La vida te lleva por caminos insospechados. También la
Literatura. A Gonzalo tuve el gusto de conocerlo porque coincidí
con él en la caseta de firmas de Fuente el Saz, un pueblo del
Este de Madrid. Me llamó la atención su juventud y ese aire de Quentin
Tarantino que lucía con una despreocupación muy espontánea. Durante el fin de
semana tuvimos tiempo de compartir charlas y cervezas. Enseguida conectamos a
pesar de la diferencia generacional, por lo literario y por lo musical, ya que
es bajista de un conjunto de rock.
No recuerdo
si fue por la tarde, creo que sí, cuando yo llegué antes. Y para matar el rato,
en ausencia de lectores que me pidieran que les firmara mi novela, agarré la
suya y me puse a leer. Lo primero que llama la atención de “Un insólito
día para Silvestre Mendo” (Araña editorial) es su formato de novela de
kiosko. Después, como ya he dicho, la insultante juventud del autor (el relevo
está garantizado), y por último, la calidad de sus párrafos.
La historia
empieza mostrándonos al protagonista tirado en la cama de un hostal con una
resaca del quince. Y el manager del establecimiento, un pakistaní lacayo del
dueño, le descubre. Silvestre, harto de trabajar en ese tugurio,
planea su venganza y roba unas cuantas cosas. A partir de ahí se lanza a la
calle, a vivir su particular día entre un mundo entre lo real y lo imaginario.
Los
sucesivos capítulos nos van mostrando la personalidad del protagonista, un tipo
escéptico y desclasado que, como don Quijote, huye de la realidad a través de
una escapada hacia ninguna parte. Va transitando por paisajes, siempre urbanos,
que una y otra vez le involucrarán en situaciones no escogidas, escenarios
teñidos de mucho surrealismo onírico vivido en una realidad más que ordinaria,
la de Silvestre, que se topa con un mendigo antropófago y con un perro que
habla, por citar dos de los extravagantes personajes que pueblan esta historia.
Silvestre,
no obstante y pese a la marginalidad reinante, es un tipo que se expresa con un
lenguaje muy cuidado a través del cual nos va explicando sus pautas ideológicas
que, básicamente son: desencanto con el sistema y desprecio por la vida
aburguesada de los demás, incluso por la de él mismo.
Las
andanzas de nuestro protagonista están rodeadas por el alcohol y por las drogas
en un incesante carrusel de vivencias que recuerdan a la filosofía punk de los
70: “vivir hoy y no pensar en el mañana”. La prosa de Gonzalo recuerda al
realismo social de los clásicos, con toques continuos de Bukowski,
y con remembranzas del Holden Caulfield de Salinger
y su lenguaje provocador, ya digo, siempre a través de un ambiente onírico que
raya el surrealismo.
La novela se lee del
tirón no solo por su brevedad, sino porque el autor nos lleva a hacer un viaje
vertiginoso a través de unos capítulos que en cierta medida también están
plagados de ese buen género negro que la situación actual de crisis propicia,
ese desencanto en todos los sectores de la sociedad, principalmente entre los
jóvenes, a los que el sistema les ha cerrado las puertas de cuajo. Y Gonzalo lo
plasma de manera magistral desde el fondo de su juventud, desde las entrañas de
un autor que, si sigue escribiendo, dará que hablar.Facebook del autor: https://www.facebook.com/gonzalo.l.martin.5?fref=ts