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Como todos los días, desperté en mi cama sin saber dónde estaba. Tuvieron que transcurrir cinco minutos hasta que me despabilé un poco y me centré. Había tenido sueños recurrentes y rutinarios, la noche había sido de pesadilla, como todo en mi vida. Así que me hice un café, encendí un cigarrillo y tomé una determinación. Me dirigí a la ventana y sin pensarlo dos veces salté. Mientras iba cayendo observé las escenas cotidianas protagonizadas por mis vecinos; eran agradables. En mi corazón renacía la esperanza, ya no quería morir, pero ya no había remedio.
Afortunadamente volvía a equivocarme, como todos los días, desperté en mi cama sin saber dónde estaba.
Afortunadamente volvía a equivocarme, como todos los días, desperté en mi cama sin saber dónde estaba.