Aparte de escribir novelas, poemas, relatos y artículos, suelo dedicarme al noble arte de describir eventos culturales, principalmente, presentaciones de novelas por la geografía de los madriles. Pero ahora, mientras golpeo las teclas, me siento un poco extraño al pergeñar la mía; no obstante, me voy a atrever.
La presentación de “El círculo alquímico” tuvo lugar el pasado sábado 15 de enero en la emblemática librería de intriga y misterio Estudio en escarlata, situada en la calle Guzmán el Bueno, aunque para mí empezó mucho antes. Primero convencí a los padrinos que me acompañarían en el acto, cosa nada difícil y de agradecer: el escritor Pedro de Paz, reciente y flamante ganador de la última edición del Premio de Novela Luis Berenguer, y Virtudes Reza, también amiga, excelente poetisa que alberga el Premio “Lola Peche” de Poesía, entre otros. Cuando me dirigí hace un tiempo a la librería para hablar con Juan, el librero, y este me confirmó una fecha no pude dejar de sentir una emoción especial. Son muchos los libros que he comprado allí y muchas las presentaciones y conferencias a las que he asistido en ese pequeño templo de la Novela Negra y Policíaca, un establecimiento en el que los que te atienden saben de lo que hablan. Y si no tienen un título, te lo buscan.
Tuve una reunión con Virtudes y Pedro una noche en el Paraíso del jamón, en San Bernardo, aunque lo que menos hicimos es hablar de la presentación dados los buenos bocatas de los que pudimos disfrutar regados con buen Rioja y envueltos en un halo de complicidad que nos envuelve a todos los que escribimos y que, además, estamos unidos por el vínculo de la amistad. El mismo viernes, víspera del evento, volví a quedar con Pedro. Tuve el placer de que también acudiera a la cita el escritor Jorge Díaz. Lo de la novela quedó en segundo plano por las mismas razones que comentaba antes.
El caso es que después de una mañana de sábado frenética, recogí a Virtudes en la estación de Atocha, ya que vino desde su lugar de residencia que una vez también lo fue mío: Algeciras. Comimos y se nos echó la hora encima. Lo cierto es que queríamos quedar un rato antes para intentar planificar el acto. A las seis y media pudimos encontrarnos con Pedro en la terraza de una cafetería, frente a la librería, a la intemperie por lo del tabaco y la prohibición. Esos cafés que pedimos, nunca llegaron. Y a la reunión se fueron incorporando sucesivos amigos, entre ellos la escritora y amiga Laura Muñoz. Así que sin cafés y sin apenas planificación, llegamos a Estudio en escarlata a las siete en punto, y ahí fue cuando me di cuenta de que había que mantener el tipo, ya que la impresión que me llevé al ver la librería llena fue impactante. Apenas tuve tiempo de saludar a algunos conocidos y, cuando quise darme cuenta, estaba sentado en la mesa flanqueado por Pedro de Paz y Virtudes Reza.
Mi editor de Ledoria, Jesús Muñoz, abrió la presentación haciendo una semblanza de lo que significa Toledo con su pasado y con una ciudad que durante mucho tiempo albergó a las tres culturas. Y luego tuvo amables palabras hacia mí y hacia mi obra. Después continuó Virtudes, que maravilló al público con su humor y sus retazos de arte andaluz. Por unos momentos se emocionó, vi que le costaba hablar y la animé con la mirada. Pronto se rehizo entre chascarrillos que hicieron las delicias del público. Habló largo y tendido sobre mi novela y terminó su intervención, como no podía ser de otra forma, recitando un poema titulado “El círculo alquímico” y leyendo frases extractadas del libro que le habían llamado la atención.
Pedro de Paz, experto en lidiar con las situaciones propiciadas por presentaciones, mesas redondas y demás, entró fuerte, con vozarrón de barítono. Y como es escritor, tiene buen criterio y sabe de lo que habla se dedicó a elogiar mi novela y mi estilo. A esas alturas yo ya había sobrepasado el límite de la vergüenza y seguía manteniendo el tipo, porque luego me tocaba hablar a mí, y no es fácil cuando tres personas de la entidad de las que me acompañaban no paran de elogiarte. Sé que Pedro es un escritor de género negro, y de los buenos, de hecho le admiro. Y como es sincero, describió los entresijos de la novela, siendo concreto y reconociendo que se le escapaban algunos de los aspectos que yo propongo, pero que aun así, le había gustado mucho lo que había leído.
Y me llegó la hora. Me quité la coraza con la que llevaba protegiéndome durante más de media hora de elogios y de alabanzas y me dispuse a hablar. Lo primero que hice es dar las gracias por las palabras escuchadas. También agradecí a mi editor el que hubiese apostado por mí sin conocerme de nada. Y de pronto, para soltar tensión, anuncié que había comprado unas botellas de Protos y de Marqués de Cáceres para acompañar los canapés posteriores. Empecé a hablar con una pasmosidad de la que a veces me asusto. Vencí el nerviosismo propio que produce que muchas personas a la vez te estén mirando. Y comprobé que el aforo estaba completo, que la gente se apiñaba en la escalera de bajada al recinto. Más tarde, mi hermano me comunicó que en la calle había tanta gente como dentro. Pero logré mantener la calma.
Hablé de mi novela, de cómo se me había ocurrido y de mis experiencias al escribirla. Expliqué que había tardado más en documentarme que en darle forma. Al ser un libro que contiene viajes, Historia del Arte, Historia, Alquimia, Filosofía y unos cuantos ingredientes más, el trabajo de documentación retrasa la escritura, pero merece la pena. También hablé de lo que para mí debe ser una novela: un relato largo con planteamiento, nudo y desenlace, que contenga diversos detonantes. La charla estuvo animada pues, posteriormente, el público y Virtudes me plantearon preguntas, interrogantes propios de la gente que lee y escribe, ya que no fueron pocos los escritores que se dieron cita allí, y eso dinamizó el acto.
Posteriormente los libreros sirvieron el vino y los canapés y yo atendí a todos los que me pidieron que les dedicara el libro; personas que compraron mi novela dispuestos a leerla, demandando una dedicatoria y un breve momento de charla conmigo, lo que creó en mí una sensación difícil de describir; algunos familiares que hasta hace bien poco no sabían nada de mi vocación por la escritura; amigos de distintos ámbitos, antiguos, actuales y espero que futuros; gente, en definitiva, que se dio cita allí para verme; y la mayoría, soportó estoicamente de pie la hora larga que duró la presentación.
Lo de las firmas es especial, indescriptible y firmé con un bolígrafo muy especial. Algunos se tuvieron que marchar porque tenían cosas que hacer y la cola era larga.
Por último, firmé los ejemplares que habían pedido por correo electrónico, con más de una sorpresa, os lo aseguro. Al cierre de la librería, los que quisieron, me acompañaron a cenar y a tomar unas cañas en un bar aledaño. La velada estuvo excepcional.
A partir de ahora, la novela ya no es mía, pertenece a los lectores. Mi sueño se culminó cuando tuve el libro en mis manos, hecho que se produjo el día 5 de enero del nuevo año; inolvidable. Lo que venga después, si es que viene algo, son regalos añadidos.