Anteayer me levanté temprano. Me gusta madrugar, a pesar de las noches se prolongan en la terraza del Don Manuel hasta la madrugada. Busqué un kiosko para comprar el ABC Cultural y me encontré con Fernando Marías que vagaba por las húmedas calles de este Gijón supongo que con las mismas intenciones que yo, es decir, desayunar. Nos saludamos y me comentó que estaba preparando la logística para el concurso de tortillas de patata.
Luego me tomé un café leyendo el suplemento de cultura, pasé por la habitación para hacer la entrada anterior en el blog y me fui a la terraza del Don Manuel con el “A quemarropa” bajo el brazo que, para quien no lo sepa, es el diario oficial de la Semana Negra. Allí mismo, Marías me citó para el día siguiente en la terraza a las once.
Más tarde pasé por la plaza del Ayuntamiento y encontré una barra en un restaurante típico. Me comí unos mejillones a la marinera con un par de Albariños antes de echarme la siesta. Luego me levanté y cogí el 4, que es el autobús que te lleva al recinto de la Semana Negra. Pasé la tarde asistiendo a diversas presentaciones de novelas, entre ellas el libro de relatos de Steve Redwood. Me hice con él.
La cena fue en la Iglesiona, uno de los mejores restaurantes que he visto en mi vida. Cené unos guisantes con jamón ibérico y huevos fritos con patatas y jamón ibérico. Ni os cuento cómo estaba aquello. Finalmente, las copas las tomamos en la terraza del Don Manuel y acabé charlando de cosas de escritores con los compañeros Antonio Calzado y Diego Ameixeiras. Más tarde se nos unió Chema Huerga.
A la mañana siguiente desayuné y, tras hacerme con mi “A quemarropa”, me dirigí al Don Manuel. Desde allí, comandados por Fernando Marías, nos dirigimos a casa de Cristina Macía, lugar en que se desarrollaría el concurso de tortillas de patata. Ni os cuento el cachondeo durante los prolegómenos y mientras se desarrollaba el concurso. Empezó Fernando, que albergaba desde el Tren Negro una seguridad en sí mismo pasmosa. La siguiente fue María Zaragoza, lenta en la ejecución pero con buen hacer. Y yo fui el último. Llegué a albergar esperanzas de ganar pues, modestia aparte, me salió una buena tortilla.
Al término del evento culinario, los tres concursantes nos dirigimos al Don Manuel, en donde pudimos comprobar la expectación generada por el concurso. Al cabo de un rato, llegaron las tortillas debidamente numeradas. Cristina Macía explicó a los doce miembros del jurado, todos ellos del mundo de la cultura, el método de votación. Y presididos por Javier Márquez, empezó la degustación y las deliberaciones. Sí, ganó Fernando Marías que, como un niño con zapatos nuevos pronunció el discurso del ganador. Allí no quedó nada. Ni siquiera pude hacerme con un pincho, así que me tuve que conformar con tomarme la copa de Albariño a palo seco.
Posteriormente, los concursantes y un nutrido grupo de gentes de las Letras nos fuimos a comer a la Iglesiona. Esta vez tomé unas fabes y cabrito asado. De postre, un chupito de hierbas, porque no fui capaz de tragarme un postre. Qué rico todo, de verdad.
Por la tarde volví a trasladarme al recinto y presencié algunas presentaciones, entre ellas la de María Zaragoza y la de Diego Ameixeiras. Después, más de veinte personas nos trasladamos a cenar siguiendo a Paco Ignacio Taibo II, el director de la cosa. Nos llevaron a un garito de kebaps, en el propio recinto. Estaban buenos, solo que no servían alcohol. Menos mal que Antonio Calzado y un servidor andamos listos y compramos cervezas en el garito de enfrente que repartimos generosamente entre varios colegas que tampoco estaban dispuestos a cenar con té.
Más tarde los gyn tonics en el Don Manuel. Hablamos y hasta cantamos rancheras. La velada se prolongó hasta que cada uno quisimos retirarnos.
Esta mañana ha amanecido nublado. He vuelto a ver a Fernando Marías. Se ve que nos parecemos en cuanto a que a ambos nos gusta deambular temprano por estas callejuelas peatonales del viejo Gijón. Él buscaba el “A quemarropa” de hoy, pero tan temprano era que no había salido. Quería ver si mencionaban lo del concurso de tortillas y yo también. Luego he subido a la habitación y, tras asearme, me he ido a la terraza del Don Manuel. He cogido mi “A quemarropa” y ahí estábamos retratados, Fernando, María y yo, mostrando a la Semana Negra y al mundo nuestras tortillas con excelente crónica de Miguel Barrero.
He estado toda la mañana allí sentado, charlando y corrigiendo una novela que tengo entre manos. Y observando el ir y venir de escritores, gente de la prensa y gente de la organización. Muchas maletas esta mañana ya que hay gente que ya se va y otros que han llegado hoy. Entre ellos el maestro Juan Madrid que, con su inconfundible voz, me ha saludado y hemos estado charlando un rato.
Ahora me voy a bajar. Hoy me apetece una de pulpo a la gallega y acompañarlo con una copa de Albariño que espero que actúe como óptimo somnífero para la siesta posterior, ya que los días son largos y hay que descansar. Hasta más ver...