amablemente, explicándote los contenidos de la exposición y el trayecto a seguir. Tuve el placer de ver la muestra solo, con tranquilidad, pero con una reflexión que flotaba en el aire: “¿Por qué no viene la gente a ver esto?”. A ver, la documentación es valiosa, el pase es gratis, te atienden deshaciéndose en explicaciones, entonces, ¿qué es lo que ocurre? Pues que seguramente la gente está muy ocupada en comprar los regalos de Navidad o en ver la americanada de turno en los pocos cines que quedan y que sobreviven a base de poner películas de mala calidad.
La exposición está organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la residencia de Estudiantes. Propone un recorrido transversal por un conjunto de obras de la Literatura y las Artes en 1927 y 1928 y su finalidad es mostrar la riqueza y la variedad del sistema cultural que se asocia con la Generación del 27, o como decían sus protagonistas, de “la joven Literatura”, tan rica en matices como se muestra en el conocido cartel de Giménez Caballero, “Universo de la Literatura Española Contemporánea”, que sirve de mapa general de la exposición.
De la unión de los intelectuales que se reunieron en el Ateneo de Sevilla que, más tarde pasaron a la Residencia y, a los que posteriormente se unieron otros, saltaron chispas. Discreparon de la dictadura de Primo de Rivera. Tomando como referencia las informaciones vertidas en la Gaceta Literaria y sus números monográficos de los años 27 y 28, las nuevas orientaciones estéticas pueden reducirse a una polaridad entre dos tendencias, una protagonizada por el intelecto y otra por el instinto, apreciable tanto en la Literatura como en las otras Artes. Hay, por un lado, distintas versiones de la pureza formalista y, por otro, todos esos modelos formalistas se ponen en cuestión en nombre de un vitalismo resultante de la unión de todos estos artistas, con tientes surrealistas o neofuturistas pero cargados de compromiso social.
En torno a este eje, se tiene presente la producción de los escritos del 98 y del 14 (Los Mayores) y la actividad de la Revista de Occidente, la Residencia de Estudiantes y sus quinientos simpatizantes activos (Los Quinientos).
Quizá el punto de partida formal sean las revistas que aparecen en todo el país, desde Santander (Carmen) hasta Tenerife (La Rosa de los Vientos), desde Sitges (L’amic de les Arts) hasta Huelva (Papel de Aleluyas), así como libros y manuscritos poéticos, desde versos de Villalón y Josefina de la Torre (Los Poetas) hasta prosas de Moreno Villa o Juan Chabás (Los Prosistas).
Se muestra en la exposición una reliquia literaria publicada en el 28: XX sonnets. Góngora. Traduits en française par Z. Milner et accompagnés d’illustrations de Ismael González de la Serna, haciéndose hincapié en su estrecha y singular relación con Vingt poèmes de Góngora de Pablo Picasso, publicado en París en 1948.
En el ámbito de las imágenes hay cuadros de figuración lírica y textos y carteles de García Lorca o Ignacio Sánchez Mejías, pinturas de Salvador Dalí y Ramón Gaya, partituras y documentos sonoros de Falla y Ernesto Halffter, maquetas de edificios racionalistas y fragmentos fílmicos.
La exposición termina con un documental de una hora en donde se hace un recorrido por la trayectoria de los principales artistas de la generación, pasando de puntillas por la Guerra Civil, que cambió las vidas de todos para siempre, supongo que por no hacer sangre, y de la que únicamente se cita el obligado recordatorio del fusilamiento de Lorca y el lamentable episodio de la muerte de Miguel Hernández enfermo en la cárcel.
Todavía tuve tiempo de asistir a la presentación del último libro de Carmen Alborch, allí mismo, rodeada ella de glamour, cámaras y ministros, entre ellos el de Educación, al que me dieron ganas de saludar y de preguntarle que cuándo van a arreglar esto de la Enseñanza, pero no era ni el momento ni el lugar.
Como siempre que asisto a un acto cultural acabo disfrutando de algún pequeño placer gastronómico y ayer tocó un plato de chistorra navarra acompañado con una copita de Rioja. Todo ello en una cafetería de diseño de Serrano, con sillas de diseño, con mesas y luces de diseño y con una pedazo de pantalla de plasma acorde con el lugar que mostraba una entrevista en la CNN con nuestro educativo ministro al que acababa de ver media hora antes en el acto de firma de libros comiendo tortilla y canapés de fuagrás. Conseguí que no se me atragantara la chistorra con sus peroratas sobre Educación y con la “amable” entrevista del periodista. Al ministro sólo le entendí que decía: bla, bla, bla, bla, bla. En fin, lo cierto es que me marché con el regusto de la cena y con la imagen en la retina de la Residencia, aunque, de vez en cuando, se me venían a la cabeza las palabras del ministro: bla, bla, bla, bla, bla.
Bueno, pues si el otro día fue un sarao literario, ayer fue un sarao musical: los 80 en concierto, en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Lo que montó Miguel Cañas ayer estuvo superior. Y eso que el concierto empezó un poco raro. Lo digo porque, por lo que se ve, ahora estos espectáculos empiezan con un show de un disc jockey, o DJ o como coño se llamen ahora. Yo creo que el tipo, que resultó ser el periodista musical Carlos Moreno “el pulpo”, andaba algo despistado porque lanzaba arengas del tipo “¿Quiénes de los de aquí tienen 30 años?”. Quiero recordarle que los treintañeros en los 80 tenían diez añitos, o sea, que no eran los protas de la Movida. Y después empezó a poner música, sonaron Hombres G, Danza invisible, Alejandro Sanz..., y entonces fue cuando me dije “empezamos bien. ¿Qué coño tendrá que ver Alejandro Sanz con la Movida?”. Y los dos otros grupos mencionados, pues hombre, tampoco es que cayeran demasiado bien en mi barrio por aquellos tiempos. Menos mal que el pulpo enmendó la plana y logró ponerme los pelos de punta cuando pinchó “Cien gaviotas” y continuó con Radio Futura, etc. Fue cuando me dije “bueno, esto empieza a tener buena pinta”.
Cuando se retiró el pulpo empezaron a desfilar los artitas, a tres canciones cada uno, por eso del tiempo. Y el primero que salió fue Carmelo López, de “el Norte” que me emocionó un pelín, ya que se marcó “La chica de ayer” y dedicó el concierto a Antonio Vega, con un par. Luego salió Pablo Perea de “la Trampa” y tocaron un tema a medias. Los dos tienen una voz de la hostia y son unos virtuosos de la guitarra, dio gusto escucharles. A esas alturas ya estaba yo abajo dando botes a pesar de disfrutar de una invitación VIP.
Los años 80 fueron los más fructíferos de la música española. Había grupos a tuti plen y salían músicos hasta de debajo de las piedras. A ver si no por qué toco yo la guitarra. Pues porque en aquel entonces quería imitarlos. Y aunque yo me defiendo para tocar en una jam session, no soy un virtuoso, pero recuerdo que virtuosos había en cada manzana de mi barrio, y en todos los barrios. Fue una explosión de creatividad sin precedentes. Había grupos y más grupos, a cual mejor. Aunque si yo tuviera que elegir a dos, sólo a dos, me quedaría con “Secretos” y con “Nacha Pop”, pero es que claro, estaban “Radio Futura”, “Duncan Dhu”, “Burning”, “Siniestro Total”, “Ilegales”, “Golpes Bajos”, “La Guardia”, etc., etc., etc. Y queríamos ser como Antonio Vega y como Enrique Urquijo. Y coreábamos aquello de...
En el bulevar de los sueños rotos
vive una dama de poncho rojo,
pelo de plata y carne morena.
Mestiza ardiente de lengua libre,
gata valiente de piel de tigre
con voz de rayo de luna llena.
...y tantas otras.
Fueron tiempos en que se cuidaban las letras y los acordes. Fue la Edad de Oro. Cuando comparo aquellos años con los de ahora en los que los ídolos son gente como Bisbalme dan ganas de llorar. Y al fin y al cabo, el Bisbal canta, pero es que ahora los niños quieren ser como Belén Esteban, en fin para flipar, qué pena.
Total, que por el escenario siguieron circulando Alberto Comesaña, los “Tennessi”, Miguel Costa, de “Siniestro Total”... Especial fue el momento de la subida al escenario de Manolo Tena, que interpretó “Tocar madera”, “Frío” y “Sangre española”. Aunque fue Miguel Costa el que nos hizo dar botes con “Era una chica muy mona” y “Bailaré sobre tu tumba”.
Me llamó la atención la colgadura de Bernardo Vázquez, de “los Refrescos”. Abrió con “Mi agüita amarilla”, y no dejó de dar botes durante toda la actuación, bajándose incluso abajo a bailar y a vacilar con el público.
La anécdota estuvo cuando en plena actuación de “los Inhumanos” me subieron al escenario. Así que allí estuve con otros cuantos elegidos del público bailando mientras el grupo cantaba aquello de “...qué difícil es hacer el amor en un SIMCA 1000...”
Total, que anoche rememoramos una época. Una época que en su día no valoramos porque creíamos que a partir de ese momento todo iba a seguir así. Nos equivocamos. Aquello fue un paréntesis dentro de la Historia de la Música en España. Pero aquello se acabó, y ahora tenemos lo que tenemos.
Después del concierto nos fuimos a una discoteca y, como iba con quien iba, pues también entré gratis, vamos, por la patilla, por la jeró. Y allí estaba Miguel Cañas, y otros productores, y el chavalito de “Inhumanos”, y Carmelo López, que se hizo una foto conmigo, la que precede a esta entrada, y en fin, que lo pasamos estupendamente. Rememorando una época maravillosa en la que tomarte una cerveza y fumarte un cigarro no era pecado.
El otro día, mi colega Paco Gómez y yo, estuvimos en la librería Estudio en Escarlata. Acudimos al sarao literario, que tenía como objetivo la presentación de "Impar y rojo", de Oscar Urra. Y de paso pues ya charlamos con él y con Domingo Villar, que le acompañaba en la presentación. Y también con Pedro de Paz, que estaba por allí. La verdad es que hay un montón de peña, todos ellos cuarentones, que está escribiendo y publicando Novela Negra. Y Paco y yo, como aficionados al género, no hemos parado últimamente de ir a presentaciones, conferencias, eventos y cursos. Al finalizar, lo de siempre, nuestra bandejita de jamón ibérico y nuestro Rioja. Y al final, pues la típica partida de mus en el barrio. Actualmente, Paco tiene tres novelas rulando por ahí. La primera, en una editorial importante, sufriendo retrasos en la publicación por la jodida crisis. Y la segunda y la tercera en respectivos premios literarios que se fallan próximamente. Yo he leído las tres y son jodidamente buenas. Así que en un futuro no muy lejano, espero que sea él quien presente sus libros y acuda a esos saraos literarios que tanto nos gustan a los dos. Quién sabe, a lo mejor un día se hace famoso y me hace famoso también a mí, ya que está empeñado en novelar mis casos, lo que no me apetece en absoluto, pero... ¿Quién sabe lo que nos espera a la vuelta de la esquina de esta jodida vida?
A los que nos gusta la Novela Negra, estamos de enhorabuena. Lo digo por esa generación de escritores españoles que ronda los cuarenta años y que están publicando, dando conferencias, participando en antologías de relato policial y firmando libros por toda la geografía. Ayer le tocó el turno a Oscar Urra que, al igual que yo, es profesor de instituto y escritor. Ya había tenido el placer de verle y escucharle en el Instituto Cervantes hace poco, en una conferencia junto a otros escritores compañeros de generación, que se celebró dentro de los actos de Getafe Negro.
Llegué a la librería Estudio en Escarlata diez minutos antes y casi me di de bruces con el autor y con Domingo Villar, que acompañaba a Oscar en la presentación. Compré sus dos novelas; la primera se titula “A timba abierta” y la segunda, objeto de la presentación, es “Impar y rojo”, ambas editadas por la editorial Salto de página. Al ir a pagar, la librera me comentó que se encontraba allí el autor, de sobra lo sabía yo. Oscar se dirigió a mí y me comentó que me conocía. «Tú estabas en primera fila aquel día de Getafe Negro, en el Instituito Cervantes», me dijo. Le aclaré que es que a mí me gustan estos saraos. Aproveché para preguntarle a Domingo Villar que para cuándo la próxima del inspector Leo Caldas y me dijo que para dentro de dos años, más o menos. Se ve que el éxito ha relajado al gallego, que nos comentó más tarde que “La playa de los ahogados” se había traducido al alemán, al búlgaro, al italiano y a algunos otros idiomas. También comentó que estaba trabajando en cuentos infantiles y que le habían seleccionado para publicar un relato en una antología que se iba a editar en el marco de un festival alemán y en la que iban a participar varios escritores de diversas nacionalidades. Todo esto lo comentaba en presencia de Pedro de Paz, otro escritor compañero de generación que también estaba por allí.
Abrió la presentación Juan Escarlata, el librero, que nos dijo que ésta era la última presentación del año, cerrando así un ciclo intenso en los que la librería ha hecho un esfuerzo organizativo sin precedentes. Esperamos con inquietud el nuevo año, Juan.
Continuó con la misma el editor de Oscar representando a Salto de página, que hizo una breve reseña biográfica del escritor, que fue finalista del Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón a la mejor primera novela policial del año.
Prosiguió Domingo, que definió con humor gallego a la Novela Negra como el género que utilizaban los escritores para decir lo que les daba la gana. Y recorrió sin desvelar nada “Impar y rojo”, realizando un análisis certero del estilo Oscar, que narra en tercera persona las aventuras y desventuras de Julio Cabria, su personaje, un detective del madrileño barrio de Tirso de Molina, con un estilo pulcro y cuidado, no en vano, Oscar, es filólogo. Y que, sin embargo, pone en boca de sus personajes expresiones castizas.
Cerró el acto el propio Oscar, que nos dio una interesante conferencia sobre cómo confeccionar una novela. Y nos dijo que, si bien en “A timba abierta” había utilizado la estructura clásica del asesinato en habitación cerrada asimilada a “asesinato en barrio cerrado”, ya que en el libro el detective no sale de Tirso de Molina, en “Impar y rojo” había sacado a su detective de paseo por el mundo, fuera de las fronteras de ese submundo que había creado en su primera novela. Cerró la presentación de forma original: su editor le pasó un sobre a su nombre y cuyo remitente era el propio Julio Cabria. Era una carta que nos leyó allí mismo en la que el detective ponía verde a su creador por meterle en un montón de líos al asignarle los casos. Un ejercicio literario en directo genial.
Y yo, como siempre hago después de cada presentación, abandoné Estudio en Escarlata con mis dos ejemplares firmados y dispuesto a comerme mi bandejita de ibéricos y mi vinito de Rioja, que Literatura y Gastronomía van unidas, ya nos lo enseñó el maestro Montalbán.