Uno puede caminar por el paseo marítimo de la playa de Getares, echar un pitillo, el que fume, contemplar el Peñón de Gibraltar, al que le guste extasiarse con la visión de la colonia británica, en fin, hacer deporte, escuchar música e incluso sentarse en el murete y conversar con unos buenos amigos. Y si le entra hambre, no le van a faltar sitios en los que picotear algo y tomarse una cerveza. Pero si quiere una experiencia agradable, coja a esos buenos amigos y entren en Las Olas. Eso hice yo la otra noche, sentarme con mis amigos frente a una paella de marisco y una botella de Muga crianza. El dueño no te atiende, te mima. Si hay algo que a él no le gusta, te lo dice. “Hoy no comas atún, tómate una lubinita a la espalda”.

Cenamos escuchando una buena dósis de buena música, porque hasta para eso tienen gusto. Como era miércoles, estábamos solos, hablando de nuestras cosas y del buen trato que nos estaban dando. La paella estaba de cine y el Muga acompañaba. No quedó nada y, cuando nos trajo la carta de postres pedimos unos cafés. Nos los sirvió con habilidad y pedimos unas copas a las que por supuesto nos invitaron. No contento con esto, a nuestro amigo, que ya lo era, le faltó tiempo para llamar al pub de al lado, entiendo que también es suyo, y decir que no nos cobraran las copas cuando apareciéramos por allí. En el pub estaba mi amigo Jesús, que trabaja allí y en el restaurante de camarero, tienen que verle ejercer el oficio, un fiera oiga. No es el primer amigo burgalés que tengo y no será el último. Como decía, no nos cobraron las copas. Y en éstas que conocí a Mirta, un nombre tan precioso como su cara. Nos mimó y atendió como no pueden hacerse idea. Y nos invitó a las segundas copas con una sonrisa enmarcada en su rostro por una melena negra y unos ojos para perder el sentido.
Y como a mí me gusta pagar algo, pedimos la tercera y esa sí, la pagué yo.
Están aquí, en Algeciras, y pueden hacerles pasar una velada que no olvidarán, se lo aseguro.





No se podía andar. La gente iba con grandes bolsas de aquí para allá mientras otros ciudadanos aguardaban largas colas en las administraciones de lotería más famosas. Y no compraban sólo un décimo aun a pesar de ir a 20 euros, el décimo, me refiero. Después compramos entradas para el cine, sin podernos ubicar donde queríamos porque estaba lleno. Tomamos un café entre apreturas en espera de la hora. Y cuando salimos del cine nos dirigimos a comer y a tomar algo a la zona de Espoz y Mina. Tuvimos que marcharnos de la Casa de las Bravas, ni una mesa libre y la gente esperando para sentarse. Todas las demás tabernas estaban por el estilo y el único sitio al que pudimos entrar con relativa comodidad fue el restaurante chino de San Bernardo, y no estaba vacío ¿eh? Volvimos en el Metro hasta el barrio, de pie, claro. Y me tomé una caña en el garito con los colegas. Estaba hasta los topes, y la peña pidiendo cervezas y cubatas a tutiplén.