Páginas

Al otro lado

Al otro lado
"Al otro lado", de Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. I.S.B.N.: 978-84-15352-66-2.
Comprar libro
en Estudio en escarlata, aquí.

Comprar libro
en El Corte Inglés, aquí.


Presentaciones:

Sábado, 27 de abril a las 12 h. en la Feria del libro de Granada, en el Centro de Exposiciones de CajaGRANADA Puerta Real. Me acompañará en la presentación el compañero de Granada Jesús Lens. Y a las 13 horas firma de ejemplares en la Caseta de Firmas.

Sábado, 20 de abril, de 11 a 13 h. y de 17 a 20 h. en la Feria del Libro de Fuente el saz de Jarama.

Sábado, 26 de enero a las 20 h. en el Museo Municipal de Alcázar de San Juan. Me acompañará en la presentación el compañero de Ciudad Real José Ramón Gómez Cabezas, autor de "Réquiem por la bailarina de una caja de música", de la Editorial Ledoria.

Martes, 23 de octubre a las 19.30 h. en la librería Estudio en Escarlata (Guzmán el Bueno 46, Madrid). Si no puedes acudir y queréis un ejemplar firmado, ponte en contacto con ellos y pídeselo (91 543 0534). Te lo enviarán por correo.

Miércoles, 24 de octubre a las 18 h. en Getafe Negro (Carpa de la Feria del Libro). A las 20 h. participaré en una mesa redonda con otros compañeros de la Editorial Ledoria titulada "En los arrabales de la Novela Negra.

domingo, 27 de junio de 2010

Un libro “olvidado”

Un día estuve en la casa de un amigo al que, por supuesto, hace años que ya no veo. Entre otras cosas, en su casa, me llamó la atención un detalle. Tenía varias estanterías repletas de libros. Lo que llamaba la atención era que todos y cada uno de ellos pertenecían a colecciones que habían sido regaladas o vendidas junto a periódicos. Lo que me dijo me dejó helado. Venía a ser algo así como “...yo no leo nada, no, qué rollo. Tampoco entiendo. Así que hago todas las colecciones de los periódicos porque supongo que los libros que traen son buenos. Y, por otra parte, no está de más que quien viene a tu casa vea que tienes libros...”. Era evidente que mi amistad con un tipo como aquél no iba a fraguar, a las pruebas me remito.

España es un país extraño, lleno de contradicciones. No se lee lo suficiente si comparamos con los países de nuestro entorno. Valga como ejemplo que, para ser best seller, en España debes vender el 10% de los libros que se venden en Alemania para el mismo fin. Sin embargo, fenómenos literarios como el Siglo de Oro, la Generación del 98 y la Generación del 27, no se han dado tan fácilmente en países en los que tradicionalmente la lectura es más que una afición. Lo que indica que en nuestro país siempre ha habido talento para esto de las Letras.

En la última Feria del Libro de Madrid, dedicada este año como el anterior a la Literatura Nórdica, se han vendido muchos libros de autores españoles, que gustan, que enganchan y que destilan talento Y hay toda una generación de autores que vienen a garantizar el relevo generacional y que este año estarán en Gijón haciendo grande una vez más la Semana Negra.

No obstante, en este país no se lee lo suficiente, ahí están los datos. Sucesivos han sido los Gobiernos que se han preocupado porque nuestros niños aprendan en base a chorradas psicopedagógicas y que pierdan el tiempo en asignaturas como Ciudadanía. Cuando lo que realmente deberían hacer es ponerse serios e introducir en las escuelas planes de fomento de la lectura, pero en serio.

La prueba de que en este país se lee poco es que ayer cuando bajaba a desayunar me encontré un libro en la papelera de mi portal. Lo rescaté de adonde nunca debería haber llegado. Era una novela de la premio Nobel sudafricana Nadine Gordimer. El libro lo regalaban al comprar un periódico, pero se ve que a alguien le molestaba el regalo que ya ni siquiera vale para adornar los anaqueles de las librerías domésticas.

Cuando entré en la cafetería en la que habitualmente desayuno la camarera me miró como todas las mañanas. Debió de pensar: “...ahí va el loco que todas las mañanas viene a tomar café con un libro. Pobrecillo, hoy lleva dos.”

martes, 22 de junio de 2010

Benegas, la novela de Francisco José Jurado

¿Os habéis parado a pensar en qué es lo que se le puede pedir a una primera novela? En principio, parece que en una primera novela no vamos a encontrar el resultado de toda la experiencia de un escritor, precisamente por eso, por ser el debut literario de un novelista nuevo en las lides de escribir. Parece que tampoco vamos a encontrar una gran maestría en cuanto a ritmo narrativo, estilo, caracterización de personajes, etc. Y desde luego, puede parecer que la novela no quedará grabada en nuestra memoria como un gran novelón, por ser una ópera prima nacida de las manos de un novato. Pero con algunas primeras novelas ocurre que... nada más lejos de la realidad. Es el caso de “Benegas”, de Francisco José Jurado.

Como sabéis todos los que incomprensiblemente pasáis por aquí, mi vocación es la escritura. Mantengo este blog abierto por ejercitar el oficio y por la inmediatez de la publicación. De paso, conozco a gente, aunque sea de manera virtual. También sabéis que lo mismo publico poemas que relatos, o artículos y reseñas, sí, también reseñas de libros que leo y que me gustan. No hace mucho me impresionó otra primera novela que reseñé aquí: Réquiem por la bailarina de una caja de música, de José Ramón Gómez Cabezas, que el autor tuvo a bien colgar en su blog. Hete aquí, las cosas del destino, o los senderos Dios son inescrutables, o como se diga, que Francisco José Jurado lee la reseña a través del blog de José Ramón y le gusta. No sólo lee la reseña referida sino también otras y al parecer le gustan, cosa que me maravilla, porque uno, en definitiva no deja de ser un reseñista amateur, muy amateur y a mucha honra, mientras no se demuestre lo contrario.

El caso es que fuera como fuese, Francisco José Jurado o Frankie Jurado o como se diga, pues es éste un escritor tendente a liar las cosas en la trama argumental (ojo, para bien), se puso en contacto conmigo diciéndome que si a la mañana siguiente me pasaba por la Feria del Libro de Madrid podríamos conocernos y que estaría encantado de firmarme su novela. Como me gusta ir a la Feria del Libro y como me gusta conocer a escritores para ver si se me pega algo, me pasé por allí. Me di mis vueltas haciendo tiempo hasta la hora de la firma. Había dos chicas hablando con Frankie, por lo que me di otra vuelta. Pero las chicas no se iban. Conversaban sin parar con el escritor y yo, educado que es uno, les di más tiempo. En vista de que no se marchaban y, transcurrida una hora, me acerqué por el garito de Almuzara, me metí entre las dos chavalas, tomé el libro entre mis manos y le pregunté a Frankie de sopetón que si el libro era bueno. Su cara, entre de sorpresa y de circunstancias por la pregunta que acababa de hacer a bocajarro aquel tipo alto con gafas de sol y chupa negra, reflejó lo que, supongo, debe sentir un escritor que está firmando y al que le preguntan respecto a las bondades de sus novelas. Tras media hora de cháchara, decidí presentarme y nos dimos la mano. Incomprensiblemente, una de las chicas empezó a hacerme fotos. Pero la charla fue agradable y conocer a Frankie fue todo un placer.

Benegas” es el nombre del Inspector Jefe de la Brigada Judicial de Homicidios que actúa como personaje principal de la novela y, a la vez, es el título de la ópera prima del escritor, como ya he adelantado. Pero Francisco José Jurado no es nuevo en esto. En él se materializan varias virtudes. La primera de ellas es que es abogado y, a buen seguro, conoce bien los intríngulis de los juzgados y, en cualquier caso, los recovecos que rodean a los delitos, lo cual ayuda a la hora de narrar, como también ayuda la labia que poseen los que se dedican a este oficio o, en definitiva, los que han estudiado Derecho. La segunda, es que es un escritor bastante laureado en cuanto a premios de Relato y de Novela, amén de ser profesor en diversos talleres de Escritura Creativa. Y la tercera, es que es un lector empedernido de novelas, en especial del género negro, y eso se nota.

Para ser una primera novela, “Benegas” no es nada simple, al contrario, se puede decir que la trama es extremadamente compleja, cosa que no se nota hasta que el lector va avanzando por sus páginas. En el inicio, Francisco José caracteriza al personaje principal y a los secundarios, como mandan los cánones, y nos deja claro que el Inspector Jefe Benegas tiene una personalidad..., digamos especial. Para mí que el autor ha querido aunar en el policía cordobés particularidades de Marlowe mezcladas con algunas características de Holmes, y el resultado es muy bueno. De hecho, Benegas está separado de su mujer pero aún la quiere, incluso se reencuentra con ella a lo largo de la novela. No es el fracasado policía canónico del género, tampoco es el inteligente y pulcro policía de Scotland Yard. No, Benegas es simplemente Benegas, que es lo mejor que se puede decir de un personaje de una primera novela, dotado de personalidad propia y que sabe manejar a su equipo de investigación como nadie. Benegas toca las teclas adecuadas en cada oportunidad y sabe cómo salir del paso en cada momento. En definitiva, es un psicólogo, y sabe cómo afrontar una conversación con su jefe, con un confidente de los bajos fondos o con un jerifalte de la ciudad y salirse con la suya.

“Benegas”, como me confesó el propio autor, está basada en tres relatos cortos y eso se nota. Uno empieza a leer la novela y cuando llega a la página ochenta parece que la novela se ha acabado, pero no es cierto. Se ha acabado el primero de los crímenes que se nos presenta en una primera parte del libro que, como ya he dicho, sirve de escenario para caracterizar a los personajes. La segunda parte o segundo relato consiste en la resolución de otro crimen por parte del policía y sus ayudantes. Ahora bien, a partir de aquí la cosa cambia, y mucho. A cualquiera que asista a un taller de escritura creativa, o de relato, o de novela, o como quiera que cada uno lo denomine, le explican que en una narración debe producirse un giro aproximadamente hacia su mitad. En el caso de “Benegas”, más que un giro, se produce un torbellino que deja al lector totalmente turbado y picado por la curiosidad, mérito del autor, que pretende perturbar totalmente al lector y lo consigue con una arrogante maestría que raya en el desconcierto. Las dos primeras partes de la novela se narran con la técnica del narrador omnisciente, hasta ahí bien. De repente, empieza a hablarnos un tipo en primera persona, a quien no conocemos de nada y nos cuenta una historia, su historia, la que está acaeciendo en su presente. Un tipo que se llama Frankie Jurado, un guiño que Francisco José Jurado se hace a sí mismo, y cuya mujer o pareja (no se especifica) se llama Blanca, curiosamente igual que la mujer o ex mujer de Benegas. Con lo cual, el lector empieza a hacerse preguntas y a crearse dudas. Frankie es un escritor con talento que, sin embargo, no ha publicado nunca, aunque su talento es conocido por alguien poderoso que se dirige a él para que le haga de negro (literario). Él acepta porque nueve mil euros es una poderosa razón. Y vuelve a aceptar el “encargo” de una segunda novela por la misma razón monetaria. Pero como el impostor triunfa de manera demoledora en el mundo editorial y como a Frankie se le retuercen las tripas, en el encargo de la tercera novela las cosas se tuercen.

A estas alturas, el lector va siguiendo la historia con la curiosidad típica del que lee, pero la pregunta que flota en su mente no es la relativa a cómo acabará la historia sino la siguiente: ¿quién coño es Frankie Jurado y dónde está el policía a quien ya habíamos tomado tanto cariño? Benegas aparece cuando uno menos se lo espera y resulta que, para sorpresa del respetable, es el personaje principal de las novelas de Frankie, con lo cual el lector empieza a dudar más y a hacerse muchas más preguntas. ¿Es Frankie, el nuevo personaje de Francisco José Jurado, el que ha escrito las dos partes anteriores y ahora la novela se armará en pos de la trama que surge con el nuevo protagonista? ¿Se ha acabado Benegas? ¿Acaso sólo era un personaje de ficción de otro de los personajes?

Cuando uno termina de leer la parte referente al negro literario, se da de bruces con el sugerente título de la tercera parte, ya os podéis imaginar por qué: “¿Quién mató a Frankie Jurado”. Y a partir de ahí es el narrador omnisciente que nos es tan familiar de las dos primeras partes quien pone fin a ese desasosiego producido por el giro de la novela, en el que el Inspector Jefe Benegas es el encargado de investigar la desaparición de Frankie y se queda estupefacto cuando descubre que no es otro que él el personaje de los “encargos” al negro.

La novela, por lo demás, está perfectamente escrita y en cada parte se muestra una realidad social que, en definitiva, es lo que siempre han pretendido los maestros del género, destacando, por la parte que nos toca a los que escribimos, el problema de los negros literarios y los fraudes en los premios de Literatura. “Benegas” fue finalista en los premios Novelpol, un éxito total para Francisco José Jurado, que tuvo que competir, entre otros, con Domingo Villar y con Don Winslow, que a la postre acabó ganando. Y, entre otras cosas, le ha valido al autor, el billete para la Semana Negra de Gijón, en donde espero verle y que me invite a una cerveza. Y si no, pues le invitaré yo que, al menos, tengo la fortuna de no vivir de esto, aunque me gustaría.

Enhorabuena, escritor.

Francisco José Jurado nace en Córdoba en mayo de 1967.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Córdoba, aunque nunca ha ejercido la Abogacía.

Comienza a escribir a finales de 1997, con treinta años ya cumplidos, y desde entonces ha obtenido más de un centenar de premios, accésit o menciones en certámenes literarios de ámbito nacional e internacional, siempre dentro de los campos creativos del relato, el cuento o la novela corta.

En junio de 2009 publica su primera novela, titulada Benegas, nombre del inspector protagonista de la narración. La obra ha sido publicada por la editorial Almuzara, dentro de su colección "Tapa Negra", especializada en la novela negra y criminal.

Colaborador habitual en prensa, Francisco J. Jurado ya fue columnista del Diario Córdoba a finales de los años noventa. En la actualidad, desde octubre de 2007, es colaborador y articulista del diario ABC Córdoba, donde publica todos los lunes una columna de opinión titulada "Sala de Espera".

sábado, 19 de junio de 2010

Víctor Ros, el personaje de Jerónimo Tristante

La Editorial Maeva ha tenido la deferencia de colgar esta reseña en Facebook

Conocí a Jerónimo Tristante en una conferencia en la Feria del Libro de Cuenca de este mismo año. Él y Pedro de Paz disertaron sobre si había que ser o dejar de ser sueco para que en este país te hicieran caso a la hora de comprar tus novelas. No sé si es fetichismo o es una excusa para charlar con los autores pero, de un tiempo a esta parte, me estoy haciendo con una amplia colección de novelas firmadas por los propios escritores. Como yo ya conocía a Pedro de Paz de otros saraos literarios, me presentó a su compañero y amigo Jerónimo, que sorprendentemente sabía de mí por Internet.

El caso es que compré las dos primeras novelas protagonizadas por el detective Víctor Ros y me las firmó mientras tomábamos unas cervezas ellos, la gente de la organización y yo, rato que ni os cuento de lo agradable. En aquellos momentos no sé en qué novela andaba yo enfrascado, pero me hice el firme propósito de conocer a Víctor Ros lo antes posible. Por cierto, la conferencia estuvo estupenda ya no por los contenidos, que fueron interesantísimos, sino por el fino humor que destilan este par de escritores amigos. Tenéis una muestra de este humor en el blog que gestionan juntos: Pandemonio de caos.

Me enfrenté a Ros en el primer momento que tuve libre, porque como os digo, leer novelas es un gran placer, pero lleva su tiempo. Jerónimo nos presenta a su personaje como hijo de la emigración extremeña cuyo hábitat es el Barrio de la Latina del Madrid del siglo XIX. Su madre se gana la vida cosiendo de sol a sol y él, como tantos y tantos chavales empujados por el ímpetu de la juventud, se dedica a recorrer esas calles en compañía de sus compinches. Juntos, no paran de cometer fechorías y de jugar al gato y el ratón con la Policía. Víctor Ros es muy bueno cometiendo pequeños delitos y su inteligencia le aporta madera de líder, liderazgo que ejerce entre el respeto de todos los golfillos. No obstante, la policía le tiende una trampa y le pilla en un renuncio. En la comisaría, el Víctor niño se muestra orgulloso, poco colaborador y alardea de sus habilidades. Su suerte es que le interroga un sargento que rápidamente se da cuenta de que se encuentra ante una mente privilegiada. Sin embargo, el crío desconfía de todo y de todos. El sargento, con habilidad y mucho tesón, decide que es mucho mejor que la sociedad gane un buen policía y aparta al chico de las calles, y consigue que ingrese en el Cuerpo. Surge así el personaje, el inspector Víctor Ros destinado a Madrid después de desarticular una célula radical en Asturias y un destino provisional en Figueras. Es el comienzo de “El misterio de la casa Aranda (2008)”, primera novela de la serie publicada por la editorial Maeva, al igual que las dos siguientes.

En esta primera entrega, Víctor Ros resuelve dos casos: el misterio de una casa que, en principio, parecía encantada y el asesinato de unas prostitutas. Aparte de la figura del sargento que consigue que Víctor sea policía, no menos importante es la aparición de un noble bastante enigmático que acoge al detective como pupilo y le enseña técnicas y métodos científicos revolucionarios para la época que ayudan a resolver crímenes por medio de la medicina forense. Aunque este noble acaba convirtiéndose en una de las mayores frustraciones de Víctor, porque nada es lo que parece.

En la novela, Víctor adquiere prestigio con la resolución de los dos casos y además obtiene posición social gracias a la historia de amor que se desarrolla como trasfondo en la trama, ya que se casa con la hija de unos nobles, dueños de la casa que entraña el misterio. La obra sirve para presentar a un detective rodeado de toda una pléyade de secundarios magistralmente caracterizados entre los que destaca el Watson particular de Víctor, don Alfredo Blázquez, compañero de la Brigada. Porque Víctor Ros es Sherlock Holmes, sólo que sus andanzas no transcurren en el Londres victoriano, sino en un Madrid mísero por el que transitan por igual la miseria de sus habitantes y el boato de los carruajes de la élite de la urbe. Un Madrid y una España convulsa políticamente dependientes de los devaneos de poder de una sociedad conservadora por la que caminan corrientes de pensamiento destiladas de un dudoso Parlamento en el que destacan figuras como Canovas o Sagasta. Y mientras, en las calles de la capital, ajenos a todo, la clase popular está más atenta a si torea mejor Frascuelo o Lagartijo.

En “El caso de la Viuda Negra (2008)”, Víctor Ros se traslada a Córdoba. Jerónimo Tristante vuelve a hacer un alarde de documentación y vuelve a plantear dos enigmas, dos crímenes: el asesinato de un militar que, en principio, parece obra de los liberales radicales, y la muerte de un noble en lo que, otra vez, nada es lo que parece. Los personajes de la primera novela vuelven a aparecer más maduros junto a otros nuevos perfectamente caracterizados. El detective, que cuenta ya con un prestigio como resultado de sus anteriores casos, vuelve a ejercer la lógica deductiva y el tesón propio de su personalidad. Y vuelve a salir victorioso aumentando su fama. Es una delicia para el lector verle actuar pero esta vez en un escenario distinto, geográficamente hablando. Aunque se puede observar que Córdoba, no es tan distinta de cualquier otra ciudad gobernada por los mismos de siempre, que se resisten a que las cosas cambien.

El detective culmina su caracterización y su prestigio en la tercera entrega de la serie, “El enigma de la calle Calabria (2010)”, cuya trama transcurre en Barcelona. Tristante riza el rizo en una novela aún más trepidante que las anteriores en las que nos presenta a un Víctor Ros más humano, pero a la vez más maquiavélico y experto en el arte del disfraz y la dramatización. La trama se arma ante una de las cosas que no han cambiado con el transcurso de los siglos: la prostitución de menores en la Barcelona del siglo XIX. Se nos presenta a un Ros justiciero y sensible ante la indefensión de las clases menos favorecidas frente al poder y la inmoralidad de los ricos. Hay una crítica velada hacia los falsos y bohemios artistas de fin de siglo y sus mecenas, y un retrato verdaderamente esclarecedor de la sociedad decadente de la época.

Interesante es el tránsito a lo largo de las novelas de un agente de una organización internacional de investigadores denominada “el Sello de Brandenburgo”, financiada por no se sabe muy bien quién y cuyos intereses residen en eliminar a los peores delincuentes de Europa de manera expeditiva, es decir, por la vía de la ejecución. Si bien es cierto que Víctor Ros se muestra interesado por ellos, en el transcurso de la tercera novela, aún a pesar de que ha recibido formación por parte de ellos, el detective se muestra un tanto desengañado, aunque es de prever que en las siguientes continuará su relación con ella, aunque la palabra la tiene Jerónimo. A pesar de las filias entre Ros y la organización, que intenta captarle en más de una ocasión, el policía rechaza pertenecer al Sello porque, en el fondo, Víctor Ros cree en la Justicia y desaprueba los métodos del Sello.

Tras la trama de las novelas se entrevé a un Tristante admirador de lo histórico, lo esotérico y lo trascendente con varias alusiones a ciertos temas entre los que destaca la pertenencia de varios de los secundarios a la Orden Rosacruz. Baste como precedente decir que Jerónimo ya dedicó una novela a la Orden del Temple.

En definitiva, Jerónimo Tristante, este admirador de los personajes y las tramas de Conan Doyle, nos ha regalado al Sherlock Holmes español. Esperamos con atención e impaciencia la cuarta entrega de un personaje que, a buen seguro, volverá a sorprendernos. Tras tres entregas, se puede decir que Víctor Ros ha entrado por la puerta grande en la galerías de personajes clásicos del género. Un personaje creado por un magnífico escritor con muchas novelas a sus espaldas, dominador del ritmo narrativo y que no decepciona en ningún momento. Ah, y no hace falta ser sueco.

Jerónimo Salmerón Tristante nació en Murcia (España) en 1969. Estudió Biología en la Universidad de Murcia y tras desempeñar diversos trabajos, actualmente es profesor de Biología y Geología de educación secundaria. Tras la publicación del libro de poemas Amanece en verde, publica en 2001 su primera novela, “Crónica de Jufré”. Ha sido traducido al italiano, al francés y al polaco.

Tristante escribe novelas de misterio y aventuras. Se caracteriza por su rigurosa documentación histórica, reflejada en su prosa y en la ambientación de situaciones y personajes. En el conjunto de la narración el elemento histórico constituye el marco tan solo para el desarrollo del argumento, en la que predomina la acción y la intriga.

Hasta el momento ha publicado siete novelas, la primera con su nombre completo, la segunda como Jero Salmerón y el resto como Jerónimo Tristante:

-Crónica de Jufré (2003) cuenta la historia a través de un cura de origen francés y dudosa reputación, obligado a huir de su país, que entra al servicio de un noble aragonés, Berenguer de Jufré. Berenguer lucha contra los moros y aparece caracterizado como un hombre de armas típico de la época, pero que ve alterada su personalidad tras sufrir un golpe en la cabeza. A partir de ese momento sufre una transformación repudiando la violencia y la guerra y adoptando costumbres extrañas, llegando por ello a ser encarcelado por la Inquisición. Bernardo, el cura renegado, intenta ayudar a su señor descubriendo que ha adoptado la personalidad de un hombre que pertenece al futuro y que no sabe adaptarse a la época en la que vive.

-El rojo en el azul (2005) narra como un comunista herido en el frente se ve obligado a alistarse en la División Azul para salvar a su familia. Ambientado en la Guerra civil española y el Frente Oriental de la Segunda Guerra Mundial, desarrolla una historia de aventuras y espionaje.

-El misterio de la casa Aranda (2008) es la primera entrega de una serie protagonizada por Víctor Ros, policía que ha adquirido su conocimiento del mundo del crimen por haber sido él mismo un delincuente. Esta ambientada en el Madrid de finales del siglo XIX. Se enfrenta a dos casos: el de una casa y un extraño libro que provocan que las mujeres que viven en ella asesinen a sus maridos y una serie de asesinatos de prostitutas. Los personajes se mueven por salones de clases privilegiadas, tertulias literarias, en el agitado ambiente de político y social del momento.

-El caso de la Viuda Negra (2008) es la segunda entrega de la serie protagonizada por Víctor Ros, que en esta ocasión deberá viajar a Córdoba para investigar el robo de un dedo de la mano al cadáver del coronel Ansuátegui mientras permanecía en el depósito del cementerio. Además investigará también el caso de la sospechosa muerte del Marqués de la Entrada, un anciano casado con Lucía Alonso, una joven amiga de Clara, la esposa del policía.

-El tesoro de los nazáreos (2009) está ambientada en la Edad Media y los misterios que rodearon a los Caballeros Templarios. En esta ocasión, el misterio gira alrededor del chantaje que se realiza al Papado.

-1969 (2009). Novela ambientada en el tardofranquismo español, exponente del más puro estilo de género negro. Retrata la Murcia provinciana de la época, con un estilo fílmico que sitúa al lector entre una “road-movie” y un film de Sam Peckinpah.

-El enigma de la calle Calabria (2010) trata sobre la prostitución infantil y la amoralidad de los ricos frente a una clase desfavorecida que aparece como víctima de la falta de escrúpulos de los más pudientes.

jueves, 17 de junio de 2010

He cancelado mis lágrimas

He cancelado mis lágrimas,

por el deceso de mi tristeza,

he conminado a las ánimas

que poblaban mi espíritu

de inútiles sutilezas,

ordenándoles huir,

con su equipaje maldito,

con su eterno devenir,

he exorcizado fantasmas,

para no volver a oír,

sus quejidos en mi alma.

He subido los peldaños

de mi sesgada agonía,

he alcanzado tu mirada,

porque ya no la veía,

ni sentía los colores,

ni veía sensaciones,

sólo negrura encallada,

en fracciones renegridas

que asfixiaban mis temores,

mostrados en colecciones

de incombustibles dolores.

He caminado en los lodos

de las siniestras veredas,

he padecido el agobio

de horizontes sin estrellas,

porque en el fondo sabía

que entre las sucias aceras

del llanto de poesías,

iba a encontrarte serena

al fin de mi travesía,

con fondo de luna llena

envuelta en tu melodía.

He sufrido vejaciones

de mi mente atormentada,

he perpetrado canciones

y he bailado con la nada,

siniestras cavilaciones

que me quemaban el alma,

hasta que me vi sin ti,

y le susurré a la nada

que ya podía partir,

que quería mis emociones

porque quería vivir.

He sorteado miserias

tras sufrir en oleadas,

los episodios de histeria

de mi soledad cansada,

por sentir en mis entrañas

vacíos de indignidad calma,

como sosiegos de feria,

en espejismos de sala,

que golpeaban mi espíritu,

en una espiral tan seria

que mi mente deliraba.

He salido del Infierno,

donde me sentí vencido,

como una estatua de sal

congelada en el invierno,

al cabo he sobrevivido,

y de forma natural,

con tu espíritu supremo,

como meta en mi camino,

al fin he empezado a andar,

descargándome del tedio

del desconsuelo dormido.

He roto mi soledad,

he ganado la batalla,

ya he renunciado a sufrir,

dejando la iniquidad

aparcada en una playa

a la que no quiero ir,

desgarros de mezquindad,

colgados de una atalaya

preparados para herir

cualquier trozo de bondad

que pudiera subsistir.

He cancelado mis lágrimas,

por óbito de mi pena,

he convocado a las almas

que moraban en mi esencia,

les he dicho que se vayan,

que por aquí no aparezcan,

que ya sólo quiero oír

el eco de tu presencia

cuando te vea venir,

con esa mirada clara

que a puro amor me sentencia.

lunes, 14 de junio de 2010

Por qué no he hecho huelga

Me parece que son varios los señores columnistas que, a la vez actúan como tertulianos televisivos y radiofónicos, se han columpiado con respecto a la huelga y a los funcionarios. Lo que más me maravilla es que hablan impunemente amparados en la libertad de prensa de cosas que ignoran o bien no ven tan altos como están en sus poltronas mediáticas. Lo digo porque gran parte de ellos, han hablado de la huelga como concepto obsoleto, obviando que es un derecho constitucional. Y han arremetido contra los funcionarios con odio y desprecio. Que se atrevan a decir ellos lo que ganan entre columnas, tertulias, libros y demás. No se atreven, ¿verdad?

La bajada del 5% sólo ha sido la gota que ha colmado el vaso. Lo que nadie dice es que llevamos años en los que nos han ido subiendo el 1,5% y el 2%. O sea, que yo tenía más poder adquisitivo en comparación hace 20 años cuando trabajaba de oficial de primera en una fábrica. Motivos para la huelga hay y de sobra, pero no una huelga como la planteada por los dos líderes de los sindicatos verticales. Me explico.

Soy funcionario, profesor para más señas. La profesión, desde cuando yo entré en esto a ahora, no se parece en nada. Los sucesivos gobiernos con sus logses, lodes y demás paridas psicopedagógicas, no han hecho nada más que deteriorar una profesión que antaño era bonita y que hoy es poco más o menos que un infierno. Y han condenado a generaciones y generaciones a la más absoluta ignorancia. Así que, fíjense si no tengo yo razones para hacer una huelga, aparte de la precariedad de mi sueldo. Pero no una huelga de un día que no vale para nada, sólo para que al día siguiente los dos líderes de nuestros sindicatos mayoritarios y vendidos salgan en la tele.

Una huelga se hace bien o no se hace. En nuestro colectivo está claro que deberíamos ganar más. Pero deberíamos reivindicar también unos planes de estudios coherentes, no como los de ahora. Y que en las aulas mandáramos los profesores, que somos los profesionales. Y que nos dotaran de las herramientas pertinentes para dar clase, empezando por el respeto de los alumnos, que nos han ido quitando progresivamente. Partiendo de estas reivindicaciones que cualquiera con dos dedos de frente plantearía, se podría ir a la huelga, pero no de un día, sino del tiempo que hiciera falta hasta que se atendieran nuestras peticiones. Y ya está bien de monsergas y mojigaterías. Ah, y una cosa, ¿sería mucho pedir que los sindicatos vivieran de las cuotas de sus afiliados? Porque a mí no me convencen nada las subvenciones estatales.

martes, 8 de junio de 2010

Réquiem por la bailarina de una caja de música

A veces una novela no tiene que estar publicada por una gran editorial para que tenga una relativa trascendencia. Las noticias vuelan y los posts de los blogs (sí, esas bitácoras que tanto parecen molestar a más de uno) se multiplican. Fue así como me enteré que la Editorial Ledoria había publicado “Réquiem por la bailarina de una caja de música”, de José Ramón Gómez Cabezas, un autor novel.

Otro día la vi a la venta en la librería “Traficantes de sueños”, cuando fui a una conferencia de Paco Ignacio Taibo II. Tuve la oportunidad de conocer a José Ramón en una mesa redonda en la Escuela Julián Besteiro (por cierto, estupenda crónica en el blog “Mis detectives favorit@s”). Y, por fin, me encontré con él en la caseta de “Estudio en escarlata”, en la Feria del Libro de Madrid. Un encuentro nada fortuito, ya que yo sabía que firmaba y me fui a saludarle y a que me firmara un ejemplar de su novela. Charlamos un buen rato y me fui con una sensación agradable.

La novela entra por los ojos incluso a quien no haya escuchado hablar de ella por dos motivos: la portada, que está muy bien conseguida y el título, dos factores muy importantes a la hora de presentar una novela en los anaqueles de una librería.

Me sumergí en sus páginas sentado en uno de los bancos públicos del Retiro y no paré hasta llegar a casa. Al día siguiente estaba más que terminada y me dejó con un regusto agradable y con la sensación de haber descubierto a un gran autor de género negro. La historia se ubica en el año 1925 en Ciudad Real, aproximadamente en la misma época en la que Francisco García Pavón (al que, sin duda, Gómez Cabezas homenajea) sitúa a su detective Plinio por las calles de Tomelloso, en plena dictadura de Primo de Rivera. El crimen aparece en la primera página, perfectamente enmarcado en la noche y cuyo cadáver es descubierto por un guardagujas junto a las vías. A partir de ahí, Joaquín, el personaje principal, inicia un periplo que desembocará en la resolución del crimen en las últimas páginas. La novela se divide en cuatro partes tituladas por tiempos verbales de verbos muy concretos que tienen que ver con el desarrollo de los capítulos de dichas partes.

La novela no es lineal y transcurre entre la actualidad y hechos pasados, unidos por repetidos flashbacks (por utilizar el término cinematográfico, más conocido por todos) que van dando robustez a la trama. El autor construye a los personajes a través de episodios de su pasado, en los que no faltan traumas de todo tipo que conforman sus personalidades actuales. Son personajes atormentados por unas cosas u otras y esos traumas justifican perfectamente sus comportamientos en la trama. José Ramón caracteriza a los personajes de manera magistral, lo que me temo que es consecuencia de la praxis que se deriva de la profesión del autor, la Psicología. La novela la narra en primera persona Joaquín, el protagonista, y este hilo conductor nos va presentando sus miedos y las consecuencias de sus traumas, psíquicos y físicos. Uno de ellos, el propio protagonista lo relaciona con una paliza que recibió en una visita a Madrid y consiste en que cada vez que ocurre una situación tensa se desmaya. Esta circunstancia le libra de ser sospechoso del asesinato junto a sus dos amigos o compadres, uno en la cárcel, machacado a golpes, y el otro huido. Además de Joaquín, protagonista y joven periodista de un periódico local, por la novela van apareciendo todo un rosario de secundarios, cada uno con sus culpas, cada uno con un comportamiento que es consecuencia de su pasado, con muchas más sombras que luces, lo que va impregnando a la trama de una atmósfera cargada y pesada propia de las mejores novelas del género. Los flashbacks contribuyen con un vaivén que en la mayoría de los capítulos se torna onírico y que lleva al lector a través de la novela con una suave oscilación muy placentera.

El homenaje a Plinio se palpa en la aparición de un policía de Tomelloso que se interesa por el crimen a instancias de un personaje secundario. No interviene directamente en ningún capítulo, sólo un par de veces, aunque una de ellas, en la parte final, resulta determinante. Para mantener la expectación, José Ramón, nos ofrece a un culpable del crimen en la persona de un secundario, que se autoinculpa y cuya versión resulta verosímil para el lector que, por unos momentos, destierra de su mente a los que, desde el principio, el protagonista considera culpables. Pero en “Réquiem por la bailarina de una caja de música” las cosas no son lo que parecen, y al final se produce un vuelco que puede ser intuido, pero desde luego no de la forma magistral en que nos lo presenta el autor.

Por tanto, la novela es altamente recomendable ya no sólo por el fondo, sino porque el autor escribe estupendamente, de forma directa y sencilla y con los tintes poéticos muy similares a los que emplea González Ledesma para describir a los personajes marginales de sus novelas. Sus 189 páginas son una peregrinación hacia la resolución de un crimen que hacen que el viaje de su lectura sea corto por ameno, interesante y decididamente placentero.

Una vez más, una editorial modesta apuesta por un autor inédito. Y acierta de pleno. Enhorabuena al autor y al editor.

José Ramón Gómez Cabezas (Ciudad Real, 1971) es psicólogo. Desde hace algunos años combina su actividad profesional en una asociación atendiendo a niños afectados por TDAH con una intensa labor como colaborador de distintas publicaciones dedicadas al género negro.

Sus reseñas y artículos han sido difundidos a través de revistas consagradas a la literatura policial, desde la prestigiosa La Gansterera hasta la más reciente .38, pasando por Prótesis, donde ha publicado el relato “Reducción de condena”.

Su afán por la escritura le ha llevado a participar en la mayor parte de los eventos literarios que se desarrollan en nuestro país, desde la Feria del Libro de Toledo —donde ha oficiado como moderador de mesas redondas— a la Semana Negra de Gijón, llegando a ser jurado del concurso de relatos Justo Vasco.

En la actualidad ejerce la presidencia de la Asociación Novelpol (Amigos de la Literatura Policial).

Réquiem por la bailarina de una caja de música” es la primera de una serie de novelas que tienen como nexo común el misterio y la investigación apegados a una tierra, la suya, Ciudad Real.